Star Wars Episodio IX: El ascenso de los Skywalker pone punto y final tras nueve episodios y dos spin-off a un viaje que comenzó hace 42 años y que ha dejado insatisfecho a más de un fan durante su largo recorrido. La controversia siempre va a ser una cuestión latente en una saga de películas; lo anterior siempre va a influir en cualquier decisión tomada posteriormente y cada época influirá en un tipo de público determinado. Así, Star Wars, sobre todo en sus últimas entregas, ha estado muy influida por la opinión de los fans, por aquello que podía gustar y lo que no, como si se tratase de un santo grial que solo «saben cuidar» unos pocos y que solo una panda de fans entienden, desatando su ira en redes como si ellos fueran los creadores y únicos dueños de este universo. Por tanto el principal problema de los creadores, más de J.J. Abrams que de Ryan Johnson, ha sido contentar al fan y esto no significa que la culpa sea del fan, pero en parte se siente un poco así.
En esta última entrega de los Skywalker vemos un planteamiento completamente distinto al de la entrega anterior, el Episodio VIII: Los últimos Jedi (quizá la que más se aleja de las originales), y en algunos momentos se intentan justificar o rectificar eventos del pasado episodio que en general no gustaron al público, algo que llega a parecer un poco forzado. Por otra parte, la construcción de personajes funciona en buena medida con los protagonistas (Rey, Kylo, Finn y Poe) pero no tanto con los personajes secundarios, necesitando recuperar a viejas glorias de la saga para concluir de la manera más segura posible. En cierto modo lo que no llega a convencer de la cinta no es tanto el camino que toma sino cómo lo toma, ya que dentro de la estructura y la trama que nos presentan podrían habernos dado más en ciertos momentos, culminando de una manera más espectacular y sin recurrir al arquetipo del Episodio VI: El retorno del Jedi, donde encontramos al bien y al mal unidos para eliminar a un enemigo superior, algo que también se usó en Los últimos Jedi.
Lo positivo a destacar es la gran imaginería y nuevos mundos que se nos muestran, con un ritmo incansable y una cantidad de contenido muy interesante, donde en ciertos momentos sentimos que se trata de una de las películas más oscuras de la saga y a la vez una de las más personales, sobre todo con el tratamiento del personaje de Kylo Ren (Ben Solo) interpretado por Adam Driver. El desarrollo está bien llevado con pequeños altibajos pero con tanta intensidad que no da tiempo a despegar los ojos de la pantalla y con un final, para mi gusto, a la altura, con ciertas ideas muy positivas que con una mayor fuerza podrían haber sido un broche de oro al filme (evito el spoiler).
Desde que Disney tomó las riendas de Star Wars la controversia estuvo servida. Es evidente que no se han hecho cosas bien, y cuando se comienza a construir una trilogía de una manera tan similar a lo anterior, (me refiero al Episodio VII: El despertar de la fuerza) la sombra de lo construido anteriormente acaba por nublar todo lo que viene a continuación. En mi opinión este final es bastante digno pero muy acongojado y temeroso por el qué dirán, por intentar contentar a todos, aunque lo mejor que tiene Star Wars sin lugar a dudas es que todos los capítulos han aportado un granito de arena para una conclusión que llega a unir todas las piezas de manera satisfactoria, donde la finalidad principal, y que no se nos olvide, es entretener generación tras generación.
QUE LA FUERZA NOS ACOMPAÑE, SIEMPRE.