Hay partidos de fútbol que invitan a pensar en algo completamente diferente al juego. La temática es libre. Unos piensan en Greta y llegan a ella por la camiseta verde del Madrid o por cómo calienta el sol de diciembre. Otros reflexionan sobre la noche anterior o la posterior, los que tienen hambre piensan en la comida de después y los que están a dieta en el mercado de invierno. Con esto no pretendo decir que lo visto fuera aburrido, únicamente que no sucedieron demasiadas cosas de relevancia. Lo que inspiraba el partido no era la somnolencia, sino la imaginación.
De hecho, la simple presentación de la alineación titular del Real Madrid ya era una excusa para fantasear sobre el duelo Rodrygo-Vinicius, dos chicos que se disputan el título de esperanza blanca. Tal vez esa fue la primera decepción de la mañana. Vinicius fue protagonista (a su estilo) y Rodrygo necesitó 50 minutos para enlazar su único par de desbordes. Así que no hubo disputa, ni pique del sano o del otro. Los jóvenes (Greta al margen) son seres de naturaleza volátil.
Más que decepcionante, el Espanyol fue desconcertante. Uno espera que a un equipo en su situación se le note el drama, ese punto de agonía que igual salva que condena, pero que sacude al contrario. Asombrosamente, el Espanyol se dejó llevar por la modorra, por ese ritmo de aperitivo con sol y pajarillos que cantan. Daba la impresión de que prefería la corrección a la valentía, y ya sabemos cómo terminan estas cosas en el Bernabéu y en la vida si nos ponemos trascendentes. Generalmente, 2-0.
Volvamos a Vinicius, aunque son pocas las novedades a reseñar. Supongamos que en el caso de los delanteros las acciones de mérito constaran de dos partes (colocación o desmarque, centro o remate). Bien, Vinicus casi siempre se deja una asignatura pendiente, la última. De manera que sus jugadas se cierran con un interruptus que deja a los espectadores a medio disfrute. Con todo, y al margen del gol de Varane (38’), tres de los cuatro disparos del Madrid en la primera mitad fueron suyos, después de jugadas notables. También se le recuerdan dos pases que pudieron ser de gol. Suficiente para que el público le dedicara una sentida ovación cuando fue sustituido en el 84′. Nadie quiere dejar de tener razón.
La última jugada que mereció ser anotada iluminó a los dos únicos jugadores por encima del resto. Benzema marcó el gol que le señala como jugador diferencial y Valverde le dio el pase que le confirma como estrella en ciernes. Nada más ofreció el partido. El resto fueron reflexiones sobre el agujero de ozono, sobre el césped artificial que rodea el campo (altamente contaminante) y sobre los asientos de plástico que bien podrían sustituirse por otros de mimbre tipo Emmanuelle en el caso del palco. Por no mencionar el próximo encuentro en Brujas, adonde el Madrid bien haría en desplazarse en tren dado que el Pony Express no opera en el norte de Europa.
Después dices que el madridismo no tiene paciencia. Los periodistas elegís muy bien a quien dedicáis la paciencia Juanma.