Isco no es bajito, en contra del tópico instalado. Lo que ocurre es que su fisonomía, de pierna corta (culo bajo o cuerpo Sugus), le hace parecer recortado de talla, igual que le sucedía a otro futbolista de aspecto muy similar, Torpedo Muller. La estatura de ambos es de 1’76, tres centímetros más que Hazard y Agüero, dos jugadores de trasero descolgado a los que se tiene por bajitos sin serlo. En el argot futbolero se dice que son jugadores con el centro de gravedad bajo, lo que se entiende como una ventaja competitiva por alguna razón que no acabo de entender (soy de letras) pero que imagino relacionada con la referencia inmediata y natural de otros futbolistas míticos de talle parecido, pienso en Maradona, que sí es chaparro (1,65).
El caso es que Isco remató de cabeza en el área pequeña y el rechace consiguiente propició el gol a placer de Carvajal, que mide 1’73. Que dos futbolistas por debajo del 1’80 fueran los protagonistas del gol decisivo del Real Madrid quedará como lo más singular de un partido sin excesivas singularidades.
De hecho, el encuentro no parecía en absoluto propicio para los cuerpos menores. Para describir el efecto mal tiempo sobre el lugar y alrededores nada mejor que la definición de Pablo Rivas: Siberia-Gasteiz. Si a esto le añadimos que el Alavés es un equipo que no permite alegrías en su campo (sólo había concedido dos goles hasta la visita del Madrid), la composición resultante es tan árida como lo fue el juego. En mitad de esa tundra, el Real Madrid dominó sin exagerar y tuvo contadas ocasiones; la prueba es que sólo consiguió marcar gracias a un gol de Sergio Ramos (51’) que no llamaremos cabezazo porque el mérito fue justo el contrario, peinar levemente el centro de Kroos.
Antes, y es de justicia recordarlo, el árbitro escamoteó un penalti al Alavés por falta de Ramos sobre Aleix Vidal, que se condenó por sobreactuar en la caída. Por cierto, James Dean, emblema del Actor’s Studio, medía 1’73 y no se conoce ninguna mujer del mundo (ni hombre) que pusiera el más mínimo reparo al asunto.
El Alavés reaccionó con rabia, adelantó metros y se aproximó al área del Madrid, lo que no no significa que se acercara al gol. La sensación es que sólo podría empatar a balón parado y Sergio Ramos nos dio la razón. Un braceo imprudente del capitán provocó el penalti valió el empate de los locales (Lucas, versículo 63).
Al Alavés no le quedaban más velocidades y el Madrid sí las tenía. Del consiguiente asedio nació el gol de los falsos bajitos, a los que hay que sumar a Modric (1’72), autor del pase. Las razones por las que Pacheco se quedó bajo palos y no tuvo a bien salir son misteriosas; protegerse del temporal parece una justificación endeble.
El Alavés pudo marcar en los últimos minutos, pero lo evitaron Areola y las piernas, largas o cortas, de diversos defensas.
Ahora toca recurrir a otro tópico y afirmar que en campos así se ganan las ligas. El aserto es tan irrebatible como asegurar que un centro de gravedad bajo permite dominar mejor la pelota, pues genera una energía telúrica que se transmite del suelo al balón utilizando las nalgas como centro repetidor.
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