Adriana no había nacido en 1980. Este señor, que es su padre, trabajaba en una farmacia de un barrio humilde de la periferia lleno de casas de protección oficial y en el que únicamente reducía las distancias con el centro la Línea 5 de Metro: Canillejas. Pero este mismo señor tenía algo que le hacia diferente a los demás en esas calles en las que se leía el futuro y en las que, recién estrenada la democracia, se necesitaba hacer cosas. Por eso cuando se decidió crear la carrera de Canillejas, mandar a la imprenta esas primeras octavillas de propaganda, en el barrio decidieron que se llamase con su nombre: Trofeo José Cano. Adriana, como sus otros dos hermanos, le ha escuchado contar esta historia a su padre miles de veces. Hoy sólo es una más.
Hoy, en realidad, pretendemos regresar a 1980 en Canillejas, que ya no es el mismo barrio, ya no queda casi nada por edificar, ya no hay casi ninguna casa en la que no haya Wifi o en la que no lleguen los repartidores de Amazon. A la salida del barrio se ha levantado el estadio del Atlético de Madrid, el Wanda Metropolitano, como era imposible imaginar en 1980. Pero entonces nacía la carrera de Canillejas que hoy es uno de los grandes símbolos del barrio. No hay vecino que no la conozca o que no la admire. Parece mentira que el 24 de noviembre vaya a celebrar su 40 cumpleaños. Pero así es. Adriana ha corrido varias veces, pero no se puede ni imaginar lo que era en 1980 cuando se creó y ni siquiera se sabe porque se creó. La carrera no tenía mayor ambición y en ningún caso se imaginaba que en 2019 aun seguiría viva. Quién iba a pensar entonces en 2019. Pero aquí continúa José Cano, el gran Pepe Cano, el padre de Adriana. El mismo que ya no tendría que estar aquí, porque ya está jubilado y le quedó la pensión máxima. Pero su nombre sigue abriendo alguna puerta y es necesario. De otra forma la carrera ya no podría sobrevivir.
Adriana se pregunta si hoy se podría crear una carrera así. «Muy difícil, casi imposible», contesta el padre, al que la carrera convirtió en un auténtico personaje. No por lo que pasó en 1980, sino por lo que sucedió después. La carrera de Canillejas llegó a ser portada del Diario Marca. La carrera de Canillejas llegó a ver ganar a medallistas olímpicos, a regalar coches, a convertirse en un auténtico acontecimiento en el que José María García daba la salida cuando empezaba en la vieja Avenida de Guadalajara cuando a la izquierda no había ni colegios ni centros comerciales. Solo un enorme descampado que hoy está plenamente urbanizado. Pero es que ya no estamos en 1980. Adriana le hizo, incluso, abuelo a José Cano de una pequeña que no llega a un año y que nos demuestra que Pepe también es humano. No solo habla entonces del pasado. También de algo mas importante que el pasado: los sentimientos, los suyos.
José Cano, un hombre que nunca dice la edad que tiene, fue un personaje que se fotografió entonces con políticos, con gente muy importante. Todo por culpa de la carrera de Canillejas. Qué ocurrencia tuvo. Él, que hasta entonces trabajaba despachando aspirinas en una farmacia del barrio. Pero él fue el mismo hombre al que le ofrecieron muy buenos puestos. No podía ser de otro modo para alguien que había sido capaz de crear una carrera así de la nada. Alguien que fue un visionario. Alguien que aprendió el impacto comercial en la calle y no en ninguna conferencia sobre liderazgo ni cosas así. Alguien, en definitiva, que iba de frente y que si decía, «se puede hacer», era porque se iba a hacer.
Hoy, Pepe ya es un hombre muy desmejorado al que la salud ha pegado buenos estacazos. Pero a veces es el precio de vivir y hasta de recapacitar si cualquier tiempo pasado fue mejor. A Pepe ya no le llama la gente que le llamaba. Ya los mejores atletas del mundo no apuntan Canillejas en su calendario. Ya no hay ese glamour, porque ya nada es como fue. Pero a Pepe aún le siguen llamando africanos anónimos que corren mucho para venir a competir aquí y él le sigue diciendo a Adriana: «Hija, correr en Canillejas es como jugar en el Bernabéu». Y la gente vieja del atletismo sigue poniéndose de pie ante el recuerdo: «Canillejas, uff Canillejas….».
Y el pasado les da la razón. Y todos esos nombres de Abascal, de Fernando Mamede, de Steve Jones, de los hermanos Castro, de Fabián Roncero… Porque Canillejas llegó a ser, como dijo Jesús España, «el Mundial de las carreras de ruta». Y así fue hasta que empezaron a nacer carreras populares a mansalva con más publicidad y dinero. Pero entre todas ellas siempre estará Canillejas como una marca registrada y aún diferente. De hecho, uno de sus patrocinadores es el Diario Sport de Barcelona, uno de los líderes de la prensa catalana, adonde Pepe Cano llamó un día y hizo amistad con Miguel Centeno, responsable de patrocinios. «En una época en la que a la gente le molesta hablar por teléfono, yo sigo necesitando hablar por teléfono», dice Pepe Cano.
Y se lo dice a Adriana: su hija. Y ella (que, sobre todo, escucha) vuelve a sonreír. Y su padre le vuelve a recordar que todo esto nació de una forma que hoy sería imposible. «Íbamos a repartir las hojas de publicidad dentro del Metro y la gente nos preguntaba qué es eso de correr. Pero el primer año con la novedad trajimos más de 4.000 corredores». Y Adriana, claro, se queda mirando a su padre porque ella no se imagina esa época donde las cosas se hacían directamente en la calle. No a través de una pantalla de teléfono o de ordenador que lo resuelve todo al momento. Pero, claro, ella no vivió esa época.
Eres un escrito muy bueno amigo, relatas el deporte como nadie y me quedo admirado ante tanta sabiduría amigo, soy Teacher un honor poder conocerte grande.