Pocas veces tendrá el Inter más cercana que hoy la victoria en el Camp Nou. El gol de Lautaro Martinez en el minuto 2 no sorprendía ni a la grada, acostumbrada ya este año a empezar perdiendo, ni a Antonio Conte que, además de haber estudiado el partido a fondo, se encontraba con su escenario soñado. El baño táctico, similar al que le dio a la Selección española de Del Bosque cuando dirigía a Italia en aquellos octavos de la Eurocopa 2016, pudo ser de los que hacen época. Algunos acusan al italiano de defensivo (casi un oximorón) pero la primera parte de su equipo fue un clínic de contraataques, presión y salida con el balón jugado. Tras varias ocasiones falladas y un VAR salvador que evitaba el 0-2, la vangaalizacion del equipo (cada temporada será peor que la anterior), hizo que en el Estadi sobrevolase el fantasma del Dinamo de Kiev, cuando se cumplían 20 años de aquel 0-4 en la Champions 97/98. Pero Ter Stegen (parada estelar al cabezazo de Lautaro) no es Vitor Baia y Alexis Sanchez no le llega ni a la suela de las botas a Shevchenko.
Eso fue lo que salvó a un Barcelona al que le faltaba movilidad arriba, intensidad defensiva y apoyos y velocidad en la circulación del balón en el medio del campo. Hablamos del partido de hoy, pero en realidad hace tres años que da igual el día que se lea esto. Como cada jugador blaugrana parece peor de lo que teóricamente es o lo que sus valores de la Playtation dicen que es, Messi entraba en modo albiceleste: ya no se fiaba de darle el pase a ningún compañero y cada vez que cogía el balón intentaba la jugada por su cuenta. Especial énfasis puso el argentino en no pasársela jamás a Semedo: si al portugués ya le resulta difícil tapar sus carencias como lateral derecho, en la banda izquierda fue lo más parecido a Bogarde que se ha visto de azulgrana en dos décadas.
Nunca se ha cesado a un entrenador en el descanso de un partido y hoy se estuvo cerca: porque Conte ha tardado 3 meses en hacer que su Inter tenga un patrón de juego reconocible mientras Don Honesto va por el vigesimoséptimo y cada partido de su equipo parece peor que el anterior. Pero Don Honesto es un hombre de ideas fijas y decidió morir con las botas puestas: en el comienzo de la segunda parte, tiró de su jugador fetiche y Arturo Vidal no le decepcionó. Su salida coincidió con un paso adelante del equipo y de sus botas salió una pseudo asistencia que Luis Suarez voleaba de manera magistral desde fuera del área a la red interista.
El gol animó a los locales que, con más voluntad que fútbol, comenzaron a encerrar a un Inter de Milán que ya acusaba el desgaste físico de la primera mitad. Aun así, las ocasiones llegaban a cuentagotas y con un Arda Griezmann especialmente desdibujado y fallón. A la vista de la primera mitad, el 1-1 parecía el mal menor y solo quedaba confiar en alguna genialidad de Messi. Pese a estar al 30% de su forma física ideal, D10S no decepcionó a sus fieles: en su primera genialidad de la temporada arrancó por la derecha el genio del fútbol mundial, dejó el tendal… ¡Siempre Messi! ¡Genio! ¡Genio! y fue a tocar para Luis Suárez que con un control orientado dejó sentado a su compatriota Godín y firmó el 2-1.
Dos coletazos de genialidad de los dos mejores y más veteranos solistas del equipo. Se arreglaba un partido que tras la primera parte se aventuraba trágico pero que ahora, ante el doble duelo venidero contra el Slavia de Praga, hace que el aficionado empiece a pensar en qué rival quiere en octavos de final. Algo así como ir a ver en directo a tu grupo viejuno favorito: cuando tocan los temas de su último disco empiezas a pensar que están acabados y en cuanto tocan sus dos grandes éxitos, te vienes arriba.
Rajoyesco
Anfieldiano
Woodgatiano
Hoy agregamos: vangaalización. Esperamos con ganas la para la próxima columna de Juan Rodríguez Briso.