En un coloquio titulado Miguel de Unamuno en la Guerra Civil: Entre historia y mito, celebrado en el Instituto Cervantes el pasado 9 de mayo de 2018, Jean-Claude Rabaté, coautor junto a Colette Rabaté de la obra En el torbellino. Unamuno y la Guerra Civil, dijo que la palabra «resistencia» le venía a Unamuno como anillo al dedo. «Fue un escritor que sufrió la censura y coleccionó pleitos, hasta que aquel 12 de octubre le quitan sus últimas palabras». Rabaté se refiere al famoso «Venceréis, pero no convenceréis», que el escritor vasco le profirió al general José Millán-Astray el 12 de octubre de 1936 en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, día en que se inauguraba el curso y solo tres meses después del inicio de la Guerra Civil. “No sabemos exactamente qué se dijo, pero aquel espíritu de Unamuno sigue vivo porque fue una especie de ‘Yo acuso’ contra Franco».
Dirección: Alejandro Amenábar
Reparto: Karra Elejalde, Eduard Fernández, Santi Prego, Nathalie Poza, Luis Zahera, Patricia López, Luis Bermejo
País: Estados Unidos
Duración: 107 minutos
Año: 2019
Género: Drama
Estreno: 27 de septiembre del 2019
Definir lo que fue Unamuno en los albores de la Guerra Civil es una tarea ardua. Contrario a las guerras que sufrió España a finales del XIX y principios del XX, abrazó la llegada de la II República, hasta que pocos años después apoyó la sublevación –ya nunca podría borrar la mancha que dejaron aquellas 5000 pesetas, casi el sueldo anual de un catedrático de la época, donadas al Banco de Bilbao para la causa militar del ejército sublevado–. Dicho apoyo duró un brevísimo espacio de tiempo, lo que tardó Unamuno en darse cuenta de la oscura realidad que había tras el alzamiento.
Unamuno era admirador de algo a lo que el ser humano en general –y el español en particular– suele ser reticente: el cambio o maduración ideológica como consecuencia de la evolución intelectual, la valoración y el estudio minucioso de opiniones contrarias. Y en Mientras dure la guerra no hay juicio que condene esa evolución, es más, Amenábar se aleja de la mirada subjetiva y crítica y humaniza a todos los personajes. Esto incluye tanto a los líderes golpistas como el dictador Francisco Franco —que interpreta Santi Prego— o el fundador de la Legión, José Millán-Astray —interpretado por un descomunal Eduard Fernández—. Amenábar construye un relato sumamente emocionante y conmovedor a partir de nuestra historia sin aspavientos, sin recreaciones estéticas innecesarias, con una imagen plana que evoca el inmovilismo que ha sufrido el pensamiento colectivo de este país desde entonces —hoy más que nunca comprobamos que no aprendimos nada— y con un Karra Elejalde en el papel de Unamuno que nos lleva al borde de los lágrimas y a apostar por él de una manera sumamente justificada como claro ganador de un Goya el próximo 25 de enero.
En Mientras dure la guerra, quedémonos con la conversación entre Unamuno y Salvador, un reflejo abrumador de nuestra realidad actual; pero también con el plano donde las manos de Unamuno y Carmen Polo, esposa del dictador, se unen. Amenábar no quiere que haya vencedores ni vencidos, quiere que haya jornada de reflexión profunda, una visión nueva y alejada de lo que habitualmente reconocemos en las películas sobre la Guerra Civil. El tratamiento que recibe Unamuno por parte de unos y otros es la imagen viva de esas dos Españas representadas por el director de una forma magistral, elegante, pero con un peso dramático que hace que en la sala reine un silencio angustioso por momentos.
En sus últimos días, Unamuno, bajo arresto domiciliario, pronunció estas palabras en una entrevista: «La barbarie es unánime. Es el régimen de terror por las dos partes. España está asustada de sí misma, horrorizada. Ha brotado la lepra católica y anticatólica. Aúllan y piden sangre los unos y los otros. Y aquí está mi pobre España, se está desangrando, arruinando, envenenando y entonteciendo…». España vuelve a necesitar una guerra donde predominen las palabras inteligentes contra el populismo y la barbarie, no las armas, ya sean éstas herramientas metálicas o discursos arrojadizos. Solo así seremos capaces de no quedarnos dormidos y abrir los ojos cuando, de nuevo, ya nada tenga remedio. Este país tiene que evitar seguir dejando muertos en las cunetas por su falta de inteligencia y memoria.
Seguimos casi igual que antaño. No es un problema de reflexión porque para reflexionar hay que » saber «. Y no sabemos. Y cada día menos. Lo peor de todo es que cuanta más avanzada es la tecnología y la ciencia y los medios de la información, menos informados estamos. No es por falta de cultura, que cada uno creemos tener. No es por la cantidad de información, aunque si que hay » desinformación «… la que dan las personas no » apropiadas » para darla y los intereses propios de quien la da. Es la negación pura, sin rgumentos, sin documentos… sin posibilidad de juicio… sin posibilidad de defensa… como bien podría haber dicho Don Miguel: » los hunos… y los otros»