En «Good Bye, Lenin!», la famosa película de Wolfgang Becker, disfrutamos de las peripecias de un hijo intentando hacer creer a su madre, recién salida de un coma clínico, que seguían viviendo en la República Democrática Alemana (RDA). Había caído el muro de Berlín y el efecto que una nueva realidad podía provocar en aquella señora convaleciente motivó que el muchacho actuase de aquella manera. Me he acordado de esa película nada más terminar el Atleti-Valencia; mientras bajaba las escaleras del Metropolitano y escuchaba las discusiones que se iniciaban en ese momento.
Tenemos tanto miedo a darle la razón a los histéricos, a los enemigos o a los paladines de la propaganda, que quizá, sin querer, estemos haciendo lo mismo que Alexander, el protagonista de «Good Bye, Lenin!»; recrear una realidad que ya no existe. No me malinterpreten. Lamento decepcionar a la Yihad impaciente, pero estoy muy lejos de desear un Atleti sin Simeone. Cualquier alternativa que no tenga al entrenador argentino a los mandos, ahora mismo, no me seduce lo más mínimo. El problema es que el nivel de crítica hacia él es tan exagerado, intenso y desproporcionado que es difícil no sentir empatía y hacer del Atleti una especie de búnker sin fisuras en el que no hay problemas. No es así. Hay cosas que no me gustan y no pasa nada por decirlo.
El Atlético de Madrid de la temporada 2019/2020 tiene poco que ver con aquel que ganó la Liga y estuvo a punto de ganar la Champions. Es así. Ya no vivimos en aquella RDA. No sé si el muro cayó el verano pasado o fue antes, pero me da igual. Ya no son las mismas circunstancias, ni el mismo espíritu, ni los mismos jugadores. No sé si ahora es mejor o peor; lo que sí que sé es que la realidad es otra y que las comidas siempre saben diferente cuando se cambian los ingredientes.
Llevamos partidos suficientes como para saber que el Atleti es un equipo en transición; que quiere jugar a otra cosa, y que esa cosa no le está saliendo. Que tiene un déficit de gol que está resultando letal; que está mutando de carácter hacia otro que todavía no vemos; que Griezmann, o Godin, o Gabi, o Falcao no están y que es absurdo actuar como si siguiesen estando. Que hay que tener paciencia y que es ridículo exigir a un equipo ser candidato a todo antes incluso de ser un equipo.
Muchos análisis deportivos del partido hablan de una buena primera parte del equipo rojiblanco. Yo no la vi. Yo vi un equipo irregular que intentaba hacer una cosa que no siempre le salía. Dominar en campo contrario, sacar el balón jugado, abrir mucho los laterales, meter a los interiores detrás de los delanteros para ganar la zona de creación… cosas interesantes que antes no veíamos (y que algunos cenizos siguen sin ver), pero cosas que no salen con la fluidez que la situación requiere. ¿Saldrá? No tengo duda, pero hoy no sale. Es así y nos engañaríamos si pensásemos de otra manera. Enfrente, un Valencia muy poco exigente facilitaba que la sensación fuese de dominio colchonero. No tengo tan claro que lo fuese. Lo que sí que tengo claro es que la segunda parte fue todavía peor. Un desastre. En actitud, en juego y en planificación. No entendí las rotaciones de la alineación titular y no entendí unos recambios que solamente debilitaron al equipo.
Eso sí, lo mismo esta humilde crónica sería de otra forma si este mismo equipo fuese capaz de meter algunas de las ocasiones que tiene. No recuerdo una situación con una falta de gol tan desesperante. A Morata se le ve voluntarioso, pero desacertado. A Diego Costa directamente no se le ve. Es terrible ver al internacional español deambular por el terreno de juego. Parece una sombra del jugador que todos recordamos. Desconozco si en una fase pasajera o si podremos volver a ver una versión de Costa que aporte lo que le falta al equipo; lo que sí parece claro es que no tiene sentido que hoy siguiese en el campo. Lo mismo se puede decir de un Koke que cada partido acaba más cuestionado que el anterior. Lento, desesperado, impreciso, irrelevante… Resulta muy difícil entender que siga siendo uno de los futbolistas con más minutos de la plantilla. Me encantan ambos jugadores, lo digo para que los francotiradores posmodernos no me incluyan en su equipo, pero creo que necesitan desesperadamente pasar por el banquillo. Intuyo que si no lo hacen es por su capacidad de liderazgo y el carácter que puedan aportar, pero es que eso tampoco está funcionando. El equipo fracasa igualmente en esos dos aspectos.
La RDA ya no existe, pero eso no significa que no se pueda ser feliz en el nuevo mundo, sin renunciar a nada ni a nadie y conservando tus principios. Es tan absurdo seguir funcionando con las leyes de la antigua república como abrazar a ciegas las reglas ese capitalismo salvaje (y tramposo) que quieren imponer desde el exterior.
Paciencia, honestidad y trabajo. No hay otra. Los castillos en el aire, o lo de merendarse la cena, mejor para otro día.
Gran artículo y yo voy a seguir negando esa crítica malsana y desproporcionada aun sabiendo q no tengo toda la razón xq criticar al Atleti de Simeone solo nos va a conducir al caso. Sobre todo porque se nota q él conoce los problemas q tenemos.
Marcar ocho goles en nueve partidos y estar colocado en quinta posición a solo tres puntos del primero es una gesta al alcance de muy pocos equipos.
Algo debe estar haciendo bien el equipo de Diego Simeone para estar ahí a pesar de marcar tan pocos goles, algo que se callan unos (La Caverna y sus seguidores) y algo que otros lo dan por supuesto y, sin embargo, exigen más. Si la paciencia, honestidad y trabajo (como bien apunta el autor del artículo) son claves para mejorar, un poco de humildad no estaría de más, que todos sabemos de donde venimos.