Los empates a cero están hechos para partidos así. Ni Real Madrid ni Atlético tuvieron como prioridad el gol, sino evitarlo. En ambos casos, protegerse era más importante que dañar al contrario. De manera que el juego osciló de un lado a otro como un péndulo pesado y perezoso. Cuando el Madrid fue mejor lo fue por muy poco y durante tiempo escaso; lo mismo ocurrió cuando el Atlético asomó la cabeza.
Es verdad que el Real Madrid se aproximó más a las posiciones de gol. Al menos, tiró entre palos. Un cabezazo de Benzema (74’) fue desviado por Oblak con una estirada excelente. Hubo un tiempo en que los tipos tan altos se agachaban por partes; ahora todos se doblan como gimnastas rumanas de quince años. Fue lo más cerca que estuvo la pelota de terminar dentro de una portería.
Lo más relevante, dado que el resultado no lo es, es que el Real Madrid se comportó como el Atlético en la precaución y en el cálculo. En ningún momento olvidó que llegaba como líder, un punto por delante de su adversario y dos por encima del Barça. En esos términos, sumar no era poca conquista. Además, el equipo está en proceso de reconstrucción, no sólo anímica. Y progresa adecuadamente. Por tercer encuentro consecutivo, el Real Madrid dejó su portería a cero (269 minutos sin tiros a puerta).
Si atendemos a la pizarra, el partido llevó la contraria a todos aquellos que mantienen que Zidane es un entrenador insustancial. Su planteamiento aguantó el pulso táctico a Simeone, al que tenemos por un maquiavélico estratega. Y en este caso el plan no se limitó a correr más, lo que nunca suele ser una mala idea. Con la inclusión de Fede Valverde, Zidane demostró una buena lectura de lo que estaba por suceder. Las frivolidades no estaban permitidas. Ni las distracciones. En este sentido, el chico Valverde es el monaguillo perfecto con la nacionalidad adecuada (uruguayo): no se mete en un problema, lo que no significa que su juego sea banal, al contrario. Lo hace todo bien, aunque todavía con cierta timidez. Es la misma timidez que achicó durante bastante tiempo el fútbol de Thomas, hasta que se liberó de la vergüenza y se reveló como un jugador extraordinario, el mejor del Atleti en el derbi.
Diría que Valverde inclinó la batalla del mediocampo a favor del Madrid, pero estoy hablando de una inclinación mínima. Mientras duraron las fuerzas y prevalecieron los sistemas, el muchacho aportó una mayor agilidad a su equipo. Pero insisto en que las diferencias eran infinitesimales. La primera preocupación de los equipos era la misma y ninguno se encontraba incómodo en el empate sin goles. Y no acuso a nadie de falta ambición. Quizá de respeto excesivo. Y esta vez ni siquiera apareció el más irrespetuoso de los jugadores, Diego Costa. Tampoco Joao Felix se manifestó en exceso. Todavía luce un fútbol demasiado introvertido.
Al final, nadie perdió. El derbi ha pasado sin afectar a los interesados, que no cedieron ni puntos ni confianza. Lo único que podría inquietar al Atlético es lo mucho que se le parece el odiado vecino. Como si repentinamente y sin previo aviso, el Real Madrid quisiera ser el equipo del pueblo.
[…] Hay un antítesis palpable entre estos dos contendientes —y entre sus aficionados— que hace del derbi un partido impredecible, casi neurótico, mágico, y que los de fuera alimentamos con nuestra falta de raciocinio para leer lo que realmente ha ocurrido en la escena del crimen. Nuestro discurso suele estar viciado, somos hijos del miedo a que se nos tache de parciales o imparciales. Por eso recurrimos casi siempre al pesimismo. «El pesimismo y el realismo son la misma cosa. Yo soy muy pesimista, sobre el mundo, sobre el futuro, sobre la sociedad, sobre la existencia…, pero de verdad creo que es así como es el mundo, así que pienso que soy realista. No hay otro remedio que hacer una evaluación pesimista del mundo. No puedo hacer nada al respecto. Siendo honestos, no queda otro remedio que ser pesimistas», comenta Woody Allen en una entrevista con El País Semanal este mismo domingo. No suelo llevarle la contrario al director neoyorkino, pero en este caso, yo me desmarco del pesimismo, al menos, para analizar lo que hizo el Real Madrid en el Wanda. […]