La primera reflexión es colateral. Ya no sabemos disfrutar del ciclismo sin televisión. Cuando se cortó la señal de TVE por un motivo tan justificado como una granizada pirenaica a muchos, locutores incluidos, nos entró una terrible sensación de desamparo. Qué hacer, cómo actuar. En los larguísimos minutos que duró la desconexión me pregunté cómo vivirían los aficionados la carrera antes de 1983, cuando en la Vuelta comenzaron las transmisiones de televisión en directo (si la memoria no me falla). Supongo que esos seguidores antediluvianos utilizarían la imaginación, ese interruptor oxidado, y con ella le pondrían imágenes a las crónicas radiofónicas y periodísticas. Así se construyó la leyenda del ciclismo clásico. Y así es como debemos completar el relato de una etapa fabulosa. Sabemos que Miguel Ángel López se cayó cuando tenía en jaque al resto de favoritos. Ocurrió en un tramo de tierra casi anegado por la lluvia y el granizo. Lo más probable es que perdiera el control de la bicicleta y el golpe fuera amortiguado por el barro. Seguro que le costó recomponerse en entre el lodo y el agua. Por enésima vez en esta edición de la carrera, Supermán pasaba de primer candidato a primer desgraciado. Alguien no quiere que gane, en Kriptón o más allá.
El guion cambió en ese tramo invisible. De los numerosos fugados solo quedó en cabeza Marc Soler, un ciclista al que Movistar tiene barriendo cuadras cuando su talento natural recomendaría algo más de consideración. Por detrás, Nairo circulaba junto al niño Pogacar después de atacar a Roglic y… a Valverde. Fue entonces, con la meta en el horizonte, cuando Movistar ordenó a Marc Soler que renunciara a la victoria para ayudar a Quintana. La reacción de Soler la vimos gracias a que cesó el granizo. El chico obedeció, pero negó con la cabeza y gesticuló indignado. En ese momento pasamos del aguacero al bochorno. Pogacar dejó atrás a Nairo y Movistar fue protagonista de un ridículo en altitud y con televisión en directo. Hay comunidades hippis mejor organizadas.
El equipo de todos, porque todos fuimos de Reynolds y Banesto, lleva años sin acertar una estrategia. Y la cuestión es más sangrante desde que Nairo se ha declarado en rebeldía. Se supone que esta vez tenía como misión trabajar para Valverde, tal y como ha hecho su compañero en infinidad de carreras. Pero Quintana ya ha cambiado de equipo, aunque la mudanza no será efectiva hasta final de año. La grieta es enorme y por allí se derrama la imagen del Movistar. Eso sí, sus opciones de ganar siguen intactas. Nairo es el nuevo líder de la Vuelta a España, con seis segundos de ventaja sobre Roglic, 17 sobre López y 20 sobre Valverde.
El quinto clasificado es otro ciclista a tener muy en cuenta. A 1:42 del maillot rojo se encuentra el ganador en Andorra, el esloveno Tadej Pogacar, el niño de 20 años al que se le iluminó la cara cuando supo que llovería. El chico está en la situación perfecta para aprovecharse del desgobierno del Movistar, del infortunio de Lopez y de la soledad de Roglic.
La carrera está apasionante, olvidé decirlo. Las mejores páginas de la historia del ciclismo se han escrito (o imaginado) a partir de rebeldías, con razón o sin ella. Del big-bang surgieron playas con palmeras y montañas como las de Andorra. Así que retiro los reproches morales y hago una llamada a la desobediencia ciclista. Quemen los pinganillos y no compartan bidones. El ciclismo nació para proclamar un solo campeón y se empezó a estropear cuando inventaron el podio.
La última frase es lapidaria. Tan cierto, tan descriptiva y con tan pocas palabras.
La táctica de Movistar es incomprensible. Parece sacada de la libreta de Zidane.
Qué buen artículo!!!