Roberto recuerda la charla que acaban de dar en el instituto a los chavales de su clase. La mayoría tiene 16 años como él o como Ansu Fati. «A las nuevas generaciones no os vale con estudiar», les han dicho, «también tenéis que tratar de ser los mejores». Una idea competitiva de la vida que por alguna razón se le ha quedado grabada. No solo eso. También le ha llevado a recordar aquella portada del AS ocupada por Ansu Fati que vio a primeros de septiembre tras un partido del Barcelona de esta temporada. Clavó los ojos en ella y se preguntó cómo es posible si tiene mi edad. Hoy entiende que la explicación está domiciliada en esa frase: «A las nuevas generaciones no os vale con estudiar, también debéis ser los mejores».
Roberto tiene 16 años. Acaba de aterrizar en el Bachillerato. Aún desconoce lo que quiere estudiar. En realidad, no es una pregunta fácil: saber lo que quieres ser, saber en lo qué deseas invertir el resto de tu vida. A veces, las vocaciones tardan. Y como te pasa a ti, te crees que a todos también les pasa. Pero en este caso no solo aparece ese compañero de clase que, con una decisión sobresaliente, dice que quiere ser médico o policía. En este caso tu edad está reflejada en los periódicos. A los 16 años descubres que no es demasiado pronto para compartir vestuario con Messi ni para marcar diferencias con el uniforme del Barcelona ni para empezar a ganar muchísimo dinero: Ansu Fati.
En plena adolescencia descubres que a tu edad ya se puede salir del anonimato. Que hay cosas que cuenta la vida que no explican los libros: Ansu Fati, de nuevo. Sea a través de esa portada de AS, de ese locutor de radio que grita su nombre acaloradamente o de ese balón que bajó al piso Ansu Fati y entró en la portería del Camp Nou. Mientras tú golpeas al balón en el recreo, hay un chaval de tu edad paseando por el cielo. No te imaginas cómo se puede ir tan rápido en la vida. Nadie te lo ha explicado: ni tus padres ni tus profesores y no es que hayan fallado ellos, sino que Ansu Fati se ha adelantado a todos. Yo se lo pregunto a Roberto para este texto y él sigue preguntándose cómo es posible, de qué clase de material está hecho ese chaval.
Mientras tanto, tú tienes que decidir qué quieres ser de mayor, porque es lo normal: tienes 16 años. Y no sabes casi nada del fondo de armario que cabe dentro de la vida. Y, cuando escuches hablar a tu padre, entenderás que lo que has vivido hasta ahora no es más que el prólogo de esta gran obra de teatro. Y que el hecho de ir acompañado a casi todas partes del teléfono móvil no significa que seas mayor. A los 16 años te vas de vacaciones con tus padres. A los 16 años aún no existen los becarios en las empresas. A los 16 años, aún no has empezado a afeitarte y hasta es posible que la letra de esa canción lleve razón: «Me disfracé de uno que no era yo» (Dani Martín, El canto del loco).
Mientras tanto, mañana volverás a madrugar para ir al instituto. Y no serás una excepción porque es lo que se hace a tu edad. Y recordarás esa fotografía de ese verano en el campo de hierba del pueblo de una de tus abuelas, que claro que no es la hierba del Camp Nou, esa que pisa Ansu Fati. Pero esa es la excepción: lo que le ocurre a uno solo de los millones de ciudadanos del mundo que tienen 16 años. Por eso tal vez sea un ejemplo que radiografió como nadie el periodista Carlos Martínez: «Ansu Fati parece negar la grandísima dificultad de jugar en el primerísimo nivel. No ha hecho nada sobre el campo, salvo aturullarse unos minutos tras su primer gol en Pamplona, que refleje la edad que tiene». De ahí que el destino tal vez nos lo haya traído hasta aquí para demostrar a la sociedad que, en realidad, 16 años tampoco impiden nada.
[…] la aparición de Ansu nos ciegue a todos, sobre todo a los que le reclaman ya en el once titular. Olvidamos que tiene 16 años y que las expectativas siempre corren más rápido que el balón. Antes que Ansu ya hubo otros […]