No creo equivocarme si afirmo que el Real Madrid es el equipo al que mejor se le da autodestruirse. Tiene ese don especial de borrar con la cola las huellas que han dejado sus dos patas delanteras. Es cierto que lo de Vigo fue una excepción a la norma que nos dictaba la temporada pasada y la pretemporada, y que la realidad se parece más a lo que vimos ante el Valladolid. Pero apagamos una hoguera para, pasados unos días, tirar una colilla encendida en mitad del bosque. No importa cuántas veces leamos el manual para prevenir incendios en verano, seguimos siendo igual de irresponsables.
Entre jornada y jornada ocurren varios sucesos paranormales como, por ejemplo, decidir que el poder que tiene Isco para parar el tiempo es un arma peligrosa a la hora de atacar a un equipo que va a poner a diez reclutas enfrente para defenderse como un gato panza arriba. A veces me sorprende la poca memoria que se tiene o el poco uso que se da a la sala de cine que hay en Valdebebas. A ese Valladolid ya se le habían visto las intenciones antes, con lo cual, no hay excusa alguna para no haber buscado una mayor profundidad y un poco más de chispa desde el once titular. Vinicius no podrá hacerse cargo de las expectativas si no se le dan ciertas responsabilidades. Querer vivirlo todo de golpe cuando apenas te quedan unos segundos en este mundo es entrañable, pero este equipo ya no puede confiar ni en sus propios mitos. Al que se le hacen demasiado largos los noventa minutos en su propia casa es al Madrid, no a sus rivales.
Este Real Madrid del 2015 huele a yogur caducado. Cuando se le cae el envoltorio, no queda nada. Y eso que James demostró que nunca debió haberse ido, que jamás quiso que ese fuese su destino. Sin embargo, el colombiano sigue teniendo los pulmones pequeños, solo aguanta alrededor de 60 minutos con los cincos sentidos puestos en el campo y Zidane lo sabe. Aunque también pudo comprobar que, sin James en el campo, el Madrid perdió los papeles. Mas allá de los señalados que ya enumeramos como una lista de cromos repetidos, el problema fundamental del Real Madrid es que no se acuerda de su orgullo, solo de su pasado. El amor propio brilla por su ausencia y es inquietante ver cómo el equipo se mueve por una delgada línea entre la ilusión repentina y la depresión como estado casi permanente. El primer paso para mejorar es arreglar la cabeza, no las piernas.
Si queremos ganar velocidad y encarar el futuro con algo más que una vieja maleta llena de recuerdos, no se me ocurre un mejor acelerador que Neymar. Porque a veces, solo se trata de eso, de perder un poco el control, aunque queramos seguir guardando las viejas apariencias. Estoy convencida de que, si suena la samba, los goles vendrán solos.
—Pero Doc, ¿has construido una máquina del tiempo con un DeLorean?
—En mi opinión, si vas a hacer algo como esto, hazlo con estilo.
[…] el Valladolid dio un pequeño paso al frente y al Madrid se le empezaron a descoser las costuras; el viejo Madrid, el del año pasado y el del año anterior comenzó a aparecer con claridad, sobre todo en esa falsa ilusión defensiva […]