Hey, yuhu, Ya es hora de mirar a la Vuelta a España. El verano termina y carecemos de excusas para estar distraídos. Ya no queda horizonte, solo perfiles de etapa. Es verdad que la carrera nació herida por las bajas y huérfana de candidatos españoles (que me perdone Valverde), pero la carretera o los ciclistas, o el sol de Levante, están transformando al pato en cisne. La última historia serviría de argumento para un buen cuento sobre la persistencia y la familia. Un día después de las lágrimas vertidas por un ciclista que no pudo ganar, su hermano consiguió la victoria. Es fácil imaginar el tobogán de emociones por el que han pasado en 24 horas los Herrada, hermanos, padres y vecinos de Mota del Cuervo. De la depresión abisal, no hay derecho, al champán de merienda, nos lo merecemos. Sin tiempo para digerir la pena, Jesús vengó a José.
No solo cambió la suerte, también el liderato. Podríamos decir que el Gordo estuvo muy repartido. Jesús Herrada se llevó la etapa y el belga Dylan Teuns es el nuevo maillot rojo. El ciclista del Bahrain ya tenía la temporada hecha después de ganar en el Tour (La Planche des Belles Filles) y en la Dauphiné (Craponne-sur-Arzon), pero ahora se le abre una perspectiva nueva: resistir y quién sabe si algo más que eso. Esto es la Vuelta, les recuerdo. Y aquí han ganado Giovanetti y Horner, entre otros señores que pasaban por aquí.
Para David de la Cruz también fue una buena tarde, como para el resto de escapados. Durante mucho tiempo fue líder virtual, pero se desfondó en la última cuesta. No está nada mal, pese a todo. Llegó a la Vuelta a última hora y parecía tan enterrado como su equipo, el todopoderoso Ineos. Pues bien, De la Cruz ocupa ahora el segundo puesto de la general, a 38 segundos del maillot rojo. En esta vida, hay equipos y personas que no admiten un desprecio.
No faltó la sangre. En el kilómetro 105 una caída dejó fuera de combate a Nicolas Roche y Rigoberto Urán, quinto y sexto en la general en ese momento. Ya lo cantó Rubén Blades: si naciste para martillo del cielo te caen los clavos.
Lo que demostró la fuga es que la carrera no tiene dueño. Miguel Ángel López, que todavía parece el ciclista más fuerte de la Vuelta, ya ha perdido el liderato dos veces. Y entre la incertidumbre de unos y otros asoma un chico de 20 años de nombre Tadej Pogacar, otro esloveno que muerde. Aún cuesta memorizar su nombre, pero pronto lo tendremos tan grabado como otros que nos parecieron imposibles (ver Djamolidine Abdujaparov). Pogacar demarró en los últimos kilómetros de la ascensión final y avisó de sus aviesas intenciones: desea ganar. Le ocurre como a Evenepoel (19) o Bernal (22). Están hartos de que digamos que el futuro les pertenece, quieren el presente.
Merece la pena mirar para ser testigos del asalto. Se termina el verano y ya habrá tiempo de sestear en el trabajo o en el metro. La Vuelta está tan bonita como solo nos lo parecen los niños nuestros. Achuchémosla.
Al primer señor “que pasaba por aquí” que yo vi ganar fue a Eric Caritoux, que se llevó la Vuelta por 5 segundos.