En 1968, un año antes de los crímenes de la Familia Manson, los Rolling Stone presentaron su disco Sympathy for the devil (Simpatía por el diablo), que incluía una canción con el mismo nombre. En la letra, escrita por Mick Jagger y Keith Richards, Lucífer se nos presenta a ritmo de samba-rock y hace repaso de sus maldades y encantos.
Ese mismo año, también en 1968, Roman Polanski rodó La semilla del diablo, la historia de una joven que es fecundada por el demonio (descuiden, el spoiler no les librará del susto). El papel protagonista correspondió a Mia Farrow, pero el realizador polaco admitió que hubiera preferido a Sharon Tate, con la que acababa de casarse. Con ella rodó un año antes El Baile de los Vampiros, una sátira kitsch sobre el vampirismo y los no muertos. Tate ya tenía experiencia en el género: en 1966 había tomado parte en su primer largometraje como protagonista, El ojo del diablo, vendida comercialmente como «el clímax del terror psicológico». En cada caso notarán una presencia satánica recurrente, sin necesidad de que les mencione los asesinatos de Martin Luther King y Bobby Kennedy, también en 1968.
Es probable que los años 60 se hayan ganado mejor fama de la que merecen. La década del amor libre fue también la del odio libérrimo. Quizá porque la experimentación se llevó al límite y la exploración no fue sólo sexual y química; es obvio que no todos los viajes terminaron bien. El cuestionamiento de lo establecido, expuesto en términos generales, incluyó tanto la autoridad terrenal como la divina. Por las rendijas de la revolución se colaron psicópatas como Charles Manson, convertido en icono pop porque el ser humano necesita, en cualquier época, una ración de monstruos de los que abominar mientras se acerca a ellos para verlos mejor.
Charles Manson, muerto a los 83 años, es portada en todos los medios del mundo porque Manson vende, siempre lo hizo. Sus admiradores no decayeron después del asesinato del que fue ideólogo, que no ejecutor, y que en 1969 arrebató la vida a cinco personas, entre ellas Sharon Tate. Los detalles de la masacre son espeluznantes. La mujer de Polanski fue apuñalada 26 veces. En un intento desesperado por salvar su vida, Tate se ofreció a ser secuestrada y suplicó que la dejaran ver nacer a su hijo. Según contaron los propios asesinos, Sharon Tate no dejó de llamar a su madre mientras era apuñalada. Polanski se enteró de lo ocurrido en Londres, donde estaba trabajando.
Poco tiempo después se supo que Manson había señalado como objetivo la mansión que se ubicaba en el 10050 de Cielo Drive, Beverly Hills, porque pensaba que allí todavía vivía el productor musical Terry Melcher, que le había ignorado cuando Manson pretendía ganarse la vida como músico. Melcher, hijo de Doris Day, se había mudado pocos meses antes del asesinato, después de romper su relación con la actriz Candice Bergen, con la que había vivido en la casa. Convertida en lugar de peregrinación de curiosos, la mansión fue demolida en 1994 y sustituida por una nueva construcción con dirección distinta: 10066 Cielo Drive.
En total, se atribuyeron 35 asesinatos a la Familia Manson, en su mayoría planeados para culpar a los negros y provocar un conflicto racial, pero las atrocidades no hicieron más que ensalzar la demoniaca figura de Manson. Afton Elaine Burton fue la última mujer que se fascinó con su figura. Con 17 años, comenzó a cartearse con el convicto. Años después dejó su casa en Illinois para establecerse en Corcoran y visitar a Manson cada fin de semana. Condenado a cadena perpetua (se salvó de la pena capital porque fue abolida en California), Manson obtuvo en 2014 la autorización para contraer matrimonio.Burton tenía entonces 26 años, la misma edad que Sharon Tate cuando fue asesinada. La autorización expiró sin que se casaran.
Sabemos lo que fue de Charles Manson, muerto a los 83 años por la incomprensible generosidad de la biología y el destino. Lo que nunca sabremos es qué hubiera podido ser de Sharon Tate. No es descabellado suponer que se hubiera repartido papeles con las grandes actrices de su generación, Faye Dunaway, Mia Farrow o Jessica Lange. Polanski habría ayudado. Diez años después del asesinato, el director polaco dedicó su película Tess a la memoria de su mujer fallecida.
Se dice que los años 60 terminaron cuando asesinaron a Sharon Tate. Se dice, pero es mentira. Una semana después se celebró el Festival de Woodstock, emblema musical de la década. Tampoco es cierto que el siglo XX haya necesitado la defunción de Charles Manson para bajar definitivamente el telón. Mal cuento sería este si la última frase se la concediéramos al monstruo.
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