La suerte, concretamente la mala, es un concepto difuso. Hay quien niega la casualidad cuando un piano se precipita sobre tu cabeza. Quienes comparten esa opinión consideran que la mala suerte se invoca de forma inconsciente, y en este sentido funcionaría igual que la buena. Yo tengo mis dudas. No creo que Mikel Landa albergara ningún pensamiento negativo cuando se fue al suelo. Había salvado el abanico y el podio era una posibilidad cierta visto el retraso de rivales como Pinot, Porte, Urán o Fuglsang. Los ciclistas se caen, aunque es cierto unos se caen más que otros. Que no pudiera reengancharse a ese segundo grupo tampoco es responsabilidad de Landa. Nunca estuvieron tan cerca los perseguidores como en ese instante fatídico, apenas a 13 segundos.
?? #TDF2019: Caída de @MikelLandaMeana al engancharse con otro corredor mientras formaba parte del grupo de cabeza. @Nelsoliveira89 e @ImanolErviti se detienen para ayudar al alavés. Restan 15 km a meta. pic.twitter.com/njBjKxGhiW
— Movistar Team (@Movistar_Team) July 15, 2019
Hay quien piensa que la suerte, buena y mala, tiende a equilibrarse, de manera que las rachas penosas se compensan con otras de viento a favor. Sigo sin estar de acuerdo, o no totalmente. Es verdad que el destino tiende a la neutralidad, pero a veces se toma varias generaciones para llegar a cero. Lo deseable sería que Landa encontrara una fuga salvadora que le devolviera a la pelea por el podio. Pero tal vez eso ocurra en la próxima Volta a Catalunya, o dentro en el mismo Tour pero dentro de dos años. O tal vez estemos equivocados y Landa ya haya gastado ese comodín al salir sin daños de la caída. No es tan fácil saber cuando ganas o cuando pierdes.
Igualmente desafortunado se debe sentir a estas horas Thibaut Pinot y con él todo el ciclismo francés. Parecía su año, por fin. Era el mejor clasificado de los favoritos y su confianza le otorgaba el aura de los llamados a grandes gestas. Hasta que se vio cortado por el viento, como si fuera un principiante. En el mismo error cayeron también Porte, Urán y Fuglsang. Su retraso en meta, de 1:40, no es decisivo de cara a la clasificación general, pero es posible que la moral de todos ellos haya quedado maltrecha.
Así las cosas, la capitanía del Movistar recae sobre Nairo Quintana y habrá que ver qué papel queda para Landa; si el de agente libre o el de gregario cualificado. Confío en que el equipo se decante por la primera opción y Landa no acepte otra posibilidad.
Ni qué decir tiene que Ineos, Bernal incluido, se puso a tirar cuando conoció el accidente de Landa. Mikel es irregular, inconstante y tiene tendencia al caos, pero nadie se fía de un escalador como él.
En el grupo cabecero también se dejó ver Alaphilippe, el flamante líder. En todo momento pareció el instigador de las operaciones y su luz oculta la magnífica colocación que tiene en todo momento Enric Mas. Para un candidato de segundo rango no hay mejor lugar que las bambalinas. No gastar fuerzas y que no te desgasten el nombre. Y les recuerdo que el jueves (mañana hay descanso) comienza la montaña. A partir de ese día habrá que ver cómo reaccionan las víctimas de hoy y, especialmente, qué actitud toma el destino.
Por cierto, Van Aert ganó la etapa, la cuarta del Jumbo Visma. Se impuso a los sprinters y nos recordó que nos invade una generación de ciclistas androides de fabricación belga (Van der Poel, Evenepoel..), capaces de vencer en cualquier terreno y ante cualquier rival. Al final, mis queridos amigos, sólo existe una suerte: ser joven.
Gracias a Juanma Trueba por la amena y a la vez puntillosa crónica que cada día nos regala sobre este tour que, por lo menos de mi parte, a priori parecía aburrido, y está resultando bastante entretenido, pueda ser que las etapas de alta montaña no nos defrauden.