Me he puesto a leer lo que ha escrito Alfredo Varona sobre Laurent Fignon y he sentido unas irrefrenables ganas de escribir yo también sobre el personaje. Sobre Fignon, quiero decir, aunque Varona también daría para un artículo igual de interesante, porque al final todas las incomprensiones son parecidas. Es increíble que un periodista como él esté ubicado en lo que podríamos denominar como el circuito independiente, cuestión que me enfurece y de la que saco provecho al mismo tiempo. Si Varona estuviera reconocido como debería no lo disfrutaríamos en A la Contra.
Pero volvamos a Fignon. Cuenta Varona que terminamos por odiarle y no me atrevo a negarlo. Recuerdo que poco antes de perder aquel Tour del 89, escupió a una cámara de Televisión Española y aquella afrenta la tomamos como una cuestión nacional. Además era uno de los enemigos de Perico, y con eso bastaba para dibujarle una diana en el rostro. Sin embargo, Fignon no fue siempre un antihéroe. En sus inicios, en la Vuelta del 83, cuando surgió como escudero de Hinault, Fignon era Jude Law, el ciclista más guapo que se había visto sobre una bicicleta desde Hugo Koblet. Digamos que, a diferencia de Hinault (otro tipo atractivo), su belleza era moderna y anticipaba una nueva raza de corredores que ya no parecían curtidos por la pobreza o por el sol, o por ambas cosas. Fignon tenía el aspecto de un estudiante universitario y su pelo era de un color rubio insultante, no pajizo como Anquetil, sino más próximo a Darrigade, aunque con un corte indiscutiblemente parisino.
Ese Fignon, el que ganó los Tours de 1983 y 1984, era un ciclista que relucía por talento y aspecto. Perico mereció pelearle esas victorias hasta el final, pero ya hemos visto que esto no va de merecimientos. El caso es que la fisonomía de Fignon comenzó a cambiar y a los dos años de su irrupción ya era un ciclista distinto. La alopecia hizo estragos en su imagen (por el mismo camino va Jude Law) y nos situó frente a un ciclista que de pronto parecía más calvo y más gordo, y por supuesto, mucho más antipático. Es absurdo, lo sé. Incluso infantil. En el ciclismo hay un puñado de divinos calvos a los que nadie miró jamás bajo la gorra. Pero Fignon había cambiado y en esa mutación se convirtió en antihéroe.
Diré en mi descargo que siempre ha prevalecido en mi memoria el recuerdo del primer Fignon, el de la cinta en el pelo. Y ha sido al leer a Varona cuando he pensado en la edad de su muerte, cincuenta años, algo que debí ver demasiado lejos hace nueve años y que ahora es una bala que me silba junto a una oreja y me hace sentir extremadamente frágil porque yo ni siquiera he ganado dos Tours, ni fui tan guapo, ni por supuesto tan parisino. No sé si la vida fue perra con Fignon por subirlo tan pronto y bajarlo tan rápido, o tal vez hubiera debido darle las gracias en el lecho de muerte por auparlo a la cima y mostrarle el paisaje, privilegio que no todos comparten.
Sospecho que Fignon no tiene el lugar que le corresponde en la historia del ciclismo, precisamente porque perdió el Tour de 1989, el que le hubiera igualado a Bobet con tres victorias, y porque perder el pelo fue su maldición hasta el punto de que se dice que esa maldita coleta con la que los alopécicos curan la nostalgia fue la responsable de la fricción aerodinámica que le hizo entregar el Tour por ocho segundos.
Mi consuelo, si es que existe alguno cuando la morriña ataca, es que Varona tiene un pelo recio y no se dejará nunca coleta. Creo.
En mi apreciacion, Fignon hizo un giro en forma de U, como aquel equipo que capitaneo. Su aparicion en la Vuelta me hizo fan suyo, su groseria y la rivalidad con Perico le llevo al «lado oscuro», pero, una vez retirado, dejo de caerme mal. Un par de entrevistas concedidas en el momento adecuado y unas palabras bien elegidas pueden tener ese efecto. Al final te queda un ciclista que atacaba constantemente, lleno de clase.
Por cierto, el otro personaje de la foto tambien merece atencion. Robert Millar (tambien un ciclista cpaz de dar espectaculo en las monta#as) debio sufrir mucho en su dia, pues ni la homosexualidad ni mucho menos el cambio de sexo eran aceptados con facilidad, si es lo que eran, en los 80. Fue objeto de mucha burla, y hasta hace bien poco, pero realmente fue una persona valiente.
[…] por delante estaban otros dos campeones. De los grandes. Con sus miserias, sus historias a cuestas. El francés Fignon, arrogante y altivo, héroe adolescente transformado en maduro ante la oportunidad de volver a ser quien fue. Y Greg […]