Por dónde empezar. Pasó mucho y pudo ocurrir más. En primer lugar la etapa señaló tres héroes, lo que nos aproxima mucho a una película de Los Vengadores. En este caso, los señores con capa responden a los nombres de Thomas De Gendt, Julien Alaphilippe y Thibaut Pinot. Todos tuvieron premio. De Gendt ganó la etapa y ya está en condiciones de registrar lo que podríamos denominar como la victoria De Gendt: fuga contra los elementos y triunfo épico. Así había ganado antes en el Stelvio (2012) y en el Mont Ventoux (2016), y así volvió a hacerlo en Saint Etienne.
Como el pelotón no es tonto (o no demasiado), en cuanto vio que De Gendt se largaba (kilómetro 2) se puso en situación de zafarrancho de combate. Más aún cuando comprobó que sus compañeros de escapada eran De Marchi, Terpstra y King, tipos con los que puedes fugarte de un pelotón o de Alcatraz.
Nunca se les dio tregua. Con el grupo comandado sucesivamente por Trek, Sunweb, Astana y EF, los fugitivos no dejaron jamás de escuchar los ladridos de los sabuesos. Lo normal, dada la exigencia de la etapa, es que hubieran depuesto las armas. Pues no. Defendieron su ventaja como quien protege su libertad después de media vida en la cárcel.
Terpstra y King se quedaron sin fuerzas y fueron atrapados a regañadientes. De Gendt y De Marchi resistían contra toda lógica. A 28 kilómetros para la meta, su diferencia era de 1:55. Muy poco, si pensamos en los ataques previstos para la última ascensión. Sin embargo, sucedió algo que nos recuerda que el destino baraja las cartas. Geraint Thomas y varios de sus compañeros se cayeron en una curva a 17 kilómetros de la meta. Aunque reaccionó de inmediato, Thomas se vio 20 segundos por detrás del grupo a punto de iniciarse la última subida. ¿Saben cuál de sus enemigos atacó por delante? Correcto: ninguno. En el ciclismo se ha puesto de moda esperar a los favoritos de alto rango cuando sufren una avería o una caída, como si esas no fueran circunstancias de carrera. Personalmente creo que es un trauma que nos dejó Armstrong, al que había que pedir permiso hasta para miccionar. El hecho es que en tiempos de Hinault-Fignon se atacaba en los avituallamientos y ahora se levanta la mano para demarrar.
Por suerte, Alaphilippe existe. Su misión era recuperar el maillot amarillo y con ese afán saltó del grupo en compañía de Pinot. Este último sí pensaba en el podio de París. Pelearon con tanto ahínco que dieron ganas de hacerse francés; si no podemos ser nosotros, que sean ellos. Se planteó entonces una doble persecución que nos salvó el sábado tarde. El pelotón contra Francia y los franceses contra De Gendt. Como dije antes, vencieron todos, también nosotros. De Gendt levantó los brazos, Alaphilippe recuperó el amarillo y Pinot se coloca como el mejor de los favoritos en la general, 20 segundos por delante de Thomas.
Nibali reventó y llegó a 4:25. Offredo, uno de los protagonistas de la fuga del día anterior (200 km), se presentó a 29 minutos con la lengua fuera y el corazón también. En el ciclismo hay dos tipos de corredores en fuga: los que solo tienen esperanzas y… De Gendt.
Un tipo de los que se merecen todos sus triunfos este De Gendt. Y quizá Pinaut sea el tapado de este Tour.