Según Einstein, el genio es un 1% de talento y un 99% de trabajo.
La historia del deporte nos habla de innumerables deportistas talentosos que pudieron ser mucho más de lo que fueron, y el fútbol desde luego no es una excepción. Hay un gran número de futbolistas que se conformaron por unas razones u otras a ser muchísimo menos de lo que su talento les permitía, y de otros que, siendo los mejores, perdieron la motivación de seguir siéndolo. Podríamos hablar de muchos (esa es mi intención) y de las muchas razones, dinero, fama, inmadurez, alcohol, drogas, incultura, fanatismo, desilusión o todas ellas juntas, que hicieron que esto pasase.
De todos esos futbolistas malditos mi favorito es George Best, una estrella que subió al Everest y en la cima se preguntó, ¿y ahora qué? Su respuesta fue bajar a los infiernos.
Pronto se cumplirán 14 años de la muerte del llamado “quinto Beatle”, aquel formidable extremo que con 22 años fue nombrado Balón de Oro, el primer jugador y posiblemente el único que de verdad se convirtió en un icono pop.
Best fue un futbolista de un talento imperial, un jugador señalado para marcar una época, pero también fue un niño al que lo que más le preocupó en su vida, según sus propias palabras, fue demostrar a su padre que era el mejor. Y lo consiguió. Esa posiblemente fue su gran victoria,
«Creo que he encontrado a un genio». Así fue como Bob Bishop, ojeador del United en los años 60, definió a un Best de apenas 15 años. Luego vino un paso peculiar y problemático de dos años por la escuela del United, un debut con el primer equipo con 17 años y su primer gol meses después. A los 19 ya era una estrella. A los 20 firmó su fantástico partido en Lisboa con dos goles ante el mismísimo Eusebio. Fue máximo goleador de la Premier con 21 y mejor jugador de Europa con apenas 22 años. Todo demasiado pronto, demasiado rápido, demasiado fácil, para un futbolista tan excesivo dentro y fuera del estadio.
Dicen que a Best lo destrozó la fama, el dinero, la vida fácil, pero hay quien cree que al genio irlandés lo mató deportivamente ese vacío que se crea cuando uno ya lo ha conseguido todo con 22 años y no encuentra un reto que le haga levantarse para ir a entrenarse, para querer ser el mejor. “El fútbol era tan fácil para él que ser el mejor ni siquiera le obligaba a esforzarse”. Eso comentó a uno de sus compañeros en el United.
A aquel extremo rápido, intuitivo, habilidoso, imaginativo y genial lo devoró su personaje; el juerguista y mujeriego alcoholizado se comió al deportista. De ese tiempo son sus frases, que se han convertido casi en eslóganes. “Gasté mucho dinero en coches, mujeres y alcohol. El resto lo malgasté”. “En 1969 dejé las mujeres y la bebida. Fueron los peores veinte minutos de mi vida”. Aquel era el tiempo del vive deprisa, muere joven y deja un cadáver bonito.
En 1968, con 22 años, Best era el mejor jugador de Europa, un futbolista que iba dirigido al Olimpo del fútbol, un jugador llamado a formar parte de ese exclusivo grupo donde conviven Cruyff, Maradona, Pelé o Di Stéfano. Pero él prefirió ser él, George Best. Al final de su vida contaba cosas como esta: “No es cierto que me haya acostado con seis Miss Mundo. Solo fueron tres”. Ya era una caricatura de sí mismo.
Hay mil anécdotas sobre mujeres, borracheras o coches que se cuentan sobre el genial jugador, algunas son verdad y otras son leyenda. A mí la que más me gusta es una de fútbol. En una entrevista a Best antes de un partido de selecciones entre Irlanda y Holanda, un periodista le preguntó si Cruyff era mejor jugador que él. Best se rió y le dijo si estaba de broma. El periodista respondió que Cruyff era Cruyff. Best le contestó: «Hoy en el partido le haré un caño». En el minuto 20 Best levantó un brazo mirando a la tribuna de prensa y se señaló como el número uno; en la jugada anterior y tras un par de fintas, Best le había hecho un caño al holandés.
El encuentro terminó con empate a dos, pero Best había ganado su partido a Cruyff. Por si alguien tenía dudas, él era el mejor.
En Colombia tuvimos un caso de un jugador que pudo ser de los mejores del mundo porque el talento y la condición física la tenía, pero como a muchos otros su personaje lo devoró, Faustino «Tino» Asprilla, aquel que le quitó el invicto de 58 fechas en liga al Milán.