Parto de la base, muy poco científica, de que cuando un país entero tiene un deseo, y lo siente muy profundo, el deseo termina por hacerse realidad, y no una vez, sino varias. Hablo de afanes deportivos, aunque sospecho que también podría referirme a ambiciones políticas o territoriales, pero mejor será no meterse en líos. En España deseamos el Tour desde los tiempos de Vicente Trueba (lean el libro de Marcos Pereda de manera urgente), cuando La Pulga de Torrelavega se convirtió en el primer Rey de la Montaña y, además, en el primer damnificado por la organización; de haberse aplicado el reglamentario fuera de control, un Trueba hubiera sido el primer español en ganar el Tour, allá por 1933, imaginen lo que aún estaríamos presumiendo algunos.
En 1959, Bahamontes corrió con ese aire favor —la energía del deseo—, y así lo hicieron también Perico o Indurain, y si no mencionó a Ocaña es porque él siempre tuvo el viento en contra. De igual modo, estoy dispuesto a sostener en cualquier foro (preferiblemente en cualquier bar) que el Mundial y las Eurocopas que encadenamos entre 2008 y 2012 fueron fruto de una obsesión que afectaba ya a varias generaciones y que erupcionó en un lustro fabuloso.
Según este mismo argumentario, en Colombia se cobran ahora una pasión el Tour que va camino de las cuatro décadas y que también se ha transmitido de padres a hijos e incluso de abuelos a nietos. En este tránsito hacia la gloria, el ciclismo colombiano nos surtió primero de excelsos escaladores (Lucho, Parra…), luego de un contrarrelojista inaudito (Santiago Botero) y últimamente de un sprinter de primerísimo nivel, Gaviria. Sólo les faltaba un ciclista total y creyeron (creímos) encontrarlo en Nairo, pero temo que Nairo, a pesar de los éxitos, nunca se encontró a sí mismo. Sobrado de talento, diría que le ha faltado la alegría de los ciclistas colombianos y ahora me apuntará alguien que Lucho tampoco era Jerry Lewis, pero yo no me refiero al carácter, sino a la manera de correr, a esa valentía y a esa maravillosa despreocupación. Nairo siempre anda sospechando y así se le fueron los Tous que debió ganar.
Egan Bernal es, en cierto sentido, lo que fue para nosotros Indurain, un adelanto de la raza o una versión mejorada, quizá un salto en la evolución de la especie. Además de una planta imponente, Miguel tenía una cabeza muy poco española en comparación con los corredores de la época y con los políticos de la actualidad. No me extenderé en este asunto…
El caso es que con Bernal nos situamos ante otro ciclista inabordable, sin puntos débiles, tal y como han sido los pentacampeones del Tour. Solo atisbo una debilidad en la carrera del niño prodigio y tiene relación con su equipo. Me explico. No sé si Ineos asumirá con el correspondiente fair play que la eclosión de Bernal significa que Froome y Thomas no volverán a ganar el Tour, que aquí termina el Imperio Británico. Tampoco me importa mucho, si soy sincero. Creo que me será más fácil venerar a Egan con otro maillot, porque después de tantos años de sometimiento he desarrollado contra Sky/Ineos un prejuicio del tamaño de un elefante africano. Hay algo que no me gusta… y seguramente sea perder.
De la misma forma que Colombia soñó la paz y la consiguió, ahora el país disfruta de otro sueño madurado bajo el sol de los veranos en Francia. Para ponerse en su piel y en su fiesta, solo hace falta recordar cómo éramos cuando ganó Perico, o cómo se sintieron los más viejos cuando vencieron Bahamontes u Ocaña, y cómo se imaginaron el himno en París.
Por cierto, la última etapa la ganó Caleb Ewan y es fácil que aprendiera a hablar español en la meta, tal era la proliferación de colombianos felices y locuaces. Enhorabuena a todos porque, de una manera y otra, son accionistas del éxito. Ya es hora de que alguien lo diga. Soñar no es perder el tiempo, es invertir en valores.
Juanma, el ciclismo en Colombia es una pasión nacional, se practica y se se sigue con asiduidad, afortunadamente hemos siempre tenido algún buen ciclista que no haga perder la ilusión de aquellos chicos que como Egan veían en ellos sus ídolos y los espejos en que mirarse. Nairo también nos ha dado grandes alegrías y será por eso que lo defendemos de forma tan chauvinista, aunque soy más del pensamiento, igual gial que muchos, que hubiera podido ganar si se lo hubiera creído, porque la capacidad la tenía. Tampoco olvidamos a Rigo, a quien muchos ya llamaban exciclista y sigue allí dando la lucha. Quizá con el caracter de Rigo y la capacidad de Nairo, hubieramos ganado no uno sino varios Tours. Egan es hoy la principal estrella de este firmamento tricolor, pero también confiamos y esperamos grandes cosas de Superman López y otros que eclosionan como Iván Ramiro Sosa. Este triunfo, así como los de Nairo anteriormente y los podios de Chaves y Rigo, creo que garantizan 20 años más de ciclismo colombiano, durante los cuales esperemos que salgan otros grandes campeones. PD: Soy de la costa caribe colombiana, alejada de las grandes montañas de donde han salido nuestros guerreros, pero desde niño he seguido con esperanza a nuestros ciclistas, de la época de Lucho Herrera y el gran Fabio Parra, y no imaginas cuanta alegría y cuantas lágrimas me ha producido la culminación de una esperanza de más de 35 años. Gracias una vez más por tus crónicas diarias, y esperemos que tengas que escribir muchas más sobre este nuestro joven héroe.
[…] retirándose por lesión cuando apuntaba como mínimo al segundo lugar. Hubo tanto premio para Bernal por valiente como castigo para el Movistar por indeciso, hubo un alud en medio de una etapa […]