Pero este no solo es el triunfo de Egan Bernal. Este es el triunfo de un ciclismo que es imposible no amar como el ciclismo colombiano. Este es el triunfo de los valientes. Este es el triunfo de los que no se han cansado de esperarlo. Y este es el triunfo que inició Lucho Herrera cuando apareció en Europa con aquel maillot del Varta-Café de Colombia en los ochenta. Cuando nos enteramos de que él, en realidad, era un jardinero nos dejó de piedra. Pero Lucho fue ese tipo: el precursor de todo esto. El hombre que siempre tendrá esa fotografía junto a Bernard Hinault en la que se lo hace pasar tan mal a Hinault como si le sacasen la muela del juicio. Porque esos fueron los años en los que los colombianos nos demostraron que los brasileños del ciclismo eran ellos. Jugaban como nadie en las montañas y perdían en las contrarreloj. Pero llegaban al corazón de la gente que quería ciclistas valientes como ellos, los colombianos; locutores de radio como ellos, los colombianos, y perdedores como ellos, los colombianos, que nos demostraron que no pasaba nada por no subir al podio. Era posible no ganar y dejar huella: lo más interesante de todo este asunto.
Hoy, por fin, ha ganado el Tour de Francia un colombiano: Egan Bernal. Quién nos lo iba a decir entonces. Parecía que nunca llegaría ese momento. Que era materialmente imposible. Pero Bernal ni siquiera había nacido cuando Lucho Herrera comenzó aquella revolución de los colombianos en Europa. Y luego le siguió Fabio Parra, que era, incluso, mejor que él. O, al menos, más completo. Y Fabio fue tercero en un Tour de Francia. Y luego vino Álvaro Mejía que, sin ser el más espectacular, se quedó a la orilla del podio en uno de los Tours de Indurain. Y gente muy, muy buena como Oliverio Rincón, que podía y debía haber hecho más. O como Botero con aquel maillot del Kelme, un tipo que era como un boxeador, capaz de pelear en todos los terrenos: en las bajadas y en las subidas. Porque han sido muchos, muchos años hasta llegar a Egan Bernal, a este golpe de autoridad que ha dado este muchacho a los 22 años. Un golpe que, seamos realistas, nos ha dejado sin palabras. No concebíamos a ciclistas de esta juventud en lo más alto del podio de París. Ullrich, a los 23 años, siempre nos pareció una excepción. Pero no se trata de excepciones, sino de fueras de serie, de que hay gente fuera de serie.
De hecho, Lucho Herrera también lo era. Pero eran otros tiempos. Entonces los ciclistas colombianos no corrían en equipos europeos. Venían al Tour de Francia casi como si viniesen a hacer el Camino de Santiago. Pero entonces Lucho fue capaz de maravillarnos en los Alpes, de apropiarse del maillot de la montaña y de hacer algo más importante que ganar o perder. Lucho Herrera, en realidad, estaba abriendo la puerta a los colombianos con lo difícil que es ser el primero. Pero él se atrevió a serlo. Y entonces nos avisó de que algún día podría pasar lo que ha pasado hoy con Bernal, con esta maravillosa victoria que es su victoria y la de todos los colombianos. Incluidos Nairo Quintana o Rigoberto Urán que, sin ganar, nos demostraron en su momento que era posible ganar en estos tiempos tan modernos. Solo había que esperar el momento justo y este ha llegado ya, domiciliado en un ciclista que, a los 22 años, se ha atrevido a cambiar los tiempos del ciclismo, Egan Bernal, como Lucho Herrera los cambió en los ochenta cuando descubrió la tierra prometida: el Tour de Francia.
Aquel Varta-Cafe de Colombia era en equipo espectacular que atacaba en cada rampita. Además del Lucho recuerdo a Pato Jiménez y Edgar “Condorito” Corredor.
Esa época fue espectacular, recuerdo mi niñez cuando la gente en sus trabajos cargaban radios para escuchar la narración de la carrera y las etapas de montaña. Como contaban nuestros ciclistas que algunos corredores mala leche (entre ellos Fignon, al que ningún colombiano de aquella época le tuvo cariño hasta su temprana muerte) trataban de sacarlos de la carretera!!! Si, ojalá alguno de aquella época vuelva a narrar esas anécdotas. Es cierto que fueron nuestros guerreros que tomaron el camino opuesto casi 500 años después para conquistar Europa sobre sus «caballitos de hierro» como solemos llamar a nuestras bicicletas. Por todo eso, no imaginas cuanta alegría desbordada, un grito mas de 35 años atragantado, una espera que llega a su fin. Las lágrimas de la madre de Egan fueron las de todos los colombianos que durante todos estos 36 años hemos seguido el ciclismo, con la esperanza de algún día ver a uno de los nuestros ahí, en el cajón mas alto. Ya por fin podemos descansar, y ahora sí, se viene lo mejor, aunque el camino ha sido largo y tortuoso.