En Argentina la expresión “no dar ni cinco de bola” es una locución que hace referencia a no prestar atención a algo o a alguien. En el caso concreto del fútbol, en la última década Argentina no le ha dado ni cinco de bola a su pérdida de identidad. Una identidad que estaba marcada, casualmente, por el número 5. Y es que el fútbol es capaz de dar vida a los números, otorgándoles cualidades, funciones y hasta nacionalidades. Desde el siempre incansable “2”, ese que recorre la banda, al “9” goleador o cazagoles, pasando por el “10”, número mágico que designa al mejor jugador del equipo.
Argentina, que ha dado a los dos mejores 10 de la historia, definía gran parte de su identidad y legado en forma del “clásico 5 argentino”, muchos de los cuales tuvimos la suerte de disfrutar en la Liga española: desde Redondo a Mascherano, pasando por Simeone, Almeyda o Cambiasso. Ese jugador que se convierte en el dueño del centro del campo, que domina los códigos del juego en todas sus facetas, que cuenta con calidad para manejar el balón y protegerlo, que tiene una salida solvente desde atrás, y que cuando el equipo lo necesita se sacrifica como el que más en tareas defensivas.
La Argentina de hoy en día sigue teniendo al mejor 10. E incluso tiene varios 9 de nivel. Ellos fueron los que salvaron lo que hubiera sido un ridículo histórico si Qatar hubiera nacionalizado a uno de esos 9. Y con un gol de Lautaro Martínez al principio y otro de Agüero casi al final le bastó a los de Scaloni para derrotar a una inocente Qatar y clasificarse para los cuartos de final.
Porque entre uno y otro gol, emergió nuevamente la NADA: principalmente porque Argentina ya no tiene ya ese “5” que normalmente definía su juego. Y como ya le pasó en Rusia 2018 (en realidad le pasa desde que Mascherano dejó de ser Mascherano allá por 2014) le falta ese jugador que marque el tempo, que presione, que raspe, que recupere. El medio del campo ahora es una pista de baile libre y con invitación para que cualquiera con un poco de presión le saque los colores albicelestes.
Los quataríes no podían creer lo fácil que era recuperar el balón y en dos o tres pases llegar hasta el área. Por momentos resultaba hasta bochornoso ver a toda una Argentina jugar al contragolpe frente a Qatar, algo solo superado por Mourinho haciendo jugar al Real Madrid encerrado atrás en el Bernabéu. Frente a su carencia de fútbol, quedan para la esperanza argenta algunos brotes verdes: el buen partido de Paredes y Tagliafico o que Lo Celso apunta que algún día podría llegar a ser ese añorado “5”. O que Agüero, por fin, marcase su gol más importante con la selección argentina tras una gran jugada individual. Que haya sido contra Qatar define lo que ha sido la trayectoria del Kun a nivel internacional.
Cumplido el mínimo exigible, Argentina se enfrentará en cuartos de final a la que en otros tiempos fuera la cenicienta de Sudamérica: Venezuela. Tiempos en los que Argentina era candidata a ser campeona del mundo. Tiempos en los que tenía un “5”. Pero en estos tiempos, concretamente hace tres meses, los venezolanos derrotaron a una Argentina sin “5”, por 3-1 en Madrid.
Para los que dicen que Maradona ganó el mundial de 1986 solito, con motivo de este artículo recuerdo a uno de los mejores 5 que he visto en Argentina, y que jugó en esa selección, Sergio «Checho» Batista.