Hace pocos meses, en una emisora de alcance nacional que encabeza los rankings de audiencia, uno de los locutores estrella de la misma se sorprendía en antena al descubrir que había tierra debajo del hielo de la Antártida. Es decir, que la Antártida era un continente. Lejos de ahogarse en el bochorno, el profesional aireó su natural desconocimiento parapetándose en ese latiguillo tan recurrente de «es que soy de letras». A la «gente» no le importo. Es lo que pasa en este país con las «cosas de ciencias». No hacen falta para pasar por alguien culto. Nadie reparó en que los continentes se estudian en primaria, mucho antes de tener que elegir entre ser «culto» o geólogo. He asistido a reacciones parecidas cuando aparecían conceptos de instituto como: logaritmo neperiano o dualidad onda-corpúsculo. Risas y desdén. ¿Se imaginan lo que diría «la gente» si un científico español del CERN reconociese en antena, entre risas, no saber qué es El Lazarillo de Tormes?
La distancia y falta de rigor con las cosas de ciencia es tal que hasta se confunde el concepto de balance. Algo fundamental en física y básico para explicar nociones elementales de economía, pero que parece que se le resiste a ciertos arietes de la información deportiva. Dicen que el Atlético de Madrid va a pagar (o ha pagado) 120 millones de euros por la cláusula de un prometedor jugador portugués del que todo el universo futbolístico hablaba maravillas hasta hace cinco minutos, y del que ahora, esos mismos, empezarán a poner «peros» (ya verán). Es una barbaridad de traspaso, sin duda. Una operación tan inusual que ha supuesto una especie de perturbación en la Fuerza (del Statu Quo). Hasta ahí todo lógico. Yo tampoco lo esperaba, sinceramente. Tengo las mismas dudas que todos ustedes. Es más, entiendo que se cuestione la idoneidad de hacer algo así, o el riesgo que presenta una operación cuyo éxito tiene más que ver con variables estocásticas que con cualquier amago de certeza.
Ahora bien, por lo que no paso es por comulgar con ruedas de molino. Mucho menos, si es apoyándose en elementos tangibles que cualquiera podría comprobar. Afirmar que el Atlético de Madrid opera ya en el mismo entorno y en las mismas condiciones que Madrid y Barça por haberse gastado 120M€ en un jugador, sólo puede ser fruto del exceso de pasión subjetiva o de una preocupante falta de alfabetización. Un sistema acotado conservará en él la diferencia entre lo que entra y lo que sale. Así de simple. Eso es el balance. Si el Atleti vende a Griezmann y Lucas por 200M€ para comprar a Joao Félix y Felipe por 140M€, obtendrá un balance positivo de 60M€ que tendrá que usar para llegar a los 22 jugadores de plantilla que todavía no tiene. Es decir, ha tenido que vender la casa en la que vivía para comprarse otra casa en la que vivir (e intentar que ésta no sea mucho peor). Si el Real Madrid se gasta 303M€ en comprar a Hazard (100), Jovic (60), Militao (50), Mendy (48) y Rodrygo (45), sin necesidad de vender jugadores, está claro que el balance global es de 303M€ en negativo. Vamos, que no necesitaba vender la casa para crecer en poderío.
«Eso es trampa», dirá algún analista de piel fina. «Has hecho las cuentas sólo en el periodo de tiempo que a ti te interesa», repetirá el anónimo ofendido. No se crea. Ampliemos el periodo. Tomemos los 10 últimos años de vida (los mejores del Atleti en décadas, por cierto). Según TransferMarkt, a día de hoy, y teniendo en cuenta sólo fichajes oficiales, el balance del Atleti es 91,4 millones de gasto (incluido Marcos Llorente). El del Real Madrid se va a los 511 y el del Barça a los 528. Variará en los próximos días, seguro, pero dudo que nos movamos en órdenes de magnitud muy diferentes.
Es evidente que los tres equipos no hablan en el mismo idioma ni parten de la misma situación. El presupuesto de Barça y Madrid la temporada pasada (929 y 810M€, según los datos de Roberto Bayón) fue el doble del que manejó el Atleti (408M€). El techo salarial de los tres equipos se mueven en la misma proporción (633M€ y 567M€ frente a 293M€, según Statista).
No son sensaciones, ni opiniones. Son números. Eso no significa que el cuadro colchonero pueda definirse a sí mismo como un equipo «humilde», o «modesto» o «pobrecito», ni que pueda hacerse merecedor de cualquiera de esos conceptos demagogos con los que luego algunos construyen titulares. Sería muy cínico además, teniendo en cuenta que en la Liga hay otros 17 equipos. Si miramos a ese lado de la tabla, veremos que el presupuesto del Atleti es también el doble que el del Valencia o el del Sevilla (los siguientes). Eso sí, el cuadro rojiblanco sigue estando bastante más cerca de estos equipos (194M€ y 217M€) que de Real Madrid y Barça (402M€ y 521M€). No lo olviden.
Al final, como casi siempre, todo es cuestión de perspectiva. De saber de qué hablamos. Según el sistema que analicemos el Atleti será cabeza de ratón o cola de león. Elijan lo que quieran, pero elijan bien. Tiren de corazonada o de afición, pero no lo fundamenten en la ciencia, porque la ciencia no engaña.
Menudo pedazo de artículo, muchas gracias por explicar tan bien la realidad.
Pero es que ni Madrid ni Barcelona tiran de discurso de voto de pobreza. Cuando sale Simeone a decir que ellos no tienen el presupuesto de otros, en clara referencia a los 2 grandes, imaginese lo que debe pasar por la cabeza de los dirigentes y aficionados del Celta, Valencia, Sevilla… vamos, todos menos 2.
Que el Atletico no tiene los recursos de Madrid y Barcelona lo sabemos todos. Que el discurso de pobreza colchonera tambien, aunque algunos prefieren contar otra realidad. Queda mejor.
El núcleo del asunto está en que los «multimillonarios» están obligados a ganar todos los títulos para justificarse, mientras que al Atleti con un título aquí y otro allá le sirve.
A partir de ahí, la Caverna trata de meter a todos en el mismo saco de millones, eso si, solo cuando le han ido mal dadas a su patrocinado.