Soy culé de toda la vida, no sólo por haber nacido en Barcelona, también porque en mi casa de siempre se ha respirado el espíritu blaugrana que se remonta casi al origen del propio término “culé”, que viene, por si alguien no lo sabía, de que a nuestros abuelos se les veía “el cul “ sentados sobre el muro —no había más sitio— del viejo y pequeño estadio del Barça en la calle Industria, hace casi cien años. Luego vino la magia Johan Cruyff jugando en los setenta y como remate el Dream Team que nos dio tantas alegrías en los ochenta y noventa, etc. Es decir, culé convencido, y ya a estas alturas moriré siendo culé.
Sin embargo hoy, como analista económico, quiero romper una lanza en favor de los equipos modestos de nuestro país. Más allá de la pasión futbolística, es un triste hecho que la configuración del reparto económico de derechos televisivos está hundiendo año tras año a los pequeños clubes en favor de los grandes, y esto se merece una reflexión basada en datos objetivos y que persiga una visión más largoplacista por muchos motivos.
El reparto de los derechos televisivos en España está escorado injusta y descaradamente hacia los equipos grandes. La Premier League ha publicado los ingresos televisivos de todos sus equipos en la presente temporada. De los 2.419 millones de libras esterlinas repartidos entre los 20 conjuntos de primera división 1.598 son repartidos en igualdad de condiciones entre ellos, la misma cantidad para los 20, y el resto distribuido según su situación clasificatoria.
Por otra parte, según los datos aportados por la Liga Española, los equipos como el Real Madrid o el Barcelona se llevan más del 11% de los 1.325 millones a repartir mientras en Inglaterra el Liverpool o el Manchester City rondan solo el 6%, casi la mitad. Además, en España, salvo los cuatro grandes, el resto ronda los 50 millones de euros, y en la Premier todos superan prácticamente los 100 millones de libras. En definitiva, un reparto poco equitativo que, lógicamente, trae consecuencias.
Este modelo de reparto de los recursos se traduce en que a nuestros jugadores se les limita sus posibilidades de carrera. Aquellos que no pueden optar, a pesar de su valía, a jugar en los pocos equipos potentes se ven en muchos casos relegados al ostracismo deportivo, y muchos de ellos optan por emigrar o simplemente asumir su destino en un equipo con un presupuesto desproporcionadamente inferior que los high level.
Sin darnos cuenta, año tras año, la afición se irá irremediablemente rindiendo al imperio de los grandes, perdiendo competitividad en las ciudades pequeñas y medianas y, en definitiva, empobreciendo la ilusión de los aficionados. El fútbol local precisa mucha más atención, no deberíamos perder el espíritu del Depor o de la Real Sociedad que aun siendo equipos modestos nos sorprendían ganando ligas y copas.
Incluso para los aficionados de los equipos grandes como el Barça, con el tiempo, esta desigualdad que, previsiblemente será cada vez mayor, provocará que ganar la liga sea una obligación y no una alegría, es decir, pérdida de ilusión y de seguidores.
Nos jugamos el futuro y nos jugamos la ilusión. Está en nuestras manos revertir este injusto modelo fraguado en los despachos. Los amantes del futbol, incluidos los culés, queremos un campeonato mucho más democrático en cuanto a la competitividad para mantener la afición ilusionada año tras año.
Cuanto antes se asuma que los rivales de Real Madrid, Barça y Atleti, no son el Huesca, el Girona o el Levante, con todo el respeto hacia estos, si no Bayern, City, ManU, etc… mejor para todos. Las ligas locales, como los torneos de verano en su momento, tienen sus días contados y tarde o temprano se impondrá una liga europea al estilo NBA o similar. Pretender mantener el statu quo de las competiciones nacionales es ya solo una cuestión romántica dentro del ámbito del deporte superprofesional en el que el marketing lo ha invadido todo.
No estoy expresando un deseo, que conste.