La nueva camiseta del Barça no es un horror (sobre gustos colores), pero no es la camiseta del Barça. El asunto, que debería ser serio, levanta cada año un revuelo de intensidad y frivolidad variable que doy por hecho que celebran con alborozo los responsables del nuevo diseño. Primer objetivo cumplido: que hablen de nosotros. La polémica, por cierto, dura cada vez menos, si acaso un par de días, demostración palpable de que ya nos hemos habituado a que se alteren los símbolos históricos de los clubes de fútbol en beneficio del marketing.
La excusa es que hay que vender camisetas cada año. Y por eso, después de poner las rayas horizontales y difuminarlas a continuación, solo queda apostar por los cuadros (con la peregrina justificación de que aluden a los bloques del Ensanche), que serán rombos la temporada que viene y lunares a la siguiente, o tal vez veamos antes diagonales blaugranas, hermoso homenaje a la Diagonal barcelonesa.
Deberían ser los clubes —y asumo lo inocente de mi lamento— los que protegieran los símbolos que los definen. Y no planteo con esto una salvaguarda milimétrica de los colores clásicos, pero sí un respeto esencial. Lo fácil es mover las rayas de sitio o hacer travesuras geométricas. Lo complicado es vincularse con la historia del club y dar sentido a los nuevos diseños. Así lo hizo el Alavés a través de la marca Luanvi en el año 2000. En la camiseta de la equipación europea aparecían estampados los nombres de los 13.200 socios del club. El Celta adaptó la misma idea años después. En otros casos, los clubes rememoran sus indumentarias originales o alguna versión histórica, como quiero suponer que hizo el Real Madrid al apostar por el morado (habitual en los 80) o por el rojo, en recuerdo (espero) de aquellos partidos jugados en 1971 (Cardiff) y 1973 (Odessa).
Aunque esté feo señalar, diremos que Adidas —salvo en el Liverpool entre 1991 y 1995, y en Argentina para la próxima Copa América— ha demostrado una sensibilidad que otros no acostumbran. Para la Copa Confederaciones de 2013, la Selección española estrenó un diseño de camiseta (con un ribete amarillo en forma de uve en el pecho) inspirado en la que lució España en los Juegos de París de 1924. De eso se trata.
El problema sobreviene cuando la novedad en el diseño no tiene más justificación que la obsesión innovadora de la marca comercial. En estos casos, las camisetas con rayas suelen ser las peor paradas. El Atlético, que comparte proveedor con el Barça, sufre desde hace bastante tiempo el retoque continuo, casi maníaco, de sus rayas rojas y blancas. Llegados a este punto, no habría nada más disruptivo que recuperar el uniforme de los años 70, a ser posible de algodón y con un bolsillo delantero en los pantalones.
Las históricas trece barras del Betis también han sufrido un sinfín de mutaciones (casi siempre perversas) y entre ellas ya hemos visto los cuadrados que ahora llegan al Barça. En el Athletic (tomatazo incluido) también es habitual experimentar con fórmulas de extrema originalidad, como sucedió, sin ir más lejos, en la pasada temporada: los números negros apenas se distinguían sobre la espalda roja de los futbolistas.
Caso contrario, y ejemplar, es el de la equipación del Milán para la próxima temporada. Puma apuesta por una estilización de las rayas que recuerda mucho a la equipación de los años 70. Y capítulo aparte merece el Bayern de Múnich, el único club autorizado por razones históricas a vestirse de lagarterana: solo en la década de los 60, el equipo lució camisetas blancas, azulgranas y rojiblancas (el rojo integral no llegó hasta mediados de los 70).
Nos enfrentamos, por tanto, ante un doble problema. En primer lugar, los nuevos diseños no tienen vinculación con la historia de los clubes, y deberían. Hay cientos de hechos históricos que se podrían conmemorar y tener reflejo en la camiseta con diferentes tipos de estampaciones. Antes que consumir alucinógenos, los diseñadores deberían consumir fútbol.
No hace mucho publicábamos en A la Contra la historia de la camiseta blanca del Barcelona, ahora proscrita hasta el punto de que el propio club la ha hecho desaparecer de su relato oficial. Si el propósito es provocar y generar ruido, nada sería más revolucionario que recuperarla como segunda o tercera equipación, o tal vez, si se quieren evitar algaradas callejeras, como pieza de coleccionista. Desde aquí lanzó el guante a Nike, una marca que sí suele ser escrupulosamente respetuosa con los colores de las selecciones que patrocina.
Por otra parte, hay una consideración estética que no conviene pasar por alto. El París Saint Germain, fundado en 1970, recurrió en 1973 al diseñador de moda Daniel Hechter para rediseñar la camiseta del equipo (hasta entonces blanca) y convertirla en símbolo del club. Hechter se inspiró en los colores de París y de la bandera francesa, y tomó del Ajax (rey de Europa en aquellos años) su franja roja vertical. El resultado fue una camiseta espectacular y moderna de la marca Le Coq Sportif que se ha ido adaptando a los nuevos tiempos hasta quedar convertida, simplemente, en una camiseta azul con leves adornos rojos.
Dicho a modo de resumen: mis queridas marcas, si no hacen diseños vinculados a los clubes y sus símbolos, que sería lo deseable, al menos hagan diseños que encajen con los gustos de los aficionados al fútbol, no del regggaeton.
Las primeras equipaciones no deberian tocarse mas alla de un retoque aqui y alla, pero deberian ser fundamentalmente las mismas siempre. Excelente ejemplo el del Bayern, que se ha vestido de Liverpool, Atletico de Madrid o Crystal Palace en su historia.
Para hacer majaderias y vender camisetas a esos hinchas que las demanden existen la segunda y sobre todo la tercera equipacion.
Lo que resulta curioso es que en EEUU, la tierra del marketing y la venta de camisetas y demás recuerdos deportivos, Nike no se meta con la primera equipación de los equipos históricos como Cowboys, Giants, Steelers, Eagles (con estos ni se atreverían), etc. Si hacen lo que hacen, es porque los directivos de los clubes se los permiten y ayyyy vergüenza de ellos. ¿Se imaginan a la familia Steinbrenner permitiendo un uniforme de los Yankees con rayas verticales, o incluso blanco sin rayas? No creo tampoco que en Nueva York se lo permitan.
Pues, consideraciones históricas y representativas al margen, a mí la camiseta esta del Barça sí que me gusta. Entiendo que al ser madridista solamente la valoro desde el punto de vista estético. Seguramente si fuera culé no la vería con los mismos ojos.