A veces el cine nos depara inesperadas sorpresas. Si pensamos en una coproducción entre Francia, Estados Unidos, España, Bélgica y Rumanía, rodada en varios países y en parajes, entre otros, de Almería, Navarra y Aragón, y ya, para colmo, dirigida por un francés, lo último que imaginamos es un western.
Jacques Audiard, del que solo conocía dos películas, Un Profeta, que me gustó en su día, y su durísima y emocional De óxido y Hueso, nos embarca esta vez en un atípico western, un género iconográfico y potente, y sin embargo tristemente abandonado porque ahora la aventura de la conquista del Oeste no vende en las taquillas.
El director nos cuenta de forma magistral una road movie, un viaje por un Oeste americano en plena fiebre del oro, sin caer en una sesión de tiros, de peleas, de pocos diálogos con personajes arquetípicos para no tener que pensar, todo lo contrario. Con un toque clásico que por momentos me recuerda a la incomparable Sin perdón, el francés dirige de forma maravillosa a dos actores en estado de gracia, un Joaquín Phoenix soberbio y un magistral John C. Really, además de a dos secundarios de lujo como Riz Ahmed y Jake Gyllenhaal, que dan aplomo y credibilidad con sus trabajos a la historia.
Entre los cuatro interpretan a los personajes principales: los dos hermanos Eli y Charlie Sisters, dos asesinos que son contratados para matar y robar una mágica fórmula a un químico idealista, Hermann Warm, y John Morris, un cazarrecompesas que se alía con este para, con el oro, crear un lugar de ensueño donde la educación, la tolerancia y la democracia sean la forma de vida.
Un western que narra la pelea entre lo salvaje y lo civilizado, donde conviven la violencia y el idealismo, la desesperanza y los sueños de justicia, el amor y la fraternidad. Un western lleno de crueldad y sensibilidad, donde los personajes se humanizan a la vez que muestran sus bajezas, sus miserias, capaces de matar salvajemente sin un ápice de remordimiento y de mostrar toda su ternura ante la muerte de su caballo o durmiendo abrazado al chal de una novia, una joya.
The Sisters Brothers es una obra diferente, cálida y cercana, con un final conmovedor y diferente que se aleja de lo previsible.
Con un sonido redondo, una dirección de arte fantástica que cuida los detalles como las armas o el vestuario de forma magnífica. Estamos ante una gran/pequeña película, con un solo pero. Para mí, al final le faltan unos minutos de metraje para redondear ese cierre, que siendo bueno, puede dejar la impresión de algo precipitado.
Una película que no sólo gustará a los amantes del género.
Tengo curiosidad por ver cómo resuelven en la versión española el chistecito de los hermanos hermanas.