Alfredo Pérez Rubalcaba ha fallecido víctima de un ictus a los 67 años de edad. Fue un hombre lúcido, un político de otra época respetado por todas las fuerzas del país. Salvo el de la presidencia, en el PSOE ocupó todos los asientos. Se podrán decir muchas cosas de Rubalcaba, pero no que se le echara en falta en las peores situaciones. La política española ha perdido a un ex vicepresidente del Gobierno y ex ministro del Interior, pero también a un catedrático de química orgánica… y a una vieja promesa del atletismo.
Nacido en 1951 en Solares, un pequeño pueblo de Cantabria, Rubalcaba se mudó a Madrid junto a su familia con sólo tres meses. Su abuelo fue capitán del ejército republicano y su padre piloto de Iberia. Su infancia la pasó en el barrio de Salamanca, uno de los más exclusivos de la capital. Durante su etapa como estudiante en el colegio Nuestra Señora del Pilar probó suerte con el fútbol y el balonmano. Sin embargo, Rubalcaba no destacaba por su técnica con el balón o por la fuerza desmedida en los brazos, sino por lo extremadamente rápido que era. Sus profesores se dieron cuenta pronto y comenzaron a apuntarlo a carreras entre colegios. Lo que empezó como un entretenimiento más terminó convirtiéndose en una obsesión. Con 16 años entrenaba todas las tardes. Había semanas en las que lo hacía ocho o nueve veces. Si un día descansaba, al siguiente se ejercitaba por dos. El propio Rubalcaba, en el programa Acento Robinson, definió el atletismo como un “veneno dentro”.
En aquella época era una de las grandes promesas del atletismo español. En 1968, cumplida la mayoría de edad, logró una marca de 11 segundos en una pista de ceniza empapada por la lluvia. Ese mismo año, el recinto de Vallehermoso estrenó tartán y Rubalcaba fue invitado a competir. Estaba realmente ilusionado. Desgraciadamente, un fallo de la organización (le dieron mal la hora) le obligó a arrancar la prueba sin apenas haber calentado. En la parte final de la carrera sintió como si un francotirador le hubiese disparado en la parte trasera de la pierna. Rubalcaba recordó en el diario El País que estuvo “media hora llorando” sobre el suelo. Acababa de sufrir una rotura fibrilar que lo mantuvo un año alejado de las pistas.
Las consecuencias pudieron ser todavía peores. El practicante del estadio Vallehermoso estaba convencido de que había sufrido una contractura y quería meterle en calor. Por suerte, el médico de la Federación estaba convencido de que la lesión era una rotura y llegó a amenazar al practicante con “meterle una leche” si no metía a Rubalcaba en frío. Pasado el tiempo, el ex vicepresidente le confesó a Michael Robinson que en aquella época tuvo que cambiar de pantalón dos veces por la carga de entrenamientos y que no tenía pulmones para tanta masa muscular.
Ya nada volvió a ser lo mismo. Regresó, pero con una mentalidad diferente. Comenzó a divertirse y a compaginar el atletismo con sus estudios de química en la Universidad Complutense. Él mismo reconoció que hasta antes de su lesión estuvo “entre la élite de su edad”. Rubalcaba siempre se preguntó qué habría sido de su vida sin aquella rotura provocada por una mala comunicación de los horarios de la carrera. Un año después de aquel incidente, en 1969, su antiguo compañero en El Pilar, Enrique Ruano, fue arrojado al vacío desde una séptima planta por la policía franquista. Su asesinato marcó profundamente a Rubalcaba. En su interior se avivó una llama política.
En 1975, recién estrenado el carnet de militante del PSOE, logró bajar de los once segundos en los 100 metros lisos, con una marca de 10.95, en los Campeonatos de España Universitarios. Curiosamente, defendiendo los colores de la sección de atletismo del Celta de Vigo, pese a ser aficionado hasta la médula del Real Madrid. Rubalcaba, que llegó a ir convocado a una concentración preolímpica, abandonó la práctica del atletismo con 26 años. Su relación con el deporte, eso sí, nunca cambió. En 1992 fue nombrado ministro de Educación y Ciencia en el gabinete del presidente Felipe González. Esa posición le permitió vivir en primera persona la inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona. De hecho, fue comentarista en la televisión de una carrera de atletismo.
Alfredo Rubalcaba vibró años después con los triunfos olímpicos de Usain Bolt. Siendo joven no logró su sueño de batir los récords mundiales. Sin embargo, se colgó medallas más importantes. Por ejemplo, cuando le confesó a Michael Robinson que no cambiaría ser el atleta más veloz del planeta por haber sido el ministro del Interior que puso fin a la violencia terrorista de ETA.
Seguramente su abuelo sería capitán republicano, pero su padre no fue piloto de Iberia. Su padre fue un suboficial del ejército franquista, del Ejército del Aire, que se pasó Iberia como radio de aviones, cuando los había.
Que bien está lo de ascendentes republicanos, pero la realidad es que los tuvo franquistas y se benefició del franquismo. No hay que modificar y manipular la historia