Atención, esta entrada contiene (y muchos) spoilers del último capítulo de Juego de Tronos
Los fans nunca pensamos que la democracia fuera a llegar a Poniente (lo sentimos, Sam), pero sí que nos creimos que éramos nosotros los que gobernábamos Juego de Tronos. La maniobra de distracción tuvo su origen en los regalos de David Benioff y D.B. Weiss al fandom (un romance Brienne-Jaime por aquí, un que vuelva a salir el Perro por allá) y en la constatación de la teoría más extendida por la red: R+L=J.
Nos creímos a los mandos de una nave que nunca fue nuestro juguete. Los primeros en enfadarnos fuimos los puristas de los libros: («¿Dónde está Lady Corazón de Piedra?»). Después nos cruzamos por el tiempo de los acontecimientos («Vaya elipsis temporal»). Y en la última temporada no nos gustó el viraje de la trama («Seguro que R.R. Martin lo cierra mejor»).
Entre enfado y enfado, eso sí, el viaje fue divertido. Incluso en este último episodio de la serie, que fue tan irregular como lo ha sido el resto de la temporada. El inicio prometía finales épicos: Jon besaba y mataba a su reina y Drogon achicharraba el Trono de Hierro (como símbolo del verdadero culpable de la locura de su madre). Pero todo se empezó a torcer cuando Jon puso esa cara que ya es marca de la casa: «Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado».
Porque a partir de ahí Juego de Tronos fue menos Juego de Tronos y más una «Agradable historia de los Hermanos Stark y otros desheredados de la tierra». La trama se resolvió de una manera insulsa y bienintencionada con dos ejes básicos. El primero es que todos tenemos un destino que cumplir y que nada nos apartará de ese camino (Tyrion, por fin, es un poderoso valido, Sansa se convierte en Reina, Arya en aventurera y Jon vuelve a ser un bastardo, único papel en el que se siente cómodo). El segundo es que los marginados de y por la sociedad al final alcanzan reconocimiento. ¿Cómo interpretar sino un Consejo Privado presidido por un Rey tullido (así nombrado), una Mano del Rey que es un enano, un Consejero de la Moneda putero, un Consejero Naval contrabandista, un Gran Maestre desnaturalizado por su familia y una Lord Comandante que ha roto con los estereotipos de género?
Juego de Tronos acabó mal, porque todo lo que acaba, acaba mal. Nos pasaremos aún varios días dando vueltas a lo que pasó, a lo que podría haber pasado, a lo que sólo ha pasado en nuestras cabezas. Pero nunca podremos reprochar a David Benioff y D.B. Weiss lo magnífico que ha sido este viaje. Sólo por eso ya merecen nuestro agradecimiento… aunque, Cersei tendría que haber muerto de una manera diferente, ¿no?
[…] de series, con vosotros no es aquello de «Winter is coming«, sino «Autumn is coming», después de que hayáis sacado hace poco la parte del «Otoño» de […]