Los descendientes de la familia Grelley están hoy más que orgullosos. Su barco como antaño ha llegado antes que nadie. Y eso que no era fácil el desembarco en las pedregosas playas de Brighton, al sur del país. Allí se disputaba la última batalla de una intensa guerra dirimida por tierra, mar y aire durante 38 largas jornadas. Una lucha sin cuartel que dejará su impronta en los libros de historia y que marcará a varias generaciones: las que lo vivieron y a las que se lo contarán. Estas últimas tendrán que verlo para creerlo, para entender en toda su expresión los 98 puntos del City y los 97 del Liverpool. Para admirar en cualquier caso la Premier más cara de la historia y la metamorfosis de una ciudad donde cada vez hay menos ladrillo rojo. Manchester es sky blue.
Y es que ellos han estado siempre ahí, con esos colores que son santo y seña familiar, el blanco y el azul que durante tanto tiempo señalaron a esa minoría ruidosa. Los colores de la familia Grelley, lores de la ciudad de Manchester en la antigüedad que permanecen presentes en el escudo tras múltiples vaivenes marquetinianos. Como permanecen esas tres franjas que simbolizan los tres ríos que concurren en Mánchester: Irwell, Irk y Medlock. De ellos partieron, allá por el mes de agosto, Pep Guardiola y sus hombres en busca de un imposible reeditar el título de liga, algo que no conseguía nadie en la última década. Con el espíritu de los antiguos marineros y mercantes, conectados con la ciudad industrial a través de su canal, también representado en el barco que domina su escudo, zarparon los Agüero, Silva, De Bruyne y compañía sabiéndose perseguidos por todos.
Y es que después de la Liga de los 100 puntos y los 106 goles, en la que en solo dos ocasiones doblaron la rodilla ante los rivales, el Manchester City era ya la referencia en la Premier League. El rival a batir. Aunque una sombra empezaba a crecer a unas cuantas millas al este: “No somos más que unos aspirantes. No podemos ser otra cosa teniendo en cuenta que hace mucho que no ganamos nada”, decía Jürgen Klopp tras vencer contundentemente (4-0) en la primera jornada al West Ham, cuando los recientes subcampeones de Europa presentaban sus credenciales para arrebatar el trono a los Citizen. El City aceptó el reto y redobló su apuesta con un inicio trepidante donde solo se dejó cuatro puntos (dos empates) en las 15 primeras jornadas. Uno de ellos en Liverpool a cero.
Ni siquiera las dudas generadas en la Champions donde los de Guardiola no pudieron ganar al Olympique de Lyon y tuvieron serias dificultades para imponerse al Hoffenheim, o las innumerables bajas que lastraron al equipo desde el inicio de temporada restaban potencial a los Citizen. Entre ellos destacaron los 63 días de baja que estuvo Kevin de Bruyne, el mejor jugador del City la temporada anterior tras romperse el ligamento externo de la rodilla nada más empezar la Premier. El equipo de Guardiola se sobreponía gracias a su amplia plantilla y a los resortes de un estilo de juego totalmente insertado en cada uno de los miembros de su plantel para combatir la dura temporada post-Mundial. El bajón físico y de resultados llegó en diciembre, cuando los de Pep sufrieron tres derrotas, dos de ellas consecutivas. Aquel frenazo coincidió en el tiempo con una plaga de lesiones que tenía la enfermería del City a rebosar (Agüero, Silva, Fernandinho, De Bruyne, Mendy o Bravo) y con el acelerón del Liverpool justo cuando el calendario de la Premier se vuelve más exigente, en las fechas navideñas.
Precisamente el punto de inflexión llegó con el nuevo año. Los de Jürgen Klopp tenían que visitar el Etihad y a ese partido llegaban con una ventaja de 7 puntos. La victoria de los reds hubiera sido casi definitiva. “Es una final”, había declarado Guardiola en la previa y la ganaron. El 2-1 final supuso a la postre la única derrota del Liverpool en esta Premier y el inicio de una remontada silenciosa del City. En las siguientes 17 jornadas ganarían 16 partidos y solo perderían uno. Aguantando la tremenda persecución de los de Klopp, que desde que perdieron el liderato en la jornada 29 no les han dado tregua. 9 partidos consecutivos ganando y jugando la mayoría de ellos antes que los Citizen, por lo que momentaneamente los reds recuperaban el liderato.
A esa presión hay que añadir una nueva decepción en la Champions. En otro duelo fraticida frente a un conjunto inglés, en esta ocasión el Tottenham, el City volvió a demostrar que muda la piel y ese caracter competitivo sin fin que tiene en la Premier cuando escucha la musiquilla de la Champions. De vuelta al torneo doméstico la eliminación no le pasó factura. Tres días después de caer eliminados frente a los de Mauricio Pochettino volvieron a verse las caras, y ese día, enfundado en el traje impoluto de la Premier, los de Guardiola cantaron victoria. Habían alcanzado ya la velocidad crucero.
Pese a todo el final de temporada ha resultado extenuante para el City, un equipo construído contrariamente a lo que se suele pensar desde la defensa. Solo Allison y el Liverpool han recibido menos goles (22) que Ederson en el City (23). Arriba la dinamita ha alcanzado este año para cantar 95 veces gol y eso que tres de los últimos cinco encuentros se han resuelto por 1-0 a favor de los Citizen. La gasolina escaseaba ya en una plantilla que empezó a competir el 5 de agosto imponiéndose en la Community Shield, primer título del año ante el Chelsea. En febrero y tras otro final agónico dirimido en la tanda de penaltis, frente al mismo rival, los de Guardiola levantaban la Copa de Liga. Más de 9 meses después y con la Premier ya en el zurrón, al City todavía le queda la final de la FA Cup, (el próximo fin de semana frente al Watford) para redondear un dominio absoluto en los territorios de Isabel II.
Más allá de la conquista cultural del passing game en las praderas del Kick and Rush, Guardiola ha seguido evolucionando su libreto a partir del 4-3-3, redoblando la apuesta por el juego de posición y por el protagonismo del balón para contrarrestar a auténticos maestros de la estrategia, la presión y el contragolpe como Klopp y Pochettino. En su particular batalla con Mourinho, Pep también se ha impuesto por KO después de que el portugués saliera mal parado del vecino. Precisamente el United había sido el último en encadenar dos premiers consecutivos. Eran los tiempos de Ferguson y Cristiano Ronaldo (2008 y 2009). Una muesca más de un técnico de época, que ya suma 8 ligas en una década y solo le superan en títulos Sir Alex Ferguson (49) y Valery Lobanovski (28). Con 26 títulos acaba de empatar con Jock Stein, leyenda de Celtic Park.
Más allá de los títulos, Guardiola también ha demostrado una capacidad superior para adaptarse y sobreponerse a las lesiones de algunos de sus hombres más determinantes. Ninguna tan dramática como la sufrida por Kevin de Bruyne y sus 160 días de baja esta temporada. Si el juego de los Citizen no ha alcanzado la excelencia del año pasado es en gran parte por la baja del centrocampista belga. Algo más sencillo ha resultado sustituir a Fernandinho otro pilar clave que se ha perdido 15 partidos, cuatro de ellos en la recta final de la temporada. El lateral izquierdo también ha vuelto a dar quebraderos de cabeza a Pep, porque a una nueva lesión de rodilla de Mendy se unió la baja de Fabian Delph, el hombre orquesta para Guardiola.
Los Silva, David y Bernardo, han sido los encargados de sostener al equipo en los momentos más delicados desde la medular. El paso adelante dado por el luso es la mejor noticia para Pep esta temporada. En su línea ha continuado Agüero, máxima leyenda del club, que suma ya 231 goles en 338 partidos, 32 de ellos esta temporada. Nadie marcó tanto como el argentino vestido de Sky Blue. Y entre las perlas de la cantera, siempre bien atendidas por Pep, ya empieza a brillar Phil Foden. El jovencísimo delantero inglés de 18 años ya se ha estrenado tanto en Premier como en Champions con gol, en una temporada donde ha disputado 23 partidos para un total de 7 goles.
Le queda a Guardiola la eterna asignatura pendiente desde que se marchó de Barcelona: volver a conquistar el Viejo Continante. La Champions se le ha resistido también este año de dominio británico en el fútbol europeo. Tal y como ocurrió en sus años al frente del Bayern, el puño de hierro con el que sus equipos juegan cada fin de semana se diluyen cada miércoles cuando resuenan los acordes de la Champions. La asignatura resulta ya más mental que futbolística, al menos este año, donde los fallos fueron de concentración y acierto en las áreas, allí donde se siguen decidiendo el fútbol, por más que Pep lo cocine todo desde el centro del campo. Su reinado en Inglaterra tiene visos de perdurar por recorrido y amplitud de plantilla. El reto, no obstante, será trasladar su dominio a Europa ahora que el anti-Brexit futbolístico de la Premier empieza a extender su dominio más allá del Canal de la Mancha. Allí el azul cielo cada vez le gana más terreno a los nubarrones.
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