Godín acaba de anunciar que el año que viene no será jugador del Atlético de Madrid y uno, como aficionado, no puede más que lamentarse por ello. En estos tiempos de fútbol desnaturalizado, cuando los sentimientos intangibles tienen tan mala prensa y cuando, según la versión oficial, cualquier movimiento hay que medirlo en función de la cuenta de resultados, resulta francamente complicado encontrar futbolistas como el uruguayo.
Godín no es de uno de esos deportistas que aporta su talento a la causa sino que es de los que hacen que la causa sea su forma de vida. Para lo bueno y para lo malo. De los que construyen el equipo manchándose las manos y de los que se lo echan a la espalda cuando lo sencillo sería no hacerlo. Godín mete la nariz cuando otros retiran la pierna. Es de los que se quedan jugándose el presente en el campo, mientras otros prefieren no especular con el futuro. De los que derrochan coraje y corazón sin alharacas. Sin necesidad de tener que vender camisetas o preocuparse por arrancar cánticos fariseos con los que alimentar su ego. Es de los que mueren con una sonrisa en la cara y de los que sangran cuando ya no les queda más sudor. Godín es ese tipo que se elevó al cielo de la Ciudad Condal el día que el destino quería volver a quitarnos una Liga que merecíamos más que nadie. Que lo hizo cuando las estrellas del equipo estaban en el banquillo, con las fibras destrozadas, y cuando la lógica parecía volver a ganar en esa cruel cruzada contra el sentimiento. Es ese tipo que estuvo en las malas y también en las buenas. Ese que caminó con la misma dignidad sobre el cielo que sobre el infierno. Godín es capitán y charrúa y futbolista y colchonero. Es uno de los protagonistas de una de las épocas más gloriosas del Atlético de Madrid y como tal, por lo que a mí respecta, lo va a seguir siendo para siempre.
¿Por qué se va Godín del Atlético de Madrid entonces? Pues no lo sé con certeza y me da mucha pereza especular al respecto. Ya habrá otros que lo hagan. A mí me falta información y me falta perspectiva. Imagino que la razón habría que ir a buscarla en eso que decía Heráclito de Éfeso de que todo fluye y que nada es. En que es imposible bañarse dos veces en el mismo río porque tanto el río como nosotros seremos diferentes cada vez. Eso lo sabe Godín y lo sabe el Club Atlético de Madrid. Eso lo deberíamos saber todos nosotros.
Godín no es un niño, pero se marcha del Atleti siendo titular indiscutible. Es decir, uno no necesita mucho más para sospechar que quizá no fuese el mejor momento para decir adiós. ¿Cuánto tiempo podría continuar Godín a ese nivel? No lo sé. Nadie lo sabe, probablemente. ¿Merecía una renovación acorde a su talla? Sin duda. ¿A cualquier precio? Es fácil contestar que sí, sobre todo cuando lo haces con el corazón y no tienes que gestionar el presupuesto, pero me parece más honesto decir que tampoco lo sé. Imagino que poética y retórica quedarían al margen a la hora de negociar en esa mesa, fría y gris, en la que se juega hoy al fútbol moderno. Esa que sólo sabe de presupuestos, tope salarial y deuda. ¿Es justo? No, pero en ese tema de números, sin números en la mano, tengo poco que decir.
Lo que no tengo claro es que todo sea exclusivamente un problema de números. Con Godín no sólo se va un magnífico central, internacional por su país, se va también uno de los cimientos en los que se apoyaba la personalidad de un equipo al que últimamente le han salido brotes de algo parecido a una crisis de identidad. Se va uno de los pilares en los que se sustentaba ese carácter guerrero, honesto y original, que llevó al Atlético de Madrid a caminar por el Olimpo de los Dioses después de haberse acostumbrado a vivir cómodamente en la intrascendencia. Me temo que eso, el carácter, la personalidad, no es algo que pueda comprarse en la próxima ventana de fichajes.
Godín deja el Atleti y yo me pongo en pie para aplaudir y darle las gracias. Para cambiar el adiós por un hasta mañana, que creo que representa mejor lo que quiero decir. Porque eso es lo que se le dice a los miembros de la familia que uno espera volver a ver. Porque quiero creer que Godín no se va del Atleti, sino que se lleva el Atleti a otro sitio.
[…] Ayer asistimos al último partido de la temporada del Atlético de Madrid en el Metropolitano. Fue un día precioso. Festivo, emotivo y sin sobresaltos. No podemos decir lo mismo todas las temporadas. Un sol de primavera tardía, un empate que certificaba el segundo puesto en Liga, ambiente familiar en la grada y la agridulce despedida de Diego Godín. […]