Se cumplían 20 años de la segunda temporada de Van Gaal al frente del FC Barcelona y Don Honesto decidió homenajearlo imitándolo: tras ganar una liga con un fútbol mediocre con una cierta incomparecencia de los rivales y un segundo ridículo europeo, faltaba culminar el homenaje: había que hacer que el Valencia levantase la Copa del Rey en Sevilla. Como hace 20 años. Y Don Honesto mutó en Louis “tu erres muy malo”.
Cierto es que considerar al Barça favorito en esta final solo se podía justificar por el hecho de tener a Messi en sus filas: los antecedentes de la Liga (dos empates) y las tendencias físicas, futbolísticas y mentales de ambos equipos en este tramo final de la temporada auguraban un partido más igualado. Por si acaso, Don Honesto compensó la supuesta superioridad blaugrana con un desbarajuste táctico que no se recordaba desde los tiempos del Tata Martino (“cuanto menos entre en juego Messi mejor”): puso a Chutinho de titular pese a venir de una lesión, dejó a Malcom (único extremo con algo de desborde) en el banquillo y colocó a Sergi Roberto en la “zona Lobatón” (¿quién sabe donde?).
Resultó excesivamente sencillo para Marcelino contrarrestar el planteamiento azulgrana: bastaba tapar a Messi con cinco defensas que le esperaban porque el técnico valencianista sabía que no iba a recibir ni un solo desmarque. Ni un arrastre. Ni un mínimo apoyo. Lo sabía Marcelino. Lo sabían los jugadores valencianistas. Lo sabía toda la grada del Benito Villamarín. Lo sabía el rey Felipe VI. Lo sabía hasta el último televidente argento en Tierra del Fuego. Excepto el que tenía que saberlo: el que se sentaba, cada vez con menos razones, en el banquillo azulgrana.
Marcelino no sorprendió a nadie y continuó con el mismo planteamiento de toda la temporada. Y así llegó el gol de Gameiro. Claro, por la banda de ese lateral que ahora estaba perdido en algún extremo. Y sin que el Barça aún hubiera tirado a puerta llegó una nueva pérdida de Busquets, un nuevo despiste de Alba y un Soler ganándole la espalda para que Rodrigo rematase casi en la cara de un desbordado Cilessen. En ese momento Valencia y Barça eran el claro reflejo de la diferencia entre tener un modelo de juego y no tenerlo. De saber a qué se juega y de no tener ni la más remota idea. De un equipo enchufado y otro acabado física y mentalmente. De un equipo que terminaba la temporada hoy y otro que la acabó el día 7.
Cuando salieron los jugadores del vestuario, el aficionado culé solo podía hacerse dos preguntas: la primera, ¿qué razón oculta había, si no son unas fotos comprometidas del entrenador, para que Chutinho siguiese en el campo? ¿Por qué seguía Don Honesto como entrenador del equipo? Cesar a un entrenador en el descanso de una final podría parecer una medida un poco exagerada pero sin duda sería el único momento memorable que dejaría Valverde a sus aficionados de su paso por el Barça.
Don Honesto ahondó más en su fosa y sacó a Arturo Vidal, el futbolista demagógico por excelencia: produce más incendios de los que apaga. Acertó, sin embargo, en la salida de Malcom: ya saben la teoría del reloj estropeado que acierta la hora dos veces al día. En el caso del equipo culé solo podía empeorarse el horror poniendo a Vermaelen de medocentro. El brasileño de bigote carltonesco arregló un poco el desastre azulgrana: más fresco que todos sus compañeros juntos, probablemente por lo poco que ha jugado esta temporada, fue un puñal para la banda izquierda del Valencia aunque como es habitual en él, con más actitud que acierto. Porque al final, el único peligro real se llamaba Messi: el argentino terminó por firmar en esta final su mejor temporada en el Barça. Porque lo ha sido todo y ha dejado a su equipo a tres partidos del triplete. Hace 10 años tenía a su alrededor al mejor equipo de la historia. Hace cinco le acompañaba una bestia tricéfala (Suarez, Neymar, Iniesta). Ahora está solo. Su tiro al palo y su gol sirvieron, no para meter al Barça en el partido sino para algo mucho más importante, mostrar al mundo que el Emperador estaba desnudo: 914 millones de presupuesto después para acabar con Piqué y Arturo Vidal de delanteros… tal vez porque se ha traído a un jugador con nombre de cantante a hacer de turista por la ciudad más visitada de España. Acaso porque un uruguayo con viejazo decide que es mejor jugar la Copa América pese a cobrar 15 millones del Barça. O simplemente porque La Masía no se toca ni para mirar si hay un chaval que se mueva un poco más que Chutinho. En serio, Messi no se merecía esto.
Ciertamente no vamos a condenar a un entrenador por perder tres partidos clave de manera humillante en dos años, ¿no? No seamos injustos, porque ha superado en (fríos) números a Guardiola… pero se irá (presumiblemente) con el palmarés de Van Gaal: tras su doblete en la primera temporada, en ésta se ha empeorado tanto el juego del equipo (aún más) como los resultados, solo maquillados por el todavía más paupérrimo rendimiento de los equipos madrileños. Falta comprobar si la junta directiva espera a que el Valencia haga un nuevo Roma o Liverpool el año próximo en la Champions. Vive el Piojo López.
‼️ENHORABUENA @valenciacf ?‼️
Campeón de Copa por OCTAVA ???????? vez y primer equipo diferente del Real Madrid que le gana una final de Copa al Barça en 23 años (desde que lo lograra el Atlético de Madrid en 1996). pic.twitter.com/bKsekCztTh
— MisterChip (Alexis) (@2010MisterChip) May 25, 2019
Para mi messi es el peor jugador que he visto en mi vida .solo gana a equipos chicos
Como el Real Madrid, al que tiene de hijo, por no decir otra cosa más soez
[…] por el espíritu de Hume, tras la disputa de la final de la Copa del Rey de fútbol, tuve una especie de asociación espontánea de ideas al escuchar las declaraciones de Parejo al […]