Como en una profecía, como en un cuento ya leído que se revisa tiempo después, como en una serie mundialmente famosa, recientemente finalizada, el relato del FC Barcelona en la temporada 2018-2019 terminó como el propio equipo azulgrana anunciaba que lo haría. Desde hace varios años, de hecho: solo había que prestar atención a las señales, igual que había que observar las que dejaba cierta rubia platino con su alada mascota.
Coincide el último capítulo de dicha serie, Juego de Tronos, y el magnífico y muy recomendable libro Sapiens de Yuval Noah Harari en un elemento que arrojará luz sobre lo inevitable del destino del Barça esta temporada: lo importante es el relato. El relato ha vertebrado y cohesionado a los seres humanos cultural y socialmente bien a través de invenciones simbólicas que todo el mundo da por ciertas (Dios, imperio, dinero), bien como hecho cultural, bien como explicación a posteriori de cómo son los acontecimientos, las cosas.
El relato es lo que hacía del Barça algo singular, más que un club, y ese relato lo ha perdido. Hace 50 años, era un relato identitario, una marca de resistencia, el simbólico ejército desarmado de la ciudad y de Cataluña, como decía Vázquez Montalbán. Tras la llegada de la democracia primero y, más tarde, el advenimiento de Johan Cruyff, esa identidad se transfiguró en una identificación con un método ético y estético que ha definido al Barça los últimos 30 años, con sus breves intermitencias, y que lo hizo admirado en el mundo entero, imitado, nunca calcado. Pero desde que el profeta voló hace tres años parece que se hubiera borrado el camino.
El relato del Barça era el juego. Tan simple como eso. Tan difícil. Pero como toda virtud, exagerada también es defecto: de hacerlo tan bien y ganar tanto, se llegó a discutir si era mejor jugar bien o ganar, como si esa disyuntiva fuera razonable y no una trampa ilógica, como si se pudiera elegir entre el podio del Balón de Oro 2010 (Messi, Xavi, Iniesta) y un trozo de tocino. Se discutió sobre el sexo de los ángeles y sobre los sustitutos de los elegidos antes de que se jubilaran. Y cuando inevitablemente lo hicieron, seguía la discusión sin decisión ni sucesión. El destino es el carácter, estamos hablando de un club cainita, algo victimista y suicida.
El Barça es lo que es gracias a Cruyff en los cielos y su apóstol Pep Guardiola, que lo hizo perfecto en la tierra: Triplete, Sextete. El juego perfecto en todas las retinas, en todas las lenguas. La idea triunfando sobre la caverna (de Platón, no sean malpensados). Cuando Pep fue cobarde y abandonó el barco porque no estaba preparado para perder con sus ideas o para luchar por ellas, el Barcelona, o más bien la nueva directiva anti Laporta y por tanto anti Cruyffista, que no hizo esfuerzo en retenerle cuando había que darle las llaves del estadio, se entregó a la destrucción de su legado como si fuera una ex novia (el amor de tu vida) de la que hay que quemar todas las fotos.
Se quemaron las fotos de los canteranos que sacó, se quemó su amistad con Tito, la enfermedad terrible quemó al mismo Tito (que en paz descanse), se recurrió a Neymar con engaños y delitos, se contrató al Tata, al que el incendio quemó nada más llegar, se quemaron las ganas de conquistar una Liga (2014) en el último partido frente al Atleti en la que al Barça no le señalaron un penalti decisivo: ni protestas hubo porque el aturdimiento y el extravío era tal que se sentía que el equipo no merecía ganarla.
En una patada a seguir, se fichó a Luis Enrique y a Suárez y, tras unos meses discutiendo sobre quién mandaba aquí, se decidió que mandaba Messi y el Tridente y se consiguió el segundo Triplete, cosa que nadie había ni ha logrado. Daba comienzo la promesa (falacia) de que cada pocos años había que conseguir dicho Triplete, dando igual la forma, igual que el Madrid camufla sus miserias ganado tres Champions cada ciertos años sin saber cómo. No es poco, ¿eh? Ojalá los demás lo consiguieran. Pero es bling bling, bien lo sabe Zidane, que desea la regularidad de la Liga. No así su jefe.
Retomo el hilo: Tridente, Triplete. El Barça muchas veces jugaba mal, pero marcaba goles por decenas y ganaba. Seguíamos discutiendo sobre si éramos mejores que nosotros mismos, de nuevo el sexo de los ángeles, si en Alemania no hacía mucho frío para Pep, el traidor, si era necesario que todos los miembros del Tridente marcaran en tooooooodos los partidos mientras se despedía a Pedro (ay, Pedrito, que en tu lugar está Malcom), blablablá. Nos eliminaron dos veces de la Champions, el equipo recibía goleadas por Europa, llegábamos fundidos a mayo, comenzábamos a percibir señales de que faltaba algo, pero bueno, teníamos Tridente, rey y hasta heredero.
Un buen día de verano el heredero decidió que se aburría de no heredar y se marchó a París. Con la primera lluvia de octubre ya quería volver. Esto es el Barça y así son los niños.
En resumen, el Barcelona de hace diez años se encomendó a Pep; una vez fuera, perdió el juego, pero se entregó tras unas dudas al punch del Tridente; y una vez deshecho este, le dio las llaves del castillo a Messi, encarnación de casi todas las virtudes futbolísticas. Nadie las merecía más. Pero todo era un error que tapaba el anterior, y como se ganaban Ligas, por incomparecencia del Madrid, patada a seguir sin soluciones estructurales. Total, teníamos al mejor de la historia, blablablá.
El Real Madrid, por cierto, también ha contribuido enormemente a la confusión y destrucción del Barça con sus Champions, pero no como la gente cree. No es por ganarlas, cosa que jode al culé con razón. Es porque ha impuesto su relato: la Champions es lo único importante, un fin en si mismo, una unidad de destino en lo universal, ups. Ganar Champions en temporadas algo peores que mediocres es privativo del Madrid, no se puede intentar si no eres el club blanco. Por lo que sea, solo el Real Madrid lo puede hacer, es su gloria y su cruz.
El Barça ha ganado Champions bajo dos premisas ineludibles: jugar bien y que el Madrid le sople el cogote en la recta final de la Liga. Así, asustados y prevenidos, esprintaban hasta el final, hasta salirse casi del estadio. Cuando se gana con 20 puntos de ventaja, como Bayern y PSG, la falta de inercia castiga, puesto que se deja de competir, en vacaciones desde marzo.
Así, el Barça ha perdido en el relato de las Champions (ha perseguido la suya como si solo importara eso) y va perdiendo en el relato de los títulos, pese al recorte de Ligas en el último decenio, muy meritorio. Pero se equivoca de discusión. Tiene que volver a su locus de control. Al lugar donde es fuerte y desde donde gana. A su historia, a su relato: al juego.
Como los azulejos de un mosaico, el equipo culé ha ido perdiendo piezas poco a poco hasta hacerse poco reconocible. De acuerdo, se han jubilado los mejores jugadores de su historia menos Messi, es cierto que es difícil sustituirlos, pero el problema es dejar de hablar el idioma propio, perder el sentido del relato, más que sus protagonistas. El Barça debe volver al Juego de Posición y Posesión. A los triángulos, las superioridades, al tercer hombre, al desmarque de ruptura o de apoyo que crea espacio donde no lo había, al a veces vengo y a veces me voy cuyo porqué solo conocen los canteranos. Los Barçahablantes. Los depositarios del ADN Barça.
Desde las premisas de la comparación, desde la titulitis, la temporada, ¡ganando la Liga!, es un fracaso. Y, objetivamente, no lo es. Solo desde la frustración del deseo no concedido, de nuevo rico o de niño caprichoso, se debe considerar un año tremendamente regular un fracaso. El fracaso, que lo ha habido, es no competir, como en Anfield, como en la primera parte de la final de Copa. El fracaso principal es otro: es perderse, abandonar tu identidad. Las consecuencias no son las causas: el Barça no ha fracasado porque no haya ganado la Champions. Ha fracasado porque juega muy mal y ha perdido su camino. Su idea.
La culpa es transversal. En orden inverso de importancia:
—Los jugadores: han tirado la primera parte del 80% de los partidos de la temporada, confiando en su calidad y resolviendo al final, esperando a Messi. Cuando ha salido bien, todo han sido loas, cuando no, adiós a la Champions y la Copa. La segunda unidad (Vidal, Lenglet, S. Roberto) es aprovechable. Hablaremos de los importantes: los hay muy acomodados (Suárez, Alba), los hay de calidad pero no inventiva (Rakitic, Arthur), los hay muy decadentes (Busquets). Y los hay desconcertantes (Dembelé) o directamente insultantes (Coutinho). Si de mí dependiera, solo tres intocables: Messi, Ter Stegen, Piqué. El resto a competir por un puesto o directamente a perderlo, varios deben salir de la plantilla, pese a gloriosos pasados y por muy doloroso que sea su ocaso. De Ligt será bienvenido, es un líder y faltan jugadores de carácter. Son necesarios otro delantero centro, laterales de ambos lados, otro centrocampista de calidad además de De Jong, titular desde ya, y posiblemente sea bienvenido Griezmann, pese al sainete del año pasado y la oposición de la plantilla. Ellos no deben decidir, por muy discutible que fuera el comportamiento del francés y su “documental”. La plantilla es correcta, pero insuficiente, sobre todo en el plano creativo y resolutivo. Falta brillo y pólvora.
—El entrenador: Valverde ha sido un trabajador sensato, hombre de club y ha resuelto aceptablemente dos problemas enormes: la salida de Neymar y la jubilación de Iniesta. Ha hecho del equipo un grupo serio, solvente, competitivo, lo ha armado muchas veces en un clásico 4-4-2 muy funcional que era anatema en Barcelona, sin haberse derrumbado el estadio.
Por el contrario, ha fracasado cuando se ha necesitado un golpe de genio, de valentía o de locura. No está en su naturaleza. La transición al 4-3-3 de esta temporada se ha podido hacer correctamente, pero no se ha visto traducida en mejor juego. Los centrocampistas no se han sabido escalonar para activar a Messi más arriba, no ha habido triángulos, el juego ha sido retórico, en muchas ocasiones un limpiaparabrisas lento, de lado a lado, y solo se ha dado importancia a las áreas, donde los cracks han decidido, pero olvidando el centro del campo, el movimiento divisorio y el toque multiplicador. El equipo ha dependido en exceso de Messi, que es enorme, pero no puede siempre con todo. No hay lugar donde once manden que uno solo pueda alcanzar.
Valverde ha sabido reconducir los problemas que causaban Dembelé o Vidal, incluyéndolos bien en el grupo, pero no se ha conseguido una regularidad en el buen juego. Ha conseguido realizar correctamente las rotaciones de la plantilla, pero no activarla en el momento preciso. No sabemos si tiene el método o la cultura del juego de posición, puesto que le faltan jugadores de ADN Barça, pero la duda de que pueda tener el coraje de intentarlo es inevitable, parece más conservador que aventurero, más melancólico que creativo. En resumen, ha sido, a la corta, mejor corrector que alineador. Y a la larga, mejor gestor que entrenador. Me mojo: me da pena, por buen hombre y porque ha cumplido, pero yo lo cambiaría.
—La directiva: para mí, la gran culpable de la situación, por la evolución antes referida en la idea de club, de plantilla y de juego, que responde a un planteamiento consciente y deliberado. Por no honrar al pasado y a la idea, por no defender el relato. Por entregar el club a los jugadores. Y por querer parecerse al Real Madrid, fichando sin parar a golpe de cartera en lugar de mirar el ascensor de casa. No siempre sube alguien, pero seguro que no sale si no se intenta. ¿Dónde está la cantera? ¿Dónde los entrenadores valientes? ¿Por qué se vende en todo el mundo un método de enseñanza futbolística tecnificada (Barça Lab) que se ha dejado de practicar en casa? La directiva ha pensado que si el Madrid podía ir por la línea más recta, sin pensar en el juego sino en el resultado, ellos también. Y no, el Barça no funciona así. Ni siquiera el Madrid funciona siempre así, se está viendo.
Le va a costar al FC Barcelona encontrar la siguiente palabra de la sucesión Cruyff-Pep-Tridente-Messi. Como no vuelva a jugar, como hacen los niños, el club y el equipo se hará anciano de tan serio y aburrido que se ha vuelto. Necesita reescribir el relato.
No es mal comienzo fichar jóvenes rubios de calidad procedentes de Holanda, conocen el idioma de Johan. ¿Y si mientras esperamos a Xavi traemos a su calvo entrenador, que manda a ocho jugadores por delante de la línea del balón y quizá ponga a Riqui Puig? ¿Y si hay elecciones y se presenta a la presidencia otro calvo, Jordi Cruyff, de tentadora y deliciosa genética e ideario? ¿O mejor aún, le damos por fin las llaves de todo al calvo definitivo, que ahora come fish and chips y que debería estar harto de la lluvia?
Bienvenido a A LA CONTRA, muy agradable escrito para un muy mal momento culé, creo que reflejas de una manera amena y bien dicha el pensamiento de tanto hincha que a pesar del triunfo vive ahora mismo un desasosiego como hace años no veíamos.
Estoy de acuerdo con su diagnóstico y en base al mismo pienso que debemos volver a un medio campo de la cantera. Lamentablemente como parte de la autodestrucción vendimos a Tiago Alcántara, pero están Aleña, Sergio Roberto, Ricky Puig. Juntarlos con De Jong y hacer de Busquets lo que se hizo con Xavi en su último año. También nos quedan Arthur y Arturo que son aprovechables por igual. Yo es que veo todos estos jugadores (los cuales casi todos están aqui) y no se como se puede jugar tan mal. El resto es fichar a De Ligt, un delantero y un lateral. Y sacar a Coutihno y ver si Dembele quiere ser un jugador de fútbol u otra cosa.
[…] Granada, de lo que no estuviéramos avisados desde hace meses, quizá años. Ya lo anticipábamos en el artículo que evaluaba la temporada anterior, escrito en mayo, pero los defectos siguen siendo los mismos, pese a fichajes de relumbrón que […]