Las victorias del Atlético de Madrid ante Valencia y Valladolid daban la opción al equipo culé de ganar la Liga en el Camp Nou y no desde el sofá de casa. La victoria ante el Levante y la posterior celebración con todos los aficionados fue el broche de oro a una campaña incontestable. Una más. Y ya van ocho de los últimos once títulos en juego. La única duda con respecto a la parte más alta de la tabla era el momento en el que el Barça cantaría el alirón. A los de Ernesto Valverde les han sobrado nada menos que tres jornadas de competición; nueve puntos por los que más de un equipo vendería su alma al diablo. Que sea predecible no debe restarle valor. El Barça ha logrado que parezca sencillo celebrar una Liga con un mes de antelación. Han convertido los resultados de la mejor liga del mundo en los de la Ligue 1, el Calcio o la Bundesliga.
Desde la primera Liga que ganó Johann Cruyff como entrenador del Barça en 1991, los azulgranas doblan en títulos ligueros al Real Madrid: dieciséis contra ocho. Un histórico apabullante que adquiere todavía más dimensión si se empieza a contabilizar a partir de la irrupción de Leo Messi. El crack argentino ha participado en quince Ligas y ha ganado diez. No muy lejos asoma el récord de la leyenda blanca, Paco Gento, con doce. A diferencia de la Champions, donde un mal día te deja fuera o factores aleatorios como los sorteos pueden marcar la diferencia, la Liga es el campeonato que mide la regularidad y cómo de bueno eres en el partido a partido. Los éxitos continuados del Barça en esta competición se explican en base a lo extremadamente difícil que es ganarle un título de 38 fechas al equipo con el mejor jugador de la historia. Esta campaña, a falta de tres jornadas para el final, sólo en Liga Messi lleva 34 goles y 13 asistencias.
Es la Liga de Messi, pero también de Ernesto Valverde. El técnico extremeño solamente ha perdido tres de los 72 partidos ligueros en los que ha dirigido al Barça. La temporada pasada ganó la Liga invicto y no perdió hasta la penúltima jornada, curiosamente contra el Levante. El Txingurri es el mejor entrenador de la historia reciente del conjunto azulgrana en lo que a números se refiere, con menos derrotas a estas alturas que leyendas de la talla de Johan Cruyff, Frank Rijkaard, Pep Guardiola o Luis Enrique. Decir que el Barça de Valverde es tan vistoso como el de Cruyff o Guardiola sería faltar a la verdad, pero este es un equipo sólido y competitivo que ha hecho de la victoria un hábito. También en la Champions League, donde sólo ha caído derrotado en un partido que todo el mundo recuerda.
Ernesto Valverde tomó nota de la debacle de Roma para, un año después, llevar al Barça a las puertas de un histórico tercer triplete. La virtud del técnico extremeño está en haber extraído una lectura positiva de la bochornosa eliminación en el Olímpico. Especialmente en la gestión de los minutos de los futbolistas más importantes. Messi partió desde el banquillo ante Alavés y Levante, mientras que hace menos de dos semanas ni siquiera fue convocado para la cita contra el Huesca. Como el rosarino, otros muchos. Solamente hay que comparar los onces que alineó Valverde en los encuentros ligueros previos a los cuartos de final de Champions de este y el anterior año. El Barça ha ganado la Liga pese a que la obsesión, al menos en la cabeza de los jugadores, pasa por volver a levantar una Orejona. El capitán Messi no tuvo reparos en reconocerlo en su primer discurso portando el brazalete de la señera allá por el mes de agosto. Esta temporada se ha dosificado como nunca antes lo había hecho. Uno de los grandes éxitos individuales del Txingurri ha sido ganarse la confianza del 10. El argentino está feliz con su actual entrenador. Y sólo la felicidad de Messi, que es la del Barça, es una razón con el suficiente peso como para justificar la renovación de Valverde por una temporada más.
Este Barça campeón es muy diferente al de la pasada campaña. En primer lugar, porque esta ha sido la primera Liga post Andrés Iniesta. El centrocampista manchego abandonó en verano el club del que era bandera para disfrutar de una aventura japonesa en el Vissel Kobe. La dirección deportiva culé entendió que el relevo de Iniesta ya estaba en casa. Sacar a Philippe Coutinho del Liverpool costó dos ventanas de fichajes y 160 millones de euros. Del fichaje más caro de la historia del Barça se esperaba que actuase en la posición de interior izquierdo que dejó vacante Iniesta. Y así fue al principio. Las primeras alineaciones de Valverde partían de inicio con los cuatro fantásticos: Messi, Suárez, Dembélé y Coutinho. Un once con una vocación claramente ofensiva que se marchó junto al mes de septiembre.
El Barça era un equipo que se rompía por la mitad y no tenía el control de los partidos. Demasiado atrevimiento para el Txingurri, que optó introducir en la posición del brasileño a otro brasileño. Coutinho avanzó una altura y su lugar en la sala de máquinas lo ocupó Arthur Melo, uno de los flamantes fichajes del club. La apuesta como titular por el joven centrocampista proveniente de Gremio vino propiciada por los dos puntos de nueve posibles (empates en casa contra Girona y Athletic y derrota fuera contra el Leganés) que cosechó el Barça en la última semana de septiembre. Los primeros partidos de Arthur dejaron claro que, de cometer la osadía de compararlo con uno, era más un Xavi que un Iniesta. Arthur se hizo rápidamente dueño del centro del campo culé gracias a su capacidad para asociarse y no perder la pelota. Una bendición para un Busquets cada vez más necesitado de escuderos.
Valverde ya no volvió a colocar a Coutinho en la posición de Iniesta. Tampoco dejó de contar con él. De hecho, uno de los mayores peros que se le puede poner a su gestión en el Barça es la excesiva confianza que ha tenido con el brasileño. Incluso en partidos en los que el jugador vagaba por el campo como un fantasma (la mayoría desde que viste de azulgrana). Las comparaciones con los suplentes agravan aún más su titularidad. La entrada de Arthur conllevó la caída de Ousmane Dembélé de los onces. En ese momento se abrió un debate entre cuál de los dos debía de ser el acompañante de Messi y Suárez. Salvo un pequeño tramo de la temporada, el beneficiado siempre fue Coutinho. El vertiginoso extremo francés, al igual que Malcom, denostado por el técnico extremeño desde que fichara por el conjunto azulgrana este verano, han transmitido mejores sensaciones que el brasileño cuando se les ha dado la oportunidad. En cualquier caso, los resultados avalan a Ernesto Valverde y Coutinho está yendo de menos a más.
Valverde debió esperar que la confianza depositada en Coutinho le surtiera un efecto similar a la que mostró con Luis Suárez. A lo largo de esta Liga, el delantero charrúa ha atravesado picos de forma en los que daba la sensación de que sus años dorados ya habían pasado. Eso sí, no importó lo mal que pudiese estar porque la fe de Valverde en su recuperación rozó lo divino. De Suárez se podrán decir muchas cosas, pero no que no deja de intentarlo nunca. Cuando Messi no ha estado, él ha sido quien se ha erigido como el capitán sin brazalete del Barça. El argentino se perdió el Clásico de la primera vuelta por culpa de una lesión en el radio del brazo derecho. Suárez respondió con un hat-trick en la victoria de los culés por 5-1 que causó la destitución de Julen Lopetegui. Marcará más o menos goles, de momento lleva 21 en Liga, pero el Barça tardará años en encontrar en el mercado a un punta con las prestaciones del uruguayo.
La Liga del Barça también se explica desde la retaguardia. Clement Lenglet firmó como un jugador de fondo de armario y le ha acabado arrebatando la titularidad a su compatriota Samuel Umtiti. El central campeón del mundo, entre lesiones y errores de bulto, ha cuajado su peor temporada desde que aterrizó en el Camp Nou. Tanto que su futuro en el club no está asegurado. Al mal estado de forma de Umtiti, que quedó de manifiesto en los cuatro goles que encajó el Barça contra el Villarreal, se han sumado las convincentes actuaciones de Lenglet. Venido a España de la mano de Monchi, la dirección deportiva culé firmó al galo pagando la cláusula de rescisión que lo ligaba al Sevilla. En tiempos de precios de mercado disparados, los 35 millones de euros que costó el central de 23 años sólo admiten el calificativo de ganga. Lenglet ha aportado seguridad defensiva y una salida de balón desde atrás impoluta. Un fichaje de rendimiento inmediato, como dijo Zubizarreta en su día para referirse a otro defensor de habla francesa. Gerard Piqué, su compañero en la zaga, tampoco ha desentonado. Por no decir que este ha sido uno de los mejores años de su carrera a nivel individual. De hecho, el catalán jugó todos los minutos de esta Liga hasta el partido de La Cerámica de principios de abril.
Por si no fuera suficiente la seguridad aportada por la pareja conformada por Piqué y Lenglet, Marc-André ter Stegen ha vuelto a probar que es el portero idóneo para el Barça. Un pulpo entre palos y un centrocampista con guantes. Imprescindible para Valverde, en 35 partidos ha encajado 32 goles. Ter Stegen no ganará el trofeo Zamora, pero lleva cinco cursos de azulgrana y ha ganado cuatro Ligas. La gestión del técnico extremeño durante esta campaña también nos ha descubierto que el Barça, a falta de la llegada de De Jong en verano, dispone de dos centrocampistas de la Masía muy ilusionantes para el futuro. Esta ha sido la primera temporada de Carles Aleña como miembro de pleno derecho del primer equipo. Ha disputado catorce partidos y en la jornada de entre semana ante el Alavés cuajó su mejor mejor actuación individual desde que ascendiera del filial. Valverde también hizo debutar en Liga al talentoso Riqui Puig, una de las pocas noticias ilusionantes que dejó el empate a nada del Barça en Huesca. Menos se puede decir de Prince Boateng y Jeyson Murillo, intrascendentes desde su llegada en invierno.
La plantilla culé celebró el título sobre el césped del Camp Nou con todos los aficionados en las gradas. El Barça se ha acostumbrado a celebrar Ligas, pero no en casa. La última fue en 2010. Entre esa temporada y la de ahora, un triunfo del Atlético, dos del Madrid y cinco del conjunto azulgrana. Es el imperio de la regularidad. La victoria del día a día. Los futbolistas del Barça festejaron en el Camp Nou con una camiseta conmemorativa en la que se leía un mensaje que refleja fielmente este dominio en la Liga: “Lo extraordinario es que parezca normal”.
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