La temporada regular de un equipo de Béisbol está compuesta por 162 partidos. 162, sí. Entre abril y octubre prácticamente juegan cada día. Hay partidos por la mañana, por la tarde y por la noche. En casa y fuera. Es fácil que algunos ya no se jueguen «nada» en verano, pero eso no les resta ilusión. Los campos siguen estando llenos, con buen ambiente y con la emoción de ganar el siguiente partido. El que sea. En Rugby, las competiciones se paran en noviembre para que las selecciones disputen partidos amistosos. Nadie se juega «nada», pero cualquier aficionado sabe cómo son esos encuentros. ¿Por qué en el fútbol español da la sensación de que sólo hay una docena de partidos al año que merecen la pena ser jugados? ¿Por qué hay que vivir lo que queda de temporada con resignación y esa actitud, entre la soberbia y el desdén, que parece ser la oficial?
Me ha dado por pensar en todo esto después de tener que ver los dos últimos partidos del Atleti fuera de mi hábitat natural. Más allá de que ambos hayan sido victorias, en los dos me lo he pasado muy bien. Curioso. Han sido partidos emocionantes que he disfrutado como lo que son y no como lo que «deberían ser». En los que no he apelado al futuro o al pasado. Algo que, inmerso en el día a día del universo colchonero, ese de las exigencias, las urgencias y los objetivos, se me había olvidado hacer.
Parece ser tradición que cada Jueves Santo (o cualquier fiesta de guardar, en realidad), surja un hecho, rumor, intuición o interpretación que anticipa la anunciada debacle rojiblanca, el final de ciclo de la era Simeone y la severa división en la grada colchonera. Parece que, habiendo ganado en Eibar, lo lógico sería entrar ahora a explicar las bajas, las opciones de futuro y mi opinión razonada sobre el culebrón de Diego Costa. No lo voy a hacer. Ya no. Me parece una trampa. Prefiero hablar del partido. Vivir los que queden como esa primera vez que entré en el Calderón. Un día en el que Atleti y Hércules se jugaban «nada» y que me cambió la vida.
Afortunadamente, el equipo parece estar en una sintonía diferente a la que marca su actualidad mediática y sigue siendo un gran equipo. Uno que suple las bajas sin aspavientos, que sigue corriendo con humildad y que cuando decide no coquetear con su estilo, o su grado de intensidad, sigue siendo uno de los mejores equipos del mundo.
Digan lo que digan los twitteros-cuñado (o sus mentores), ganar en Ipurua no es fácil. El equipo guipuzcoano es una delicatessen de la que la Liga española debería sacar pecho (y no lo hace) y los aficionados deberíamos admirar (y no tengo tan claro que lo hagamos). Que un club con esos recursos (ciudad, presupuesto, cercanía de otras potencias…) esté en la élite de forma continuada y que encima lo haga de esa manera, es digno de admiración. La SD Eibar es una institución ejemplar fuera del campo, pero es que también lo es dentro. Esa presión adelantada de Mendilibar es de los mejores ejercicios tácticos que yo he visto sobre un terreno de juego. Ese juego vertical, fino y nada tosco, junto a esa querencia por explotar las bandas, y que sabe a fútbol de antaño, es algo de lo que disfruto cada vez que tengo oportunidad.
El Atleti lo ha pasado mal frente al Eibar, pero creo que le ha jugado bastante bien. Solamente perdió el control del partido durante el último cuarto de hora de la primera parte y apenas concedió ocasiones en contra. En contrapartida, salió bien siempre que pudo, dominó el centro del campo con solvencia y tuvo varias ocasiones claras para matar el partido (Correa, Morata, Koke, Godín…). El único pero que pongo es esa incapacidad para tener un poco más el balón durante las fases en las que el equipo rival lo encierra en su área.
Estuvieron bien los centrales (Giménez jugó con un dedo roto, dato que deberían memorizar los de la exigencia), Rodri y Thomas volvieron a jugar a muy bien nivel y Koke volvió a recordarnos la mejor versión de Koke. Morata sigue mostrando lo gran delantero que es y Lemar, que acabó marcando el gol decisivo, tuvo unos minutos más que prometedores. Que el colegiado le dé un toque a Morata para calmar las cosas después de no haberle pitados varias faltas, a mí, me parece irrelevante. Cosas del fútbol. Pero hoy y siempre. Por eso me parece muy lamentable (y sumamente injusto) que el mismo caso sirva para construir un relato de violencia y retórica jurista con el que echarle cuatro partidos a Simeone y a Diego Costa. Y que nadie diga nada. Eso no es fútbol. Eso es otra cosa.
Al acabar el partido estaba contento. Sí, lo siento. Lo estaba. ¿Por qué? Pues porque el Atleti había ganado un partido muy difícil. Así de simple. Me rompió el alma perder en Turin, pero no creo que deba tatuármelo en los glúteos ni creo que tenga que recordarlo cada vez que me ocurra algo bueno. No sé si debo disculparme por ello, pero también me ilusiona poder quedar segundo en la Liga. En 115 años el equipo no lo ha conseguido ni en una decena de veces, así que no debe ser tan fácil. Y me alegra estar clasificados ya para la Champions del año que viene. Debe ser que me he aburrido de tener que estar enfadado por todo.
@enniosotanaz
Me parece lamentablemente que traten de esa manera al árbitro.
No le dio ninguna colleja y lo único que quiso hacer fue calmar y tranquilizar a Morata
Lo dice un colchonero de corazón