Castellania está casi al final de la carretera. Más allá solo hay algunos caseríos y granjas, donde la falda de los Apeninos se eleva en ondas sucesivas por encima de empinados valles verdeantes, colinas boscosas, minúsculas viñas y torres solitarias. Castellania no es un lugar boyante, igual que otros muchos pueblos de esta zona al noroeste de Italia. No todas las casas están habitadas y hay pocas señales de actividad agrícola, a pesar de que la organización católica Opus Dei está invirtiendo en el pueblo, cosa que podría comportar su revitalización”. La cita corresponde a la biografía de Fausto Coppi escrita por William Fotheringham (La pasión de Fausto Coppi) y nos describe un lugar que ya no existe, al menos oficialmente. Castellania es ahora un pueblo con nombre y apellido rebautizado como Castellania Coppi. Así lo decidió el pasado lunes el Consejo Regional del Piamonte, volcado en los actos que conmemoran en 2019 el centenario del nacimiento del mejor ciclista de la historia si damos más valor a la inmortalidad que a los triunfos.
Coppi ya tenía una calle en su pueblo, pero era insuficiente. Castellania languidecía poco a poco sin más agitación que los visitantes esporádicos, siempre tras las huellas del campeón. Cuando nació Fausto, el pueblo rondaba los 500 habitantes; ahora no hay más de cuarenta, dedicados, en su mayoría, a mantener vivo el recuerdo. En el Viale Fausto Coppi se localiza la Casa Museo del corredor. El único hospedaje se llama Grande Airone, la Gran Garza, el apodo que mejor describía la particular fisonomía de quien había sido moldeado para montar en bicicleta, largas las piernas, inmenso el corazón y aerodinámica la nariz. “Por esta razón, en los momentos en que el deporte lo devolvió a la vida civil, y se vio obligado a caminar con sus pies y usar ropa normal, el atleta se mostró torpe. Como si la vida cotidiana le causara escalofríos de sufrimiento; el gran corredor, lejos de correr, parecía una garza: espléndido en vuelo, pero incómodo cuando debía tocar el suelo”. Así lo relata Giancarlo Governi en su libro Il Grande Airone.

Ya lo ven: todo lo que toca Fausto Coppi se aproxima a la poesía. No ha habido ciclista que haya inspirado una mejor literatura desde el día en que el periodista de la RAI Mario Ferreti abrió la radiocrónica de la 17º etapa del Giro de 1949 con estas palabras: “Un uomo solo é al commando; la sua maglia é bianco-celeste; el suo nome é Fausto Coppi”. Aquella tarde, Fausto corrió en solitario 192 kilómetros a través de los Alpes, por todas las montañas que caben entre Cuneo y Pinerolo: Madeleine, Vars, Izoard, Monginevro y Sestriere. Pierre Chany, periodista de L’Equipe fue testigo de su hazaña durante algunos kilómetros. “Lo vi alejarse de los demás y lo acompañé hasta que pasó por un pequeño pueblo de Francia, creo que Barcelonette, donde le dejé ir. Entré a un restaurante y pedí una comida completa, desde aperitivos hasta café. Comí con la tranquilidad de un gourmet. Fumé un cigarrillo. Pedí la cuenta. Pagué y salí. En ese momento vi pasar al ciclista que iba sexto en la etapa”. En meta, Coppi aventajó en 12 minutos a Bartali y 1en 19:14 a Alfredo Martini, el tercer clasificado. Eso era Coppi.
También fue un héroe trágico, condición fundamental para ganarse la inmortalidad. Bartali murió demasiado viejo y a Bahamontes todavía sigue en fuga. Coppi, sin embargo, cayó antes de que la vejez le desfigurara el rostro y el recuerdo. Murió cuando las portadas todavía eran suyas, como evocación de su gloria o de su escandaloso adulterio. Murió a los 40 años, de malaria, convertido en símbolo de una Italia que había vuelto a sonreír después de la guerra, tal y como rememora Marcos Pereda.
Pero no estamos aquí para rendir homenaje a Coppi, sino a Castellania y a su alcalde, Sergio Vallenzona, de 66 años. Su decisión atraerá a tifosi de todo el mundo a cambio de muy poca inversión: “Somos tan pequeños que tendremos que modificar muy pocas señalizaciones para incluir el nuevo nombre”.
Escribe William Fotheringham: “Cuando un periodista visitó a Coppi en Castellania en los años 40, el corredor le dijo: “¿Entiende ahora por qué me hice ciclista? ¿Qué podía hacer además de largarme con la bicicleta?”. Casi un siglo después el campeón ha vuelto para siempre.
Tras el artículo, el debate. ¿Deberían seguir su ejemplo otros pueblos en situación similar? ¿Debería rebautizarse Villava como Villava-Indurain? Tal vez la ocurrencia solo funcione con pueblos en lucha por la supervivencia como Castellania. Lo sensato es pensar que la riqueza histórica de cada localidad, mucha o poca, es la que abre o cierra la discusión. En Fuentealbilla (1.800 habitantes) nadie discute a Iniesta como hijo predilecto, ignoro si hasta el punto de renombrar al pueblo como Fuentealbilla de Iniesta. David Cal, ganador cinco medallas olímpicas, se crió en Vilariño (2.800 habitantes) y Carles Puyol en La Pobla de Segur (3.000)… Quizá resulte descabellado plantear ahora que Manacor, de 40.000 habitantes, altere su nombre para rendir homenaje a Nadal (a los Nadal), pero la idea es a cien años vista. Dentro de un siglo, cuando los jóvenes pregunten “¿por qué Nadal? habrá que contarles la historia. O enseñarles el mapa.
[…] este jueves sonrió Movistar, pero lejos de Cataluña, en la Coppi e Bartalia, donde se llevó la segunda etapa e inaugura así su casillero en 2019. Después de […]
[…] nacimiento de Coppi, y el mismo año que su pueblo ha decidido apellidarse como el campeonísimo (Castellania Coppi), el Giro rendirá su particular homenaje con una etapa entre Cuneo y Pinerolo. Pero será muy […]