Hay veces que lo que ocurre en la vida acaba siendo un relato perfecto de aquello que llevas guardado dentro de tu cabeza. Ayer fue una de esas veces. El Atlético de Madrid venció a la Juventus de Turín en un partido soberbio que significa muchas más cosas que una simple victoria por 2-0 en la ida de los octavos de final de Champions League y frente a uno de los equipos más potentes de Europa.
Significa recuperar la esencia. Significa reencontrarse con lo que el Atleti siempre fue. Significa comprobar que Simeone suele tener razón. Que es absurdo dudar después de que te ha demostrado cien veces que no hay razones para hacerlo. Que la fortaleza de un equipo como el rojiblanco está (y estará) en jugar como lo que es. Como equipo. Significa que nunca hay que despreciar a la vieja guardia. Godín volvió a ejercer de Mariscal y Juanfrán volvió a ser un recurso fiable e infalible. Giménez volvió a ser un corazón construido con emoción y músculo. Koke volvió a ser el más listo de la clase y Diego Costa volvió a dar una lección de lo que es ser delantero centro en un equipo de élite. Significa que Griezmann es jugador del Atlético de Madrid y que eso es una suerte, un lujo o un privilegio, pero que nunca puede ser un problema. Significa que la afición rojiblanca sigue siendo un jugador importante cuando los partidos se juegan en casa. Significa que tenemos casa. Que el Metropolitano puede ser también una caldera de fútbol. Significa que ver un partido allí, en nuestra casa, puede ser una de las experiencias más divertidas que existen. Significa que el equipo no había perdido la personalidad. Que fue a sacarla justo cuando más falta hacía. Justo en ese momento en el que otros equipos se hunden. Después de un mano a mano fallado, después de un larguero caprichoso y después la enésima interpretación vanidosa de un VAR que parece haber venido a fortalecer las injusticias en lugar de a eliminarlas. Significa que nunca hay que dejar de creer. Significa que hay que vivir partido a partido. Significa que hay que fiarse de uno mismo antes que de todos los demás. Significa que se puede ganar y que se puede perder, pero que ninguna de las dos cosas tiene que cambiarte por dentro. Significa que no lo pueden entender.
En los días previos al partido, más allá del tradicional desprecio de los analistas de cámara o de los vaticinios agoreros de esos expertos que saben tanto de jugadores y tan poco de fútbol, he asistido preocupado a comportamientos dentro de la afición colchonera que no entiendo. El miedo. La histeria. El pesimismo intolerante. El enfado. El sufrimiento preventivo. El ver los partidos como puente y no como un fin en sí mismo. El desprecio arrogante de todo lo que no fuese levantar una copa. ¿Por qué? ¿De dónde sale ese frío? ¿Quién os ha quitado la alegría?
Tengo una teoría. Hay un fenómeno en biología que explica el que ciertos seres vivos crezcan condicionados por un determinado estímulo externo, que creo que es lo que está pasando en el Atlético de Madrid. Se llama tropismo. Demasiados estímulos externos. Ese es el problema. El Atleti sufre una especie de fototropismo extremo que intenta que la institución crezca hacia una luz que no es la suya. Es esa en la que no se pueden celebrar las pequeñas alegrías. Esa en la que no hay espacio anímico para entender que la derrota es una parte del juego. Esa en la que no se puede ser diferente. Esa en la que se desprecia el camino. Esa en la que se sacrifican a los miembros de la familia en virtud de un fin que nunca es suficiente. Esa en el que no hay rivales sino enemigos despreciables. Esa en el que no está permitido el error humano.
Si el que suscribe entendiese esto del fútbol así, que es como lo entiende ese muchacho portugués de ademanes poligoneros y recurrentes problemas con hacienda, tendría muy complicado ser feliz. Tendría muy pocas oportunidades en la vida para serlo y además durarían muy poco. Por suerte o por desgracia, entiendo la vida (y el fútbol, que realmente es lo mismo), de otra manera. Yo prefiero apurar el día. Quitarme el reloj y no estar pendiente de cómo cotiza mi futuro. Prefiero divertirme ahora y no esperar a una mejor ocasión que a lo mejor nunca llega. Disfrutar de lo que tengo en lugar de sufrir por lo que puede que nunca llegue a tener. Me parece más saludable querer mucho a los míos que añorar mucho a los de los demás. Yo soy más de Azorín cuando decía que entre todas las alegrías, la absurda es la más alegre.
Y sí, queda el partido de vuelta. Y por supuesto sé que puede pasar de todo. Ahí está la gracia.
No puedo estar más de acuerdo contigo siempre. Qué facilidad para plasmar la realidad que yo vivo en mi equipo. Gracias
Gracias Ennio
Hacía tiempo que no me recordaba nadie , porque soy tan feliz siendo de este equipo
Pero pase lo que pase en Turín, nunca dejaré de decir, yo también estuve en esa noche mágica del Metropolitano
[…] pocos podían pronosticar una caída así. Porque el Atleti carece de muchas cosas, pero no de alma. O no hasta ahora. O no en partidos importantes. Y esta noche, por lo que sea, se la dejó en los […]