Puede que los jóvenes africanos que ahora intentan hacerse un hueco en la élite del baloncesto español desconozcan la historia. Por ello, esta merece ser contada con más razón. Mucho antes de la aparición de los Niang, Okouo, Diop y Diagne de turno, en 1963 y durante el franquismo, un jugador del continente vecino ganó la entonces llamada Copa del Generalísimo. Se llamaba Abdelwahed ben Siamar Mimoun, era de Marruecos y jugaba en Estudiantes, anfitrión de la actual Copa del Rey 56 años después de que se produjera una gesta menos valorada hoy de lo que debería.
«Honradez, seriedad, amateurismo, reprochar el profesionalismo del Real Madrid… Esa era nuestra época», rememora Baby, con 78 años y precisamente en la antesala de un nuevo derbi copero. Él fue capaz de derrotar al vecino rico junto a leyendas estudiantiles de la talla de José Ramón Ramos, Juan Martínez Arroyo o Chus Codina: nada menos que el primer gran triunfo nacional del equipo del Ramiro de Maeztu.
¿Se repetirá ahora la gesta de tumbar al eterno adversario, aunque en esta ocasión sea en los cuartos de final del torneo del KO? Con esa esperanza comulga Mimoun, que ha querido contar en A LA CONTRA un viaje, el suyo, que le llevó a ser el primer campeón extranjero de la Copa de la canasta.
Pasión temprana
Tercero de cuatro hermanos, Baby llegó a España a finales de los años 40. Creció y se formó en el Colegio Hispano-Marroquí del Ramiro de Maeztu, donde estuvo interno desde los siete años con una meta clara: jugar a baloncesto. El gran referente que tuvo a la hora de cumplir ese sueño fue su hermano mayor, Mohammed (Mimi a efectos baloncestísticos). Él fue el primer Mimoun que dio el salto a la máxima categoría durante los 50.

De hecho, el recuerdo asociado al baloncesto que más impactó a Baby en un principio fue ver jugar a Mohammed. Porque, sí, Mimoun también puede presumir de haber sido uno de los primeros aficionados que ayudó a dar forma a lo que luego sería la Demencia, el grupo de animación estudiantil más célebre. Es lo que tiene haber estado ahí en los primeros pasos de la canasta en el Ramiro. Entrar en la cantera fue a la vez deber y devoción.
Baby no estuvo solo a la hora de dar rienda suelta a su pasión. Está claro que el mayor de la saga Mimoun, Mimi, era el espejo en el que mirarse: dos etapas en el primer equipo de Estudiantes (1951-52 y 1955-56), con un Campeonato de Castilla (1954) en su palmarés. Sin embargo, los dos hermanos restantes de la familia, Mustafa y Omar, también pasaron por las filas estudiantiles. ¡E incluso uno de sus primos!

Sin embargo, sólo Mimi primero y Baby después lograron la machada de tener un sitio entre los mejores. La gran oportunidad para nuestro protagonista, ser integrante del equipo sénior de Estudiantes, llegaría entre 1959 y 1965. Cogió el testigo de su hermano y maestro a lo grande, con un año marcado en rojo en su trayectoria: 1963. El subcampeonato de Liga y, sobre todo, la conquista de la Copa le marcarían para siempre.
«Ganar al Madrid en San Sebastián fue increíble. En aquella época no había canastas de tres puntos y el resultado fue de NBA: 94-90. El Madrid tenía un gran equipo», recuerda Baby. Su caso fue toda una revolución para la época: «Los americanos no podían jugar, la Copa sólo era para nacionales. Conmigo hicieron una excepción, porque yo nací en el protectorado español de Marruecos y me crié y creé en el baloncesto en Estudiantes. Me había ganado, por méritos de residente y de jugador nacido y criado en España, jugar la Copa».

De ahí que se produjese el hito que con tanta emoción resalta Mimoun: «Soy el único extranjero que tiene la Copa del Generalísimo de baloncesto. Y el primer africano. En mi época no jugaba ningún otro en la Liga española salvo mis hermanos y yo. Estoy muy orgulloso. Cuando te has criado en el Ramiro desde párvulos… Había que ver cómo nos recibieron los alumnos del colegio cuando llegamos con el autobús».
Campeón de África y deportista olímpico
Después, llegaron otros momentos profesionales inolvidables a nivel de selecciones. Como la Copa de África ganada con Marruecos en 1965: Baby es el único jugador con nacionalidad española que ha conquistado este torneo (también logró una medalla de plata y otra de bronce). Por desgracia, reconoce que aquellos éxitos no se valoraron lo suficiente en su país natal.

Sí tuvo más relevancia su participación en los Juegos Olímpicos de México 1968. «Fue emocionante. Tuve la gran suerte de estar en el Estadio Azteca cuando Dick Fosbury saltó de espaldas por primera vez. Se me puso la carne de gallina al ver eso«, asevera Mimoun. En una época en la que las cámaras de fotos apenas se prodigaban, tuvo la gran suerte de poder compartir una instantánea con toda una leyenda del olimpismo, Jesse Owens.

Escolta que destacaba más como «acompañamiento» que como anotador y que jugó «un par de partidos interesantes en el Frontón Fiesta Alegre» contra el Madrid, sus logros cayeron en el olvido. Muchos años después, a Baby todavía le apena no haber podido volver a jugar en Estudiantes. Quiso hacerlo una vez que terminó la carrera de Ingeniería Técnica (tuvo que marcharse a Vigo para conseguirlo), pero su ofrecimiento cayó en saco roto: el club se negó a repescarle.
Aquella fue «la gran decepción» de la carrera de Mimoun, que profesa un gran afecto a los colores estudiantiles a pesar de todo (demente, canterano, jugador del primer equipo y veterano destacado en nuestros días). Hoy vive en Casablanca, aunque pasa algunas temporadas en Madrid (su castellano es de nativo) y no pierde detalle de la actualidad del baloncesto español por televisión. Desde luego, espera asistir al derbi copero para reencontrarse con viejos amigos como Vicente Ramos. Además, no puede estar más satisfecho con la evolución de la canasta africana desde sus tiempos de pionero.

«África tiene un potencial enorme en baloncesto. Hay que ver cómo son físicamente los jugadores. Incluso con una mala alimentación, tienes dos metros y pico en un tío. No tienen la envergadura de un negro americano, pero a los africanos les veo un futuro y un presente muy interesante. En España y donde vayan«, augura. Antes de despedirse, y con la ilusión de una posible sorpresa de Estudiantes en la Copa, Baby lanza un consejo a los jóvenes talentos de su continente: «Para que lleguen a donde deben llegar, tienen que respetar lo que les digan sus entrenadores y ser muy serios con su club». Palabra de leyenda.
Abdelwahed Bensiamar es otro de esos grandes jugadores cuya calidad nunca fué reconocida como se mereció. No obstante, soy de los que piensa que el reconocimiento más valioso a una persona es la que pueden hacer, no el público o la prensa, sino sus propios compañeros de profesión -en este caso de amateurismo- y esa es mi intención; dejar constancia, cuando aún goza de buena salud y no cuando sea tarde, de la calidad deportiva y humana de este entrañable amigo venido de Nador que estudió y se desarrolló bajo una formación integral, principios y valores comunes a los jóvenes españoles de aquella época, para posteriormente desarrollar su trabajo como ingeniero industrial en su país.
Shalam alecum, querido Beibi!!!
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