La dinastía de los New England Patriots, la dinastía de Belichick y Brady, se alargó esta noche en Atlanta con un sexto título después de derrotar a Los Angeles Rams (13-3), el joven aspirante de la nueva NFL. El conjunto bostoniano, en su tercera final consecutiva, se convirtió en el primer equipo de la historia en ganar la Superbowl tras haber perdido la anterior después de que lo lograran los Dallas Cowboys y los Miami Dolphins en 1972 y en 1973, respectivamente.
El mundo del football lleva dos años revolucionado por la irrupción del entrenador jefe de los Rams, Sean McVay, esa mente prodigiosa en la parcela ofensiva que nadie puede contrarrestar, así que, como suele ocurrir en este irónico mundo, el ataque del equipo angelino en los primeros treinta minutos de la Superbowl fue… horrible. Esta vez, las estadísticas permiten entender el sonrojo, aunque todavía fue más notable la vergüenza para los aficionados que lo vieron en el campo o en la televisión. Al descanso, Jared Goff, el joven QB que muchos sitúan como heredero legítimo de Brady (para ser el heredero de La Cabra antes tendría que deshacerse, por accidente o gracias a una hecatombe nuclear, de cuatro o cinco QB de su generación que son notablemente mejores que él, si bien es cierto que varias tramas de Juego de Tronos le pueden dar ideas que le ayuden a conseguirlo), llevaba 5 de 12 en lanzamientos y 52 yardas de pase, las mismas que acumulaban Woods, Cooks y Reynolds, esa terna de profundos wide receivers, en sus cinco recepciones conjuntas. Mientras, el potente dúo de carrera formado por C.J. Anderson y la estrella Todd Gurley tampoco sobresalía en exceso para no desentonar en la fotografía: siete carreras y 20 yardas entre ambos. En global, los datos todavía eran más descorazonadores: 10:08 minutos de posesión, 2.6 yardas irrisorias de avance por jugada y un clarificador 0% de acierto en terceros downs. Aun queda mejor si lo resumimos en un sencilla y fácil frase: sus seis posesiones de los dos primeros cuartos acabaron en punts. No estoy omitiendo ninguna jugada notable o espectacular del equipo de Los Angeles en esos dos periodos para ayudar a mi relato. No se preocupen si se quedaron dormidos: no hubo ninguna jugada vibrante protagonizada por los de azul y amarillo.
Ni siquiera, en busca de la sinceridad, los Rams destacaron tampoco especialmente en su temida parcela defensiva liderada por Donald, Suh y compañía. Bien es cierto que Littleton interceptó a Brady su primer pase del encuentro, pero el mejor jugador de todos los tiempos llegó al descanso (según cuentan, y si no bajaron el volumen, el show del tiempo de asueto lo protagonizó Maroon 5) con unos números más que aceptables: 15 de 25 y 160 yardas de pase. Brady dominó el juego (19:52 minutos de posesión) y sus mejores socios, como cabía esperar, fueron los de siempre: Edelman, con 7 recepciones y 93 yardas, y Gronkowski, con 4 recepciones y 40 yardas. Faltó que se sumara a la lista Hogan (el balón interceptado fue en un pase dirigido a él) y, sobre todo, que los de Bill Belichick sacaran mayor rédito en el marcador en una final que, en esos primeros treinta minutos, se les presentó sorprendentemente cuesta abajo. Únicamente Gostkowski, que había fallado un primer intento de 46 yardas, pudo anotar con un field goal de 42 yardas en la cuarta posesión de los de Boston (3-0). Desacertados en los terceros downs (28% de conversión), los Patriots perdieron una magnífica oportunidad en esos dos cuartos para haber dejado encarrilado su sexto título, al tiempo que nos mandaron a todos de vuelta a los años setenta, con nuestros pantalones de campana y el pelo largo: no había un marcador tan bajo al descanso de una Superbowl desde el 12 de enero de 1975. Ese día, en la novena edición de la gran final de la NFL, los Steelers, a la postre campeones, finalizaron la primera mitad con un momentáneo triunfo ante los Minnesota Vikings por 2-0. Ese mismo año, Belichick, después de graduarse en la universidad, aceptó su primer trabajo en el mundo del football como asistente del head coach Ted Marchibroda en los Baltimore Colts. Le pagaban 25 dólares a la semana. Seguro que ya empezaba a dibujar en servilletas sistemas para maniatar a los rivales desde la defensa. Las dinastías se defienden mejor viendo desde tu atalaya a los aspirantes llegar.
Tras la reanudación, nada se movió en exceso: Edelman, aquella séptima ronda del draft del 2009 (pick 232) que se perdió toda la temporada pasada tras romperse el ligamento cruzado anterior, continuó recibiendo balones de Brady (sexta ronda del draft del 2000, pick 199), mientras los Rams desperdiciaban posesiones. Hubo que esperar hasta el noveno drive de los angelinos para que fueran capaces de superar un tercer down y, al menos, igualar el choque con un field goal de 53 yardas de Zuerlein (3-3). Faltaban poco más de 17 minutos para la conclusión del partido y ya conocíamos por fin una certeza: si alguien quería ver acierto ofensivo, lo mejor era que desempolvara el dvd de las finales de los dos últimos años. La emoción, eso sí, estaba tan presente en Atlanta como lo estuvo en Houston y en Minneapolis.
Ya en el último cuarto, la pregunta parecía evidente: ¿estaríamos viendo la primera Superbowl de la historia sin al menos un touchdown? En un deporte tan igualado y complejo como el football, lo evitó la única variante que permanece inalterable desde hace dos décadas: The Brady Bunch. El QB de los Patriots conectó, en su cuarta posesión de la segunda mitad, pases con sus viejos amigos Edelman (sí, su nombre se repite hasta la eternidad, por eso fue el MVP del partido) y Gronkowski hasta que el tight end más determinante de la última década recibió una asistencia profunda a solo tres yardas de la línea de anotación, quién sabe si como última misión para la B&B Limited Co. antes de su retirada. Era la primera visita de cualquiera de los dos equipos a la red zone en el encuentro y Michel la convirtió en touchdown a la carrera a falta de siete minutos para la conclusión (10-3).
Todavía quedaba tiempo suficiente para que Sean McVay, el gurú unánime elegido por todos de la NFL futura, hiciera magia para igualar el encuentro, pero, a pesar de que Gurley, Reynolds, Woods y Cooks (que estuvo muy cerca del touchdown) aparecieron por fin, Gilmore acabó con las posibilidades de empate de los Rams con una intercepción a falta de tres yardas para la end zone. Gostkowski, con un field goal de 41 yardas a falta de 1:12 para el final, terminó por certificar la victoria bostoniana (13-3).
Al igual que sucedió en la MLB el pasado mes de octubre, Boston reinó una vez más sobre Los Angeles (Beat LA!) y los Patriots ya son, junto a los Steelers, el equipo con más títulos de la NFL. Seis en total. Un aviso: Brady y Belichick, la cabra y el cabrón, la B&B Limited Co., todavía quieren más. Porque son la mejor pareja de la historia del deporte.
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