Desde 1990 a 1999, la Copa del Rey de baloncesto conoció a ocho campeones diferentes en diez ediciones: C.B. Zaragoza, F.C. Barcelona, Estudiantes, Real Madrid, Saski Baskonia, Bàsquet Manresa, Joventut de Badalona y Valencia Básket. Únicamente los azulgranas y los vitorianos repitieron entorchado copero en esa última década del siglo pasado. Se trata de dos de los seis equipos de esa lista que han estado presentes en Madrid en la edición de este 2019, casi treinta años después. Una edición con aroma a pasado (el conjunto manresano se quedó a las puertas de la clasificación), pero también a una situación persistente: en los diez últimos años, la Copa del Rey solo conoce a dos campeones, el Barça y el Madrid, que se han enfrentado en siete de las últimas diez finales coperas. El Clásico que lo domina todo y a todos (al menos, mediáticamente) entre dos fenómenos deterministas que se retroalimentan a través de vasos comunicantes. La sonrisa de uno son las lágrimas del otro. Y ahora el que sonríe es el Barça, campeón hoy y campeón el año pasado. Ambas veces, por desgracia, con el mismo protagonista: la polémica arbitral. Esa que nubla en el titular la visión panorámica: el partidazo que disputaron ambos equipos durante cuarenta y cinco minutos.
Porque en el Wizink Center hoy, en Madrid, en una ciudad que no ve al conjunto madridista adjudicarse la Copa del Rey desde 1960, el cuadro de Pablo Laso estuvo a punto de ganar tres veces el encuentro. Primero, con un gran tercer cuarto. Después, tras la reacción azulgrana que equilibró el encuentro. Por último, en el guirigay arbitral. Antes, en los primeros veinte minutos, fue el propio Barça el que dominó el juego dentro de la igualdad merced a la aportación de todos sus efectivos (de los diez que tuvieron minutos en los dos primeros cuartos, solo Singleton no anotó) y el escaso acierto exterior de los blancos (5 de 18 en triples). Los de Pesic gozaron de rentas de hasta siete puntos (7-14 tras un dos más uno de Claver en el minuto 5 y 16-23 después de un triple de Kuric), pero el Real Madrid siempre supo responder, ya fuera con la aportación ofensiva de Randolph, el dominio de Ayón, la intimidación de Tavares o la irrupción de Llull. Una canasta en el último segundo del pívot mexicano dejó el partido igualado al descanso (35-35).
El cuarto de reanudación, sin embargo, fue un monólogo ofensivo del Real Madrid ante un Barça sin ideas en ninguna de las dos canastas, sobre todo en ataque (únicamente 11 puntos en todo el parcial). A los blancos les empezaron a entrar los triples y el partido pareció quedar sentenciado cuando los de Laso alcanzaron los 17 puntos de renta después de un triple de Rudy Fernández (58-41), una ventaja que fue de 14 a falta de diez minutos (60-46). Nada más lejos de la realidad: cuatro triples consecutivos de los azulgranas, esos jugadores que Pesic ha conseguido que nunca se rindan, para empezar el cuarto definitivo igualaron otra vez el choque (61-58) y el paso adelante dado por, sobre todo, Heurtel y Kuric cambió por completo la dinámica del choque (70-74). Mientras, Caseur sostuvo a los madridistas para que el partido se decidiera en los tiros libres, donde un fallo de Claver dejó poco más de cuatro segundos al Madrid para mandar el encuentro a la prórroga (75-77). Llull, quién si no, no falló sobre la bocina (77-77).
Y de ahí al tiempo extra, que únicamente se puede entender desde los errores arbitrales. Primero, con 90-92 en el marcador, tras una clamorosa falta no pitada de Randolph a Singleton. Después, con 93-92 y apenas 4.3 segundos por disputarse, concediendo a Tomic la canasta inexistente (el trío arbitral consideró como tapón ilegal un rebote de Randolph) que puso al Barça por delante de manera definitiva (93-94). Aunque todavía quedaron 1.2 segundos en los que Llull estuvo a punto de meter un triple desde su propio campo. Mejor elegir esa jugada como último sabor de boca. Porque eso sí que es sencilla y simplemente el baloncesto. Lo otro, la polémica, lo único que tiene que servir es para aprender y reaccionar. No hay duda: algo tiene que cambiar.
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