Una amiga me contaba hace poco que había ido al colegio a hablar con la profesora de su hija y el diagnóstico fue que se conformaba con ir tirando y aprobar por los pelos sin esforzarse demasiado a pesar de que podía dar mucho más de sí. La ley del mínimo esfuerzo, vaya. A mis padres cuando era pequeña les decían algo similar, que con lo lista que era podía sacar sobresalientes, pero que me distraía hasta con el revoloteo de una mosca y que como sabía que estudiando el último día lo sacaba adelante, no me daba la gana de emplearme más a fondo. Y sería exactamente lo mismo que le dirían a Valverde si fuera a preguntar qué tal lo están haciendo sus pupilos: «Pues mire usted, podrían hacerlo mucho mejor, pero como con lo que hay como van ganando los partidos…».
El Barça volvió a firmar un pestiño en Montilivi, pero se llevó los tres puntos y tira palante. Son ya ocho los triunfos consecutivos en la Liga y en seis de ellos no han encajado ningún gol. Encima, Messi lleva siete seguidos marcando. Las estadísticas son fabulosas y mantiene la diferencia de cinco puntos ante el Atlético, aunque ni el culé más resultadista puede estar satisfecho con lo que está viendo, que no es ni más ni menos que un equipo que se ha abonado a la ley del mínimo esfuerzo. Ya meterá Messi o ya las salvará Ter Stegen parece ser el lema. Y ante el Girona pasó tanto una cosa como la otra, pero entre tanto el rival se había quedado con uno menos por la expulsión de Bernardo en el minuto 51′ con 0-1 en el marcador gracias al gol de Semedo. Y ni aún así el conjunto azulgrana fue capaz de gobernar el partido.
Ter Stegen salvó tres ocasiones claras ante Stuani, Arturo Vidal vive peligrosamente al límite y es un caos, Busquets falló más que nunca, Rakitic tampoco tuvo la tarde y Coutinho desperdició dos asistencias de Messi y sigue vagando como alma en pena por el campo. El Barça es un batiburrillo al que ya no se le exige que levante al espectador de su asiento con cara de «oh», sino al que se reza para que el dios Leo con su infinita sabiduría meta mano cuando la cosa se pone fea para que cierre los partidos de una puñetera vez.
Con lo que hay, al trantrán y sin despeinarse demasiado, siguen líderes en la Liga y existe cierta confianza en que si el miércoles juega Messi se puede remontar el 2-0 ante el Sevilla. Pero vamos, que si caen en Copa «otro año será», como dijo Piqué. El propio Valverde admitió antes de viajar a Girona que la prioridad era la Liga y desde el verano cuando en el Gamper Messi se refirió a la Champions como «esa Copa tan linda y deseada», las prioridades están claras. La cuestión es si este Barça ramplón será capaz de activarse cuando lleguen los grandes compromisos europeos y suene el himno de Georg Friedrich Händel a todo volumen mientras los niños mantean el balón gigante en el centro del campo.
La ley del mínimo esfuerzo tiene sus riesgos y dejarlo todo para el final esperando sacar buena nota no es una apuesta segura. Históricamente, al Barça al menos nunca le ha funcionado, así que, como el profesor que avisa del potencial que el alumno está desperdiciando a mediados de curso, sería recomendable que alguien les advirtiera a los azulgrana que ya es hora de empezar a jugar bien. No vaya a ser que llegue el examen y no se sepan la mitad de la lección.
El problema Gemma, es que este no es examen de conocimientos ni de talento, que ambos sobrados los tiene el Barça, sino sobre todo, un examen físico, y si cuando llega el tramo final el organismo no está en su mejor momento, no se puede superar dicho examen… A veces es mejor superar con lo justo los exámenes parciales y pasar el examen final con un excelente