La tercera camiseta (o lo que sea) del Atlético no auguraba nada bueno en la tarde en Montilivi. Ya no sólo por la estética (que también, para qué engañarse) sino porque fue con esa camiseta (o lo que sea) con la que cayó la goleada en Dortmund. La afición colchonera iba camino de tener terrores nocturnos con la tercera equipación… Hasta que apareció Diego Costa, que se come a los monstruos. Tiene un tornillo mal puesto (en un dedo del pie, malpensados) por el que seguramente tendrá que pasar por quirófano antes o después. Él quiere aguantar hasta final de temporada y los atléticos también. Fue él (gracias a Correa y con ayuda de Ramalho) el que salvó el punto en Girona. Un punto que no es una victoria, ya, pero que sabe a más después de un partido sin acierto de cara a gol (otra vez) y en el que un error de bulto atrás parecía haber sentenciado el encuentro…
Porque todo empezó con el penalti, pitado con el VAR, en el 45. Rodrigo falló en el pase en horizontal (raro en él) y dejó totalmente vendido a Oblak, que no tuvo más salida que derribar a Stuani. De Burgos Bengoetxea al principió señaló falta fuera del área, pero desde la sala de televisión le rectificaron y se decretó el penalti. Fue el propio delantero uruguayo el que lo transformó. Gol y a vestuarios.
Y ese fue el punto de inflexión del partido. Porque hasta entonces la igualdad era máxima. La presión era feroz por parte de ambos equipos, que no encontraban ni huecos ni diagonales. Aún así el Atlético era el que más había entrado en el partido y minuto a minuto y pase a pase arañaba metros al conjunto catalán. En uno de esos acercamientos, minuto 33, Saúl tuvo la ocasión más clara de los colchoneros en la primera mitad: magnífica internada por la banda de Lemar (que arranca, pero no termina de despegar), y un tú a tú de Griezmann y Saúl que acabó con el disparo del segundo al travesaño.
Mientras, el Girona jugaba su partido sin prisa, posicionado con rigor e intentando ver puerta con su arma: el balón parado. Con la pizarra llegaron sus ocasiones en esa primera mitad: en una volea de Stuani tras sacar un córner en corto y en un cabezazo de Bernardo tras una falta.
El gol en contra fue un mazazo para un Atleti, que había hecho una primera parte digna, pero que necesitaba inventiva para remontar. Y como no estaba en el campo la buscó en el banquillo. El elegido fue Correa, claro, y el sacrificado fue Rodrigo. El Cholo deshizo el trivote señalando al que había fallado, buscando menos músculo en el centro y más alegría por las bandas.
La alegría no fue la esperada, en parte gracias al buen hacer atrás del Girona. Así que el Atlético se tuvo que reinventar buscando regate y desborde con la entrada de Gelson y la salida de Arias. Sorprende (o no) que Vitolo no fuera ninguna de las opciones de Simeone. Antes se había lesionado Bono despejando un balón en su área e Iraizoz le había sustituido. El experimentado portero salvó a su equipo en su primera acción, tirando de reflejos en un disparo de Saúl, que da igual donde juegue porque siempre responde.
Nada pudo hacer el meta, sin embargo, en el gol del empate. Correa (ese que entró para darle la vuelta al partido y vaya si lo hizo) mandó un larguísmo pase a Diego Costa, que se adentró entre los centrales y controló de maravilla para bajar el balón. Ramalho intentó evitar el disparo del rojiblanco metiendo el pie, lo justo para ser el propio jugador del Girona el que rematara y marcara en su propia puerta.
El gol en el tramo final del partido (minuto 81) hizo que los rojiblancos se fueran con mejor sabor de boca, pero el empate no debe maquillar un encuentro en el que el Atleti volvió a repetir errores comunes (falta de gol, fallos atrás). Al menos, siempre quedará Correa.
[…] que Girona y Atleti no saben hacer otra cosa que equilibrarse. Son el “cuelga tú” de los enamorados o el amigo que paga una ronda porque otro le ha pagado […]