Todo aquel que tiene que manifestarse en público por exigencias de su desempeño laboral no tarda en encontrar una bifurcación del camino a seguir: un camino, hacia un lado, relativo a la esencia de lo que vive y siente, la transparencia de su parecer, su forjada convicción, su criterio de autor sobre su cargo y su práctica. El otro camino a seguir, dispar del primero, es la senda de la tentación de la conveniencia, el ajuste del discurso hacia lo que la audiencia o el detentor del poder sobre tu ejercicio quiere oír. Hay ocasiones en que esa divergencia es amplísima y se hace difícil seguir. Muchas veces la versión populista garantiza continuidad y porvenir pero resta autenticidad y convierte el verbo desalmar en reflexivo. Los popes del pragmatismo y del disfraz tramoyista y bienqueda aducen que cementerios, penales y cajeros automáticos están repletos de gente completamente libre y auténtica. El discurso original y avanzado se agarra a la ética y dignidad, estableciendo éste como alimento más nutritivo que el que consumen los siempre dispuestos a arrodillarse o agacharse para coger impulso y llegar más alto.
Al hipócrita con fundamento, al fingido, se le presupone la doblez, la ética escondida. Pero… ¿Y si el supuesto auténtico entiende que la mejor manera de perdurar y dirigirse al éxito en medio de un campo de perversidad es descolocar al acechante, sugerirle cercanía y simular criterio y discurso hostil justificándolo en secreto como un astuto recurso? Entonces… ¿Quién es quién? ¿Quién es Travolta y quién es Nicolas Cage? ¿Hay que leer El Príncipe de Maquiavelo para derrotar a sus fervientes seguidores? ¿Se trata de robarle parte del discurso al rival para ocupar algo de su espacio y un puñado de su electorado, como ocurre en política?
¿Pensaba de verdad Santiago Solari que el principal equipaje del equipo para jugar en Melilla eran dos cojones (sic)? ¿Cree de verdad que son el carácter y las ganas los valores principales que definen su plan en el Real Madrid? ¿Está diciendo el entrenador del Madrid lo que quiere oír la mayoría, quiere descolocar a sus críticos preventivos o su pose, su léxico, sus artículos periodísticos y sus amistades nos llevaron al equívoco?
Lo mejor va a ser esperar y ver sus alineaciones, sus propuestas, sus decisiones sobre verde. Las palabras y las primeras impresiones ya apenas cotizan como premisas, cada vez son peores antecedentes.