El titular parece un mensaje directo al whatsapp personal de uno de los capitanes, Ponzio o Gago. No diremos que no lo ha sido, porque podría ser cierto. También funcionaría como impulso para los propios clubes, aunque ahí los mails corporativos lo hagan todo más impersonal. Suele decirse que no hay un partido comparable a un River-Boca, o viceversa. Si eso es cierto, sepan ustedes que nos encontramos en las horas previas a una excepción dentro de otra: nunca ha habido un River-Boca como éste, tan rotundo en sí mismo, tan eterno e inmortal para quien levante esta Copa. ¡Quién tuviera una entrada para estar esa tarde en el Monumental! Y quién, teniéndola, hubiera podido sortear obligaciones a un océano de distancia para vivirlo en persona y no olvidarlo nunca…
Boca Juniors ha puesto rumbo al hito de alcanzar las siete Libertadores, que ya posee Independiente de Avellaneda -el más laureado en esta competición-, por la ruta más complicada posible: intentará gritar campeón en casa del mayor de sus rivales, sin tener un gran resultado que defender (2-2 en la ida). E Independiente, que no juega, se la juega. Es el tercer elemento de una presunta pareja. Si gana Boca, le igualará en el palmarés histórico de la Libertadores, dejando de ser un orgullo único… Y si se impone River, quedará fuera de las rondas previas de la próxima edición del torneo. Qué elegir, se preguntan sin respuesta posible en la zona roja del barrio de Avellaneda.
River Plate, por su parte, aspira a vivir el mejor presente de su historia en esta Copa, alcanzando con cuatro conquistas a Estudiantes de la Plata y ya sólo por detrás -en un escalafón que sería una escalera- de Independiente (7), Boca Juniors (6) y Peñarol (5). Decimos que sería su mejor presente porque nunca ha celebrado dos Copas Libertadores en apenas tres temporadas: 1986, 1996 y 2015 son, por ahora, sus años de máxima felicidad continental. Quien se termine imponiendo, River o Boca, competirá con el Real Madrid en el muy próximo Mundialito de clubes.
Volviendo a los asuntos personales y al posible whatsapp, Fernando Gago ganaría la primera Intercontinental de su carrera -aún no había llegado al primer equipo en 2003 y ya se había marchado al Real Madrid de Ramón Calderón en 2007- y relevaría a Martín Palermo en el epicentro de la última gran foto del museo boquense. Leonardo Ponzio, en cambio, sí sabe lo que es dar la vuelta olímpica en el Monumental con este trofeo en la mano y ahora, además, sí ocuparía el centro absoluto de una escena que, en 2015, cuando él era tercer capitán y tras imponerse a Tigres en la final, estaba reservado para Cavenaghi y Barovero.
Con permiso de Gago y su indudable ascendencia en el club xeneize, el viaje de Ponzio en River Plate escapa, por elevación, al elogio más encendido. Llegó en el peor momento de la entidad millonaria (2012), cuando transitaba por única vez en su historia por la segunda categoría del fútbol argentino, y hasta le costó un tiempo ser considerado por su entrenador actual…. Hoy es el referente máximo e ídolo absoluto del posible mejor momento deportivo del club, así como el verdadero enlace de Gallardo con el equipo durante los partidos.
Hablaríamos de su duodécimo título con la camiseta de River y, dato relevante para los coleccionistas más exigentes, Leo Ponzio superaría al brasileño Mauro Galvao, por menos de dos meses, como el capitán más veterano en levantar una Copa Libertadores, desde que se instauró este máximo torneo de clubes en América del Sur -y, frecuentemente, México- en 1960: Peñarol fue el primer campeón. Galvao, defensa central, lo hizo para Vasco de Gama en 1998 -contra el Barcelona de Guayaquil-, con 36 años, 8 meses y 7 días de existencia; Ponzio lo conseguiría mañana noche acumulando 36 años, 9 meses y 25 días de vida exitosa, comprometida y liberada de todo ego.
Ponzio, ausente del partido de ida por un desgarro muscular, vuelve como referente a una alineación que Marcelo Gallardo ha venido barajando en los entrenamientos previos, ante las dolorosas ausencias de los delanteros Scocco -lesionado- y Santos Borré -sancionado-. Descartada, parece, la fórmula de los tres centrales propuesta en la ida -Martínez Cuarta perdería su sitio, dando paso a la línea de cuatro habitual: Montiel, Maidana, Pinola, Casco-, la duda reside en el triángulo ofensivo: si será un mediapunta y dos delanteros o dos mediapuntas y un delantero.
En esta disyuntiva, el colombiano Quintero -pretendido en verano por el Real Madrid y que se irá en enero a China si un club de la Premier, cuyo nombre todavía no ha trascendido, no lo evita- y el delantero uruguayo Mora -casi inédito este año, pero muy protagonista en la Libertadores 2015- se juegan la undécima plaza. Un palmo atrás, aunque también con opciones reales de ser titular, ha quedado el notable centrocampista Nacho Fernández. Pity dará de comer a Pratto y Palacios -cuyo futuro blanco casi no se discute- auxiliará a Ponzio y Enzo Pérez en la contención y será el llegador que aparezca cuando River goce de la posesión.
En Boca Junios las dudas se centran en si Andrada, ya recuperado, puede regresar a su lugar natural como portero titular y, sobre todo, en quién será el recambio del lesionado Pavón -todavía no descartado oficialmente- como extremo zurdo. Riquelme vota por Cardona y nunca el de Román es un voto menor, aunque Cardona no estuvo ni entre los convocados en la ida. Benedetto más adelantado y Ábila -heterodoxo en su ortografía y en sus recursos técnicos- amenazando desde la izquierda podría ser la solución natural, si bien no es la favorita en los pronósticos.
Suena mucho Tévez -de estelar irrupción en el cuarto de hora final de la ida– y casi suena más el juvenil Almendra, que le cambiaría a Boca su habitual fisonomía 4-3-3. Esta última opción no es nada descartable por la fe que el entrenador siempre ha demostrado por la última gran promesa de la cantera -se ha llegado a decir que es el perfil más parecido a Riquelme que ha logrado producir Casa Amarilla…- y porque Barros Schelotto, algo mal parado en las batallas tácticas con Gallardo, incluiría un factor novedoso que, de salir bien, multiplicaría su consideración pública como estratega para las más grandes batallas. Hasta que River reciba a su equipo en las calles aledañas al Monumental justo antes del partido, el pulso entre aficiones lo viene ganando Boca, que ayer jueves llenó el entrenamiento en La Bombonera para vitaminar de ánimos con cánticos a sus proyectos de héroes.
Será la última final a doble partido de la Copa Libertadores y tendrá prórroga si los 90 minutos concluyen con empate en el marcador, no importa a cuántos goles se iguale. Y habrá VAR, como viene existiendo en todo el torneo, con un añadido novedoso: el VAR también estará presente en una hipotética tanda de penaltis, pudiendo anular y mandar repetir un lanzamiento, si el arquero se adelanta o el futbolista detiene por completo su carrera antes de disparar. Ahí el colegiado uruguayo, Andrés Cunha, sería requerido y estudiaría la acción antes de tomar una decisión. Ya lo fue en los minutos finales de la vuelta de semifinales entre Gremio y River, en Brasil, para sancionar una clara mano en el área carioca y permitir al Pity Martínez dar el pase a su equipo a esta final que mañana sábado se resuelve.
No va más. Si la simultánea ola del Atlético-Barcelona se lo permite, no se pierda un partido que da vértigo perderse. Habrá muchos Atlético-Barcelona y muchos River-Boca, pero no habrá ningún otro River-Boca como éste. Tan excepcional y rotundo en sí mismo. Tan eterno e inmortal para quien levante la Copa.
[…] sucedido este último fin de semana nos lleva a hacernos algunas preguntas, muchas de las cuales todavía no tienen respuesta, a la […]