Se viven tiempos convulsos en el deporte. Las televisiones y el dinero cada vez gobiernan con más puño de hierro nuestros días y sus exigencias se convierten en realidades con una rapidez que asombra. El ciclismo ha empezado a recortar sus etapas drásticamente, hay un boxeo sin golpear al rival, existe el fútbol americano sin contacto e incluso en el clasismo del golf ya se hacen los conocidos torneos de pitch and putt, que se trata de competiciones mucho más rápidas porque los hoyos apenas tienen 30 metros.
Esto ha provocado que se pierda el misticismo y los tintes épicos en muchas competiciones y uno de los pequeños reductos donde se mantenía era la Copa Davis. Pero ya no, ya se terminó. La empresa Kosmos ha convencido en apenas dos años a la ITF (Federación Internacional de Tenis) para sustituir a la competición más legendaria del tenis mundial por un experimento con gaseosa que se jugará en Madrid el próximo mes de noviembre en apenas diez días.
Un pasado glorioso
El futuro ya vendrá, pero lo que está claro es que la Copa Davis nunca volverá a ser lo que fue, porque lo único que va a perdurar va a ser su nombre. El tenis deja atrás una competición mágica, pasa página obviando las críticas voces que se han levantado en los últimos tiempos y se excusará en las reiteradas ausencias de algunas grandes estrellas. El tenis no ha tenido la suficiente madurez para entender la magia que tenía ver en ese quinto partido de la final a tenistas poco habituados a esos momentos de gloria.
Sin hacer mucha memoria, recordamos a Verdasco y Acasuso jugándose la Copa en Mar del Plata, a Nico Almagro y Radek Stepanek peleando por el éxito y más recientemente a Ivo Karlovic y Federico Del Bonis buscando la primera Davis para Argentina o Croacia. Andy Murray consiguió ganar una Copa Davis prácticamente solo, Federer y Wawrinka unieron sus fuerzas en 2014 para añadirla a su palmarés y Djokovic aprovechó su excelente forma en 2010 para coronarse con la ensaldera. Y todo esto en apenas la última década.
Nadal y Ferrer, dos leyendas
Un capítulo aparte merece una Selección española que necesitó un siglo de historia para conseguir su primera victoria. Lo hizo en el año 2000, en Sevilla, con Juan Carlos Ferrero y Álex Corretja como referentes y ante una leyenda de la competición como la Australia de Lleyton Hewitt y Patrick Rafter. A partir de ahí llegaron cuatro más, todas ellas con el sello de un Rafa Nadal que también es leyenda de la Davis, pues solamente perdió en el día de su debut —ante Jiri Novak—. A partir de ahí ha cosechado 17 victorias en 17 partidos. Un gigante convertido en mito.
Aunque con más partidos jugados, David Ferrer suma dos triunfos más que Nadal y es el español con más victorias en la historia de esta competición. Aunque sus 19 triunfos parciales quedan a años luz del eterno alemán Boris Becker, que ha levantado los brazos en 40 partidos para ganar las ediciones de 1988 y 1989 siendo el líder de su país. Con tan solo una victoria menos aparece el argentino David Nalbandian, que suma 39 victorias parciales combinadas en 23 partidos individuales y 16 de dobles.
Estados Unidos, líder en problemas
El palmarés global de la competición lo gobierna Estados Unidos, con 32 títulos, cuatro más que Australia; sin embargo, los americanos no la ganan desde 2007 y los australianos desde el lejano 2003 en una final en la que derrotaron a una Selección española que dio la cara sobre la rapidísima hierba oceánica.
Además, desde la creación del Grupo Mundial en 1981 cuando la competición pasó a tener la estructura que ha mantenido durante los últimos 37 años, la película ha cambiado bastante. Estados Unidos vuelve a ser el conjunto más laureado con seis triunfos, aunque empatado con Suecia, que vivió quince años mágicos gracias a Stefan Edberg y Mats Wilander entre otros. Y en tercera posición ya aparece una España que en once años (2000 – 2011) consiguió las cinco Ensaladeras de las que presume.
Ahora se entra en una nueva fase, la del sistema Piqué, la del Grupo Kosmos, una nueva Copa Davis que tendrá que hacer frente a la Laver Cup por un lado, la competición que organiza Roger Federer, y a la Copa del Mundo de la ATP por otro, que llegará a principios de año en 2020. Mientras la ATP y algunos jugadores se levantan en armas contra este nuevo modelo de Copa Davis, a nosotros nos queda recordar el legado de una de las competiciones más legendarias que el deporte mantenía intocable.