Empieza a ser costumbre eso de que, cada vez que el Atleti se enfrenta al Barcelona el tema de conversación no sea lo cerca que ha estado uno u otro equipo de ganar, lo mucho o poco que ahora se acorta en el campo la sideral distancia de presupuestos, lo bueno que es Griezmann, lo gran entrenador que es Valverde o esa tendencia inexplicable del VAR a interpretar las manos en el área según convenga en cada caso. No. El tema de conversación es siempre el estilo del Atleti. Especialmente cuando el Barça no gana. Algo que parece atentar contra los cimientos de la civilización occidental y que provoca espasmos entre los gourmets de la apariencia. El asunto es que, si te fijas bien, ese es el tema de conversación de los rivales, de los espectadores neutrales (que nunca son neutrales) y de los estilistas de todo a 100. No lo es de las gradas de un Metropolitano que ayer estuvo con su equipo desde el principio hasta el final y que además brillo con un espíritu especial. ¿A nadie le resulta sospechoso? ¿Nadie es capaz de ver lo ridículo que resulta eso de quejarse de la forma de jugar de un rival al que no has conseguido ganar? A mi me recuerda a los malos estudiantes que justifican sus resultados en que el profesor les tenía manía. O como dice un dicho ganés, quien no sabe bailar dice que los tambores no sirven para nada.
No me malinterpreten. El partido fue bastante aburrido. Mucho. Negarlo sería tan absurdo como asumir que esa es la forma habitual de jugar del Atlético de Madrid. No lo es. El partido salió aburrido porque fue muy táctico. Simeone quiso minar la zona de creación en campo contrario del equipo catalán porque sabe que en eso seguramente son el mejor equipo del mundo. Valverde quiso minimizar los errores y cerrar cualquier posibilidad de huecos en su equipo porque sabe que el Atlético de Madrid es uno de los mejores equipos del mundo en cerrar la portería y penalizar errores. Como espectador es cierto que no disfruté demasiado del partido, especialmente en la primera parte, pero como aficionado colchonero me sentí muy orgulloso de que todo un FC Barcelona tratase a su rival con ese respeto. No siempre ha sido así en lo que va de siglo.
El Atleti estuvo bien en el cierre de filas y la presión. Mejor que otras veces. Le faltó tener más agilidad a la hora de sacar el balón y tener más apoyos en las transiciones tras recuperación. El Barça estuvo bien en la presión tras pérdida y en el equilibrio defensivo. Le faltó imaginación en el último pase y algo de velocidad. Visto así parece incluso un partido interesante para entrenadores.
No fue un partido para destacar individualmente a nadie, pero hay algunas cosas que llamaron mi atención. La enésima titularidad de Lemar, por ejemplo, que volvió a dejar más dudas que certezas. El francés tiene pinta de ser un gran jugador, pero le veo falto de personalidad. Personalidad para salirse del guión, para intentarlo y para sobresalir. Hay quien dice en su defensa que si no lo hace es por miedo a la reprimenda de Simeone. Puede ser, pero yo no veo a Lucas Hernández, a Thomas, a Correa o a Rodri arrugándose. El mundo del fútbol está lleno de excelentes jugadores que sólo son trascendentales en los entrenamientos. Al final es una cuestión más de cabeza que de talento.
El gol de Diego Costa (¿con ayuda de Ter Stegen?) puede ser el punto de inflexión de un jugador que el Atleti necesita como el comer. Por lo que hace y por lo que provoca. Por la ascendencia que tiene en su equipo y también por la que tiene en el equipo rival. Si él está bien el mundo colchonero es más feliz. Igual que Griezmann que ayer, en el par de ocasiones que tuvo para salir de la rima endecasílaba de Simeone, volvió a demostrar lo excelente jugador que es.
Creo que el empate deja motivos para ser optimistas en las filas rojiblancas. Las lesiones se reducen, los objetivos siguen intactos (el próximo miércoles el equipo podría empezar a pensar ya en la fase de Play-Off de la Champions), hay jugadores que todavía pueden entrar en la rotación (Arias, Vitolo, Lemar, Gelson…), se empieza a recuperar ciertas señas de identidad que parecían perdidas y el Metropolitano empieza a tener un aroma más que interesante. Sin echar las campanas al vuelo, siendo autocríticos con las cosas que no funcionan y caminando con los pies en el suelo, no me parece que la hinchada colchonera tenga motivos para estar lamentándose de su desdicha. Mucho menos para flagelarse por anhelos estéticos del vecino. ¿Que lo hacen otros? Allá ellos. Como decía Molière, quien quiere ahogar a su perro dice que está rabioso.