Si ante la Juventus (0-2) y el United (0-0) el Valencia tenía poco que perder y mucho que ganar, contra el Young Boys ocurría todo lo contrario: había poco que ganar y mucho que perder. Al Valencia solo le valía la victoria y no la logró. Además, la imagen no fue para nada buena, totalmente contraria a la que ofreció el conjunto suizo: un equipo con confianza, acostumbrado a ganar, cuando menos en la competición doméstica —en Champions: dos derrotas y, con el de hoy, un empate—.
El Young Boys no tiene rival en Suiza —no así en Champions— y tampoco tiene un campo con césped natural, el Stade de Suisse, en Berna. Hasta esta tarde-noche, el Valencia, que se recuerde, solo había disputado un partido oficial en este tipo de suelo y lo había perdido, ante el Red Bull Salzburgo en previa de Liga de Campeones, aunque esta vez el resultado no fue mucho mejor. Tocaba adaptarse, ponerse unos tacos diferentes para jugar una final artificial. La pelota bota de forma diferente y los pases rasos tienen mayor dificultad. Algunos pensarán que no, pero si se nota de lejos, viéndolo desde la tele, imagínense de cerca. Aun así, a los cinco minutos ya nos habíamos olvidado de que ese condicionante existía.
El Valencia ante un equipo como el Young Boys debe de poder ganar jugando hasta en un campo de tierra, pensarán sus aficionados, porque ser mejor también implica sobreponerse a este tipo de circunstancias. En la previa del encuentro, Kondogbia, que volvió tras una lesión, admitió que jugar en un terreno diferente al habitual no cambiaba la preparación, solo las sensaciones. No sabemos a cuáles se refería, pero si las sensaciones cambiaron, tras el pitido final podemos asegurar que no lo han hecho para bien. Si el partido se hubiese jugado en Mestalla, nos podemos imaginar perfectamente los silbidos.
Eran muchas las cosas que tenía que conseguir el Valencia hoy: jugar bien, recuperar la eficacia de cara al gol —hasta ahora por debajo de lo habitual y lo normal— y ganar, pero no consiguió ninguna de las tres.
Sorprendió el Young Boys, a pesar de no tener la experiencia de los grandes equipos. Tiene físico, despliega juego de calidad y posee, además, buenas cualidades aéreas, empezando por el veterano delantero internacional con Francia Guillaume Hoarau. Su envergadura y el número que lleva a la espalda, el 99, lo convierte más en un jugador de baloncesto que de fútbol. Ante el Valencia, recogió todos los rebotes, remató en un área y despejó en la otra.
El Valencia cumplía al descanso con un gol de Batshuayi, pero la diferencia entre ambos equipos no era real dentro del campo.
Salió mejor el Young Boys al comienzo de la segunda mitad y el Valencia perdió lo mejor que tenía hasta el momento: el resultado. Parejo, en una situación igual de irresponsable como ante la Juventus, volvió a cometer un penalti absurdo. Igualó Hoarau. Las opciones del Valencia en Champions dependían de su capacidad de reacción, pero no la hubo. Se hizo pequeño y el Boys grande, corría a sus anchas, comandado por un explosivo Assale. Ya eran más rápidos y más fuertes.
El marcador final incluso pudo ser peor; la fortuna —un palo en el minuto 88— y las manos salvadoras de Neto evitaron decir adiós definitivamente. Se esperaba otro partido, pero este equipo poco o nada se parece al de la temporada pasada. Todas las crónicas del Valencia de este año hablan de lo mismo: nueve empates en doce partidos, otro más que no vale para nada, y gracias.
[…] invicto y, además, ganó 11 de ellos. Esta temporada, antes del partido de vuelta frente al Young Boys, su balance era de 3 derrotas, 10 empates y 2 triunfos, ninguna de ellas en su feudo. Ante el […]
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