El pasado domingo, Mason Crosby tuvo un mal día. Sucedió en Detroit, Michigan, que es una ciudad que en el año 2013 se declaró en bancarrota debido a su deuda millonaria, lo que concede un halo de desdicha todavía mayor a la desgracia del kicker de los Green Bay Packers, un tipo, por otro lado, habitualmente preciso. Para los escépticos, que haberlos, haylos, están las estadísticas: campeón de la Superbowl con la franquicia del norte de Wisconsin y líder de anotación en la NFL en 2007, Crosby acumula en su carrera 288 field goals anotados de 361 posibles (un 79.8% de acierto, siendo el más largo de 58 yardas) y 522 conversiones a palos anotadas de 533 posibles (un 97.9% de acierto). En esta campaña, sus números eran todavía mejores, ya que únicamente había fallado un field goal (10 de 11) y una conversión a palos (8 de 9)… hasta el aciago pasado domingo en el Ford Field. Porque esa tarde, en la derrota de los Packers ante los Lions (31-23), Crosby perdió su rigurosidad: cuatro fallos en field goals (1 de 5) y una oportunidad errada en su único intento de conversión a palos (0 de 1). Su repercusión en la derrota de su equipo y su aflicción eran tan patentes que Aaron Rodgers tuvo que ejercer de capitán y acercarse a consolar a Crosby, nacido el 3 de septiembre de 1984 en Lubbock, una localidad eminente agrícola situada al noroeste de Texas.
Sin embargo, la calamidad que se sintió el domingo en Lubbock fue considerada como ventura al mismo tiempo en Highland Park, otra localidad de Texas, apenas situada a unas 330 millas más al este del lugar de nacimiento de Crosby.
Aunque su madre Margaret no le dio a luz allí, a Matthew Stafford, el quarterback de los Detroit Lions que derrotaron a los Packers de Mason Crosby, hay que considerarle como un habitante más de la citada Highland Park. Nacido el 7 de febrero de 1988 en Tampa (Florida), el trabajo de su padre John llevó a la familia a vivir en Georgia antes de instalarse en ese suburbio situado al norte de Dallas. Un suburbio que está en una zona conocida como Park Cities y que destaca por ser uno de los de mayor poder adquisitivo del área de Dallas y por la fuerte unidad de su comunidad. En otras palabras: un lugar ideal para crecer sin preocupaciones y, si se dan las condiciones adecuadas, acabar siendo un gran deportista.
Visto en perspectiva, en el caso de Matthew Stafford se dieron. Con 9 años, ya lanzaba pases a 40 yardas de distancia. Con 13 años, en séptimo grado, esos mismos pases alcanzaban las 70 yardas. Con 18 años, en su último curso en el Highland Park High School, fue considerado como el mejor jugador de football de instituto de todo Estados Unidos después de conseguir un récord de 15 victorias y 0 derrotas y proclamarse campeón estatal (59-0 fue el resultado de la final) tras acabar la temporada con 4.013 yardas de pase y 38 touchdowns. Tras tres años en la Universidad de Georgia, con 21 años fue elegido con el número 1 del draft de la NFL por unos Detroit Lions que venían de convertirse en la primera franquicia de la historia en terminar una campaña con 0 victorias y 16 derrotas. Habiendo sido probowler en 2014, Stafford no ha dejado de acumular récords desde que es el QB titular del conjunto de Michigan: es uno de los cinco QB de la historia (Marino, Brees, Brady, Peyton Manning y él) que han superado las 5.000 yardas de pase en una sola temporada, el jugador de la NFL que más rápido ha alcanzado las 30.000 yardas de pase (109 partidos), el QB más joven en dar 5 pases de touchdown o más en un único partido (21 años y 288 días), el primer jugador de la NFL en completar al menos el 60% de sus pases en cada partido de una temporada, el jugador con más partidos con al menos un pase de touchdown en una temporada y el jugador con más game-winning drives en una sola temporada.
Múltiples reconocimientos a los que les falta el más importante: el anillo de campeón. Exactamente, lo mismo que le falta a Clayton, el mejor amigo de Matthew Stafford en Highland Park.
Al contrario que el QB de los Lions, Clayton Kershaw, su mejor amigo, nacido el 19 de marzo de 1988 en Dallas, sí que vivió desde el principio de su vida en Highland Park, si bien su madre Marianne tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para poder mantenerse en aquel rico suburbio después de separarse, cuando Clayton tenía 10 años, de su marido, que falleció en 2013 (los padres de Stafford también se divorciaron, aunque con Matthew ya en el instituto). Profundamente religioso (es metodista), Clayton Kershaw apareció en la vida de Matthew Stafford en el kindergarten (preescolar) y, compartiendo clase hasta el final del instituto, todavía no ha salido de ella. Hay que destacar que el deporte fue lo que más les unió por encima de cualquier otra cosa.
Juntos, Matthew y Clayton, jugaron al soccer, al baloncesto, al football y al béisbol, pero también a otros deportes que ellos mismos se inventaron, tal y como contó hace años Bleacher Report en un reportaje. Como el “Hallway hockey” (Hockey de pasillo) al que jugaban en la casa de la madre de Kershaw con palos de hockey recortados, una pelota de hockey sobre patines, almohadas en las rodillas y en el pecho y una línea trazada en el suelo con cinta aislante para marcar la línea de gol. O como ese juego que denominaron “Oskie-Oskie” y que consistía en que un jugador llevaba una pelota corriendo a través de una línea de defensas que le podían golpear para tratar de quitarle el balón pero que tenían que mantenerse siempre de rodillas. O como ese otro al que llamaron “Hot box” (Caja caliente), que es como el “Pickle” (un juego muy común en Estados Unidos en el que se va corriendo adelante y atrás en el espacio que hay entre dos personas que se están pasando una pelota el uno al otro tratando de eliminar a los rivales) pero que ellos jugaban sobre un trampolín empapado de agua que estaba situado fuera de la casa de Kershaw.
Seguro que el propio Kershaw quería siempre ganar en esos juegos inventados, ya que lo único que le define tanto como su compañerismo es su competitividad. Stafford lo sabe bien. Porque si él fue el QB del equipo del instituto Highland Park High School, Kershaw fue su center: en un partido cuando tenían 15 años, Kershaw terminó expulsado porque un rival golpeó a destiempo a Stafford y su amigo, enfadado por dicho golpe, decidió derribarlo. Antes incluso, desde que con 12 años el padre de Stafford les entrenara, Matthew fue también el catcher de Clayton. Porque si el brazo de Stafford era asombroso, el de Kershaw no se quedaba atrás.
En 2006, recuerden, Stafford fue considerado como el mejor jugador de football de instituto de todo Estados Unidos, pero no fue el único estudiante del Highland Park High School que ese año fue considerado como el mejor deportista de instituto de su disciplina en todo Estados Unidos: Clayton Kershaw, su mejor amigo, fue elegido como el mejor pitcher de high school de toda la nación. En ese último año de instituto, Kershaw había conseguido un récord de 13 victorias y 0 derrotas con un ERA de 0.77 (es la estadística que mide la media de carreras permitidas a los bateadores por un lanzador por cada nueve entradas lanzadas; es decir, en este caso concreto, Kershaw no permitió ni una sola carrera a los bateadores por partido) y, además, con un hito que recorrió el país estadounidense de punta a punta: en un partido, él solo se encargó de eliminar a los 15 bateadores del conjunto rival. Apenas unos meses después, el pitcher texano renunció a ir a la universidad después de ser seleccionado por Los Angeles Dodgers con el número 7 del draft de ese mismo año. Dos temporadas después, en 2008, debutó en la Major League Baseball para convertirse en lo que es actualmente: sin ningún atisbo de dudas, el jugador más dominante de toda la competición. Sus números, aunque imponentes, se quedan cortos para explicar su ascendencia en los partidos: es 7 veces allstar, National League MVP del año 2014, tres veces campeón del NL Cy Young (el trofeo que se le da al mejor pitcher), tres veces líder de victorias de la National League, cinco veces líder de la estadística ERA de la National League y tres veces líder en strikeouts de la National League. A ello, hay que sumar su partido no-hitter (ningún bateador logró hacer un hit con él de lanzador) el 18 de junio de 2014 contra los Colorado Rockies, sus 2.275 strikeouts en toda su carrera profesional y el ERA acumulado de su carrera de 2.39, el segundo mejor de todos los lanzadores que ha tenido la MLB desde 1920 hasta la actualidad.
Y, por supuesto, también está el dinero: Kershaw firmó en 2014 una ampliación de su contrato con Los Angeles Dodgers por siete temporadas a razón de 215 millones de dólares. Tres años después, su amigo Stafford no le fue a la zaga y firmó un nuevo contrato con los Detroit Lions por cinco años y 135 millones de dólares. De hecho, durante algún tiempo, ambos, esos niños que compartían juegos inventados en Highland Park, fueron a la vez el jugador mejor pagado de la MLB y el jugador mejor pagado de la NFL.
Porque Kershaw y Stafford lo tienen todo, salvo una cosa: el ansiado anillo de campeón. El primero de ellos no apareció en unas World Series hasta la temporada pasada (en este curso, únicamente los Milwaukee Brewers se anteponen para que Clayton Kershaw repita presencia con su equipo en las Series Mundiales), pero los Houston Astros le privaron del título. Peor, en cualquier caso, lo tiene Stafford, que únicamente ha visitado la postemporada de la NFL en tres ocasiones y nunca ha ganado un encuentro de playoffs.
Pese a todo, tampoco conviene descartar de antemano que Kershaw y Stafford, Clayton y Matthew, no lograrán alzarse alguna vez con el título de sus respectivos deportes: Clyde Tombaugh, el tío abuelo del pitcher de Los Angeles Dodgers, fue el astrónomo que descubrió Plutón, ahora un planeta enano, pero antes un planeta a secas del Sistema Solar. Pese a las distancias, hay gente que nace predestinada a alcanzar lo que se propone. A veces, incluso, se sientan en pupitres contiguos.
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