Me muestro total y absolutamente en contra de la destitución de Julen Lopetegui. Digo esto, porque me resulta llamativo que en verano se sacasen comunicados para desmentir fichajes varios, pero que a estas alturas, el club no haya publicado ninguno apoyando a su entrenador cuando en todos los medios de este país se ha escrito que el vasco está más fuera que dentro. Es un gesto feo, o cuanto menos, sumamente esclarecedor. Julen está sentenciado, la espada de Damocles cuelga sobre su cabeza y será el partido en Barcelona el que sentencie su carrera como entrenador del Real Madrid o el que le dé una vida más. Yo soy de las que piensan que el Madrid estará a la altura en el Camp Nou, con lo cual, Lopetegui salvará su segunda bola de partido. Se oyen rumores de que la sombra de Mou es alargada y a mí me parece que ser mourinhista en el año 2018 es un ejercicio de locura melancólica digno de estudio.
La contratación de Julen fue todo un acierto. Y si tan convencidos estábamos todos de que esta iba a ser una temporada de transición, no entiendo la histeria colectiva. La apuesta era arriesgada, mucho más cuando la planificación desastrosa sobre la que corrimos un tupido velo mientras estábamos en el chiringuito era palpable y, tarde o temprano, se haría corpórea. Con Julen hemos sufrido el miedo a lo desconocido, a lo nuevo, al cambio. Pero no se engañen a ustedes mismos ni caigan en la trampa, porque solemos tildar de cobardes aquellas decisiones que no nos gustan o que no funcionan a la primera. Craso error. Julen se irá por la puerta de atrás, pero espero que deje un rastro lo suficientemente oloroso a su espalda como para que haya un terremoto que sacuda los cimientos del club. Si no se necesita un entrenador, no hagamos perder el tiempo a nadie. Contratemos a alguien que someta a la plantilla a sesiones de coaching y terminemos con la pantomima de los entrenamientos, los ensayos, los sistemas, la lírica y los aspavientos en la banda. Pueden pasar dos cosas: que resucitemos o que el sedentarismo nos mate.
El Madrid tiene que aprender a confiar en manos ajenas. Los gestos de patriotismo rancio es necesario dejarlos de puertas para adentro. Fuera, lo importante es tener una idea. O en todo caso, no tener ninguna pero estar comprometido con la causa. Ese era el papel de Zidane y los jugadores lo entendieron a las mil maravillas. Lopetegui llegó con pies de plomo, tratando de imitar la calma que habíamos vivido durante varios años con Zizou, pero con una carpeta llena de apuntes y medidas a corto plazo. Ya habíamos visto sus matices en la Selección, con lo cual, que los puristas del caos se lleven ahora las manos a la cabeza es bastante ventajista. El cambio sigue siendo necesario, mucho más cuando los jugadores viven sumidos en un acomodamiento de andar por casa peligroso para los intereses de todos.
Sobre el encuentro ante el Viktoria Plzeň tengo poco que decir. Peligroso y tenso por las circunstancias, pero facilón al fin y al cabo. Fue un partido insulso, de esos sobre los que cuesta escribir algo brillante a no ser que seas un neurótico o un genio como Woody Allen. Vi a Lopetegui serio, pero estoy convencida que es capaz de dormir a pierna suelta por las noches. No sé si muchos de sus jugadores podrán hacer lo mismo, aunque ya saben lo mentirosa que es la conciencia. El Madrid tiene muchas virtudes, pero una vez más es inconstante a la hora de serle fiel a un entrenador. Quizá seamos así de autosuficientes, o quizá estemos tan locos como para pensar que a estas alturas no necesitamos ayuda de nadie. El Madrid pierde el norte, mientras Lopetegui es el único que sigue al pie de la letra su hoja de ruta. Próxima parada: la guillotina o el salvoconducto.
No estoy de acuerdo con la idea general de que Zidane no tenía nociones tácticas. La segunda parte de la final de Cardiff debería de haber desterrado esa idea definitivamente. Por otra parte, sí creo que el éxito de Zidane se debe, en parte, a que es el único entrenador cuya figura ha respetado Florentino Pérez. Si no, fijaos en lo bien que va el baloncesto: como no le interesa, lo deja en paz (entiéndase, en manos de gente que sabe).
Me gustó mucho el artículo, es un placer leerla.