El pasado 6 de octubre, la agencia Reuters informó de la desaparición de Jamal Khashoggi, un periodista crítico con el régimen de Arabia Saudí, residente en Estados Unidos y columnista del Washington Post. Khashoggi entró en el consulado saudí en Estambul y no salió vivo de allí. Las alarmas se encendieron de inmediato y la sospecha de un asesinato se convirtió certeza cuando fuentes de la inteligencia turca lo confirmaron; según las mismas fuentes, la muerte habría estado precedida de torturas que habrían llegado a la descuartización del periodista mientras permanecía con vida.
Un día después de la desaparición, el 7 de octubre, la Autoridad Deportiva de Arabia Saudí anunció que Rafa Nadal y Novak Djokovic jugarán el 22 de diciembre en Jeddah un partido de exhibición, denominado con cierta pomposidad Campeonato de tenis Rey Salman. Ambos tenistas ratificaron la cita en sus redes sociales.
Looking forward to playing and visiting this beautiful country. Thank you for the invitation, see you guys soon! https://t.co/0ZgSLnLgQu
— Novak Djokovic (@DjokerNole) 8 de octubre de 2018
Mientras se añaden detalles a la muerte de Khashoggi, desde la prensa inglesa se ha hecho un llamamiento para que Nadal y Djokovic renuncien a jugar en Arabia Saudí. Kevin Mitchell, en The Guardian, escribe que los dos tenistas “parecen haberse quedado sordos ante el creciente clamor mundial”. “Rafael Nadal y Novak Djokovic, que son hombres de conciencia e integridad, continúan arriesgando su buen nombre por aceptar la invitación de jugar un partido sin sentido en Arabia Saudí, un régimen bajo el escrutinio general por la desaparición del periodista Jamal Khashoggi”.
Según Mitchell, no sólo el caso Khashoggi es motivo para cancelar el partido. La implicación de Arabia Saudí en la guerra del Yemen, donde la ONU ha denunciado crímenes de guerra por los dos bandos en disputa, debería ser motivo suficiente para plantar a los saudíes. Así lo hicieron muchos de los participantes en el congreso internacional sobre Iniciativas Inversoras para el Futuro que se celebraba en Rihad. En cuanto se hizo pública la desaparición, y ante la falta de respuestas del gobierno saudí, medios de la influencia de CNN, New York Times, Bloomberg, Financial Times, Viacom y Los Angeles Times decidieron hacer las maletas, también el presidente del Banco Mundial, Jim Young Kim.
El Daily Mail pone cifras al “lucrativo” partido de exhibición, que reportará un millón de dólares a cada tenista, al tiempo que da noticia de la reacción de los organizadores de otros eventos deportivos. Según el Mail, el espectáculo de wrestling (WWE) que se iba a celebrar en noviembre ya está el riesgo de ser cancelado. Asimismo, el circuito europeo de golf ha anunciado que está “monitorizando la situación” para determinar si el torneo que se disputa en Arabia Saudí a principios de año sigue su curso.
Fue en 2016 cuando Arabia Saudí puso en marcha un plan denominado Fondo de Desarrollo Deportivo cuyo objeto no es otro que proyectar mediáticamente una imagen positiva del país. Los últimos grandes eventos deportivos, ya con Khashoggi desaparecido, fueron los partidos que disputaron en Arabia Saudí tanto Argentina como Brasil durante la pasada ventana internacional sin que nadie reclamara ningún tipo de boicot.
A lo largo de 2018, Arabia Saudí ha acogido su primera carrera de coches y su primer combate de boxeo, protagonizado por los británicos George Groves y Callum Smith. Sin embargo, la apertura política y social no está siendo la que esperaba occidente cuando Mohammed Bin Salman, de 33 años, se hizo con las riendas del país. Entonces se anunciaron medidas que parecían liberar progresivamente a las mujeres de su opresión. El pasado enero se las autorizó a entrar en los estadios de fútbol, al mismo tiempo que se expedían los primeros permisos de conducir para mujeres.
Pero la reforma tiene más una motivación económica que social. Lo que se esconde detrás de la apertura es un plan para transformar a Arabia Saudí en un fondo inversor fiable y, hasta cierto punto, amable. De ahí la importancia maquilladora del deporte, utilizado de la misma forma por otros países del Golfo y por ninguno de manera tan efectiva como Qatar, organizador del Mundial de fútbol de 2022.
La pregunta es si Rafa Nadal y Novak Djokovic deberían cancelar su partido del 22 de diciembre en señal de protesta por la política saudí tanto en el caso Khashoggi, como en la guerra del Yemen, como en la evidente discriminación de las mujeres. El pasado diciembre, la ajedrecista ucrania Anna Muzychuk renunció a defender su título en el Mundial de Ajedrez que se disputaba en Arabia Saudí porque no quería “ser tratada como una ciudadana de segunda”. Su gesto fue extraordinario tanto por lo infrecuente como por el sacrificio que representaba (pérdida de título y de dinero), pero no animó a otros deportistas a hacer lo mismo.
Tampoco la misma Inglaterra que ahora pide una reacción a Nadal y Djokovic se decidió a boicotear el Mundial de Rusia a pesar de que el envenenamiento de Serguei Skripal por agentes rusos se convirtió en un asunto de estado. En última instancia, solo la familia real se negó a viajar a Rusia. La conclusión final ofrece pocas novedades. No es fácil ser un héroe, aunque la teoría la domina todo el mundo.
Que razón hay para que lo suspenda? El gobierno de España les ha vendido misiles y no ha pasado nada ni pasará.