Ni por culpa de una lesión, ni por la suma de tarjetas, ni por el cansancio acumulado, ni por mala actitud en el campo; Henrij Mkhitaryan causará baja en el partido del Arsenal contra el Qarabag por su nacionalidad armenia. Y aunque es pronto para afirmarlo, tampoco se espera que juegue en caso de que los gunners alcancen la final de la Europa League, ya que se disputará en Bakú, la capital azerbaiyana.
Armenios y azeríes mantienen un conflicto político desde hace 30 años que ha desembocado en un clima de tensión y hostilidad. Una de las consecuencias es que los ciudadanos armenios tienen prohibido, por orden gubernamental, cruzar la frontera de Azerbaiyán. Tampoco lo hará Mkhitaryan, a pesar de que la UEFA le aseguró que le proporcionarían un visado especial de entrada, de que el Arsenal emitió un comunicado asegurando que la seguridad de su plantilla era “siempre una prioridad” y de que Unai Emery manifestó que “le gustaría que pudiera viajar con el grupo”. El futbolista, conocedor de primera mano de la realidad que podría encontrarse en Bakú, ha optado por quedarse en su casa de Londres.
El origen de este conflicto radica en la región de Nagorno Karabag, perteneciente geográficamente a Azerbaiyán, pero de mayoría armenia. En este territorio montañoso de más de 11.000 kilómetros de extensión comenzó en 1988, a punto de desplomarse la Unión Soviética, una sangrienta guerra en la que se estima que murieron entre 20.000 y 30.000 personas. Además, más de un millón abandonaron sus hogares. En 1994 se alcanzó un acuerdo de tregua, que no de paz, y los armenios de Nagorno Karabag proclamaron un estado independiente de facto, para disconformidad de los ciudadanos azeríes que reivindicaban como suya la tierra. Los estados soberanos de la ONU nunca han reconocido esta independencia.
A pesar de la tregua, en la región se respira un clima de tensión permanente desde entonces. La paz todavía no ha llegado y los ceses de hostilidades se han violado en más de una ocasión. Toda esta enemistad que venía cocinándose en la zona terminó por explotar en la conocida como Guerra de los cuatro días, cuando el ejército de Azerbaiyán atacó el enclave del Cáucaso un día después de que dos soldados de ambos bandos fuesen asesinados. Este conflicto, del 1 al 5 de abril del 2016, terminó con un nuevo alto el fuego. Han pasado dos años y las relaciones entre los dos países, lejos de mejorar, están totalmente rotas.
El Qarabag, contra el que se enfrentará el Arsenal en la Europa League, es un club al que esta guerra le ha pasado factura. Fundado en la ciudad fantasma de Agdam, ubicada a escasos kilómetros de la región de Nagorno Karabag, al equipo caucásico se le conoce en su país como El conjunto de los refugiados. Cuando el conflicto estalló, el Qarabag se mudó a jugar sus partidos a Bakú. La temporada pasada se convirtió en el primer club en la historia de Azerbaiyán en jugar la Champions League e impidió la clasificación a octavos del Atlético de Madrid del Cholo Simeone.
A Mkhitaryan el problema político no le pilla por sorpresa. En 2015, siendo jugador del Borussia Dortmund, ya le tocó vivir algo similar cuando a su equipo le emparejaron con el Qabala. En esa ocasión, de nuevo, prefirió ser cauto y declinar el viaje. La situación del gunner sería todavía más comprometida si su equipo jugase la final de la Europa League en Bakú. Tampoco resultaría fácil para la UEFA, ni para el propio Arsenal. La huella de la política sería entonces demasiado evidente y se haría imposible seguir mirando hacia otro lado.
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