El ciclismo es el único deporte que sabe hacer Marcos Serrano (Chapela, Pontevedra, 1972), profesional desde 1993 hasta 2008, “la época aciaga” de este deporte. Ahora, diez años después de retirarse, lo practica en menor medida, aunque sigue ligado a la disciplina amateur. Debutó en el Kelme con Álvaro Pino como director, después pasó por la ONCE, el Liberty Seguros y, finalmente, el Karpin Galicia. Fue gregario de Abraham Olano, Joseba Beloki o Roberto Heras, a pesar de que en algún momento se sentía más fuerte que algunos de ellos. No era un corredor ganador, pero se clasificó entre los diez primeros en las tres grandes vueltas (Giro, Tour y Vuelta) y en un Mundial, como el que acaba de ganar su excompañero Alejandro Valverde. “¡A los 38 años por fin ha empezado a correr tácticamente decente!”, admite entre risas.
La comodidad de la conversación se diluye con preguntas que no tienen respuesta, frente a un asunto delicado del que nadie se atreve a hablar: el dopaje. “Cuando aparece algún caso se echa toda la culpa a nuestra época”. Serrano no dio positivo en ningún control antidopaje, pero el Senado francés publicó un informe el 24 de julio de 2013 en el que aparece como uno de los ciclistas que consumieron EPO en el Tour de Francia de 1998, tras analizar las pruebas de orina con los métodos de detección más actuales. Sus victorias más reconocibles fueron en Mende y en la clásica Milán-Turín; aunque mediática fue también su implicación como testigo en la Operación Puerto, un epílogo infeliz a una trayectoria que, a pesar de ser buena, pudo serlo todavía más.
—Sus victorias más mediáticas fueron la de Mende en el Tour (2005) y la Milán-Turín (2004). Es el único ciclista gallego que ha ganado una clásica.
—Sí, a mí se me daban muy bien las clásicas. Siempre, todos los años, quería que llegara la Lieja. Un año hice sexto, otro el decimosegundo, siempre estaba delante. Aquí no se da mucho valor, pero en Bélgica eres conocido todo el año por quedar entre los diez primeros en la Lieja. Son pruebas que me gustaban. La de Mende fue la más mediática, pero me hizo más ilusión la Milán-Turín porque éramos todos contra todos. En la del Tour, había que estar fuerte en ese momento y que se dieran muchos factores. La repercusión que tuvo fue grandiosa.
—Ambas le llegaron con 32 y 33 años. La edad madura parece la mejor época para un ciclista, solo hace falta fijarse en Valverde, con quien, por cierto, coincidió en el pelotón y en varios Mundiales.
—Está claro que con el nivel de profesionalización que está alcanzando el deporte, los deportistas cada vez duran más. Valverde está rompiendo todas las barreras. Hoy en día con 32 años a alguno le quedan ocho de carrera deportiva y a esa edad yo gané la etapa en el Tour. Esa tarde íbamos catorce en la escapada y tenía claro que hacía el primero o el catorce, pero en el medio no, porque ahí me quedé muchas veces. Tuve un día completo.
—La victoria de Alejandro en el Mundial de Innsbruck alimenta el debate: ¿quiénes son, por orden, los cinco mejores ciclistas españoles de la historia?
—(Suspira) Complicado. ¿Ahora mismo quieres que te lo diga? (Se ríe). Para mí, el primero, evidentemente, Indurain, lo tengo claro. Segundo, estoy empezando a poner a Valverde. Además, yo creo que aún le queda palmarés por hacer, mira lo que te digo, a esta edad sigue siendo un ciclista muy válido.
—Sin presión, además.
—Sí, yo creo que el tío se está divirtiendo. La única carrera en la que tuvo presión en todo el año fue ayer (por la del domingo). Solo había que ver cómo estaba gritando.
—¿Quién más?
—Todo el que haya ganado un Tour de Francia es importante. Yo no viví la época de Ocaña o Bahamontes, eso son palabras mayores. Yo pondría de tercero a Perico, lo tengo clarísimo, para nosotros fue una referencia. En el cuarto y quinto puesto se pueden poner a muchos, no nombraría a dos solo. Se puede poner a la generación de los Pino o Blanco Villar en Galicia. De mi generación, Heras, Chava, Beloki, un tío que se hizo a sí mismo, a Escartín. De cuarto, por lo que sufrió, Olano. De quinto, pues no sé, hay muchísimos buenos.
—¿Alberto Contador?
—Alberto se me ha olvidado, simplemente, porque me he parado pensando en mi época. Evidentemente, claro que lo podríamos poner. Mis cinco serían Indurain, Valverde, Contador, Olano y Sastre, por ese orden.
—Coincidió con Contador en sus primeros años…
—Sí, era muy jovencito. Se le veía una capacidad de convencimiento en sí mismo terrible. De hecho, ganó algunas carreras de quitarse el sombrero. De ahí a que ganara el Tour, pues bueno… Yo corrí uno con él, cuando gané la etapa, y lo pasó mal mal, pero le valió para tomar nota y llegar al Tour dos años después y ganarlo. Esa temporada ganó en la Semana Catalana, una etapa en Romandía, es decir, sitios en los que no es fácil ganar, ojo.
—¿Quiénes son sus sucesores?
—En España somos latinos y somos muy de buscar herederos. A ver si Landa consigue estabilidad, a ver cómo sale Enric Mas. No es lo mismo salir a verlas venir y que después te salga una gran vuelta a ser el líder desde el principio. Yo estoy siguiendo un poco el campo amateur y hay ciclistas con buenos mimbres, hay que dejarlos cuajar. Tanto Mas como Óscar (Rodríguez), que ganó una etapa en la Vuelta, no eran los mejores en amateurs.
—¿Tiene algo de parecido el equipo Sky con la guardia azul de Armstrong?
—En la forma de correr y de afrontar las grandes vueltas bastante. No me hagas la otra pregunta porque no me voy a mojar. Armstrong era un tío que sabía que la primera etapa de montaña era la que más daño hacía y el Sky lo sabe también, así es. Lo dejan todo sentenciado y luego se dedican a mantener. Nosotros en la ONCE lo hacíamos también cuando estábamos fuertes.

—En los años 20 ya se hablaba de dopaje, con los hermanos Pélissier. A partir de la muerte de Tom Simpson (1967) empiezan a realizarse los primeros controles antidopaje. Luego la Operación Puerto, etc. Parece que el ciclismo no tiene remedio.
—Pues sí, visto así, siendo objetivo sí. Realmente, el mayor problema del dopaje es que el ciclismo nunca ha llegado a estar unido, no hemos sido un colectivo fuerte. Yo lo viví en el Tour del 98 (caso Festina). En ese Tour se luchó por todo lo que pasó allí, pero después cada uno estaba en su casa, vivía lo suyo. Yo en Chapela y el otro en Luxemburgo. El primer paso en el ciclismo moderno siempre debió ser ese, sobre todo a partir del Tour del 98.
—¿Por qué nadie ha reclamado los Tours comprendidos entre 1999 y 2005, en los que Armstrong fue descalificado?
—Nadie los ha reclamado y, realmente, para qué los van a reclamar si no hay ningún sitio a dónde puedas ir a hacerlo, deportivamente.
—Siete años son muchos, ¿nadie en el pelotón veía que Armstrong consumía sustancias prohibidas o es que todos las consumían?
—Vamos a ver, aquí no hay que ser hipócritas, a nosotros nos tocó la época que nos tocó vivir, la época aciaga del ciclismo. Dio tantos años positivo que parece que ahora queremos hacer borrón y cuenta nueva. Yo lo que veo es que ahora cuando aparece algún caso de dopaje echan la culpa a toda nuestra época. Mientras Armstrong no dijo nada, parecía que no había ningún problema. Se ha metido todo en el mismo saco. Es la época que nos tocó vivir, cómo nos tocó vivir y había cosas que en aquel momento a lo mejor se podían tomar y ahora son positivo, y al revés.
—¿Dónde está el límite del dopaje? ¿Por qué es dopaje consumir EPO y no lo es concentrarse en altura, por ejemplo?
—Los controles antidopaje. A partir de ahí, ya está. El mayor problema que estamos teniendo es que no se nos trata por igual. ¿Que nos lo hemos ganado? Puede ser, pero es que buscamos el positivo que ha dado un cadete en Indonesia. Vale. Yo creo que el límite son los controles antidopaje, hay que creer en ellos, me imagino que cada vez serán mejores. A día de hoy sigue dando gente positivo, ¿no?
—Cuando dice que no se trata a todos por igual, se refiere a casos como el de Chris Froome.
—No, no, digo que a los ciclistas no se nos trata por igual en comparación a otros deportes. Yo veo positivos en otros deportes. Ahora menos ya, afortunadamente. No es ninguna razón de ser, ni ninguna disculpa, ni mucho menos, pero me gustaría que se nos tratase por igual. Por eso digo que no estamos unidos, en otros deportes se haría fuerza contra eso.
—Varios excorredores, David Moncutié entre otros, han dicho en alguna ocasión que la mayoría de los ciclistas en los años 90 utilizaban sustancias dopantes. ¿Si se quería ganar, había que doparse?
—Bueno, es un discurso que a lo mejor le interesa decir hoy en día. Puede tener su parte de razón, tendrá sus motivos para decirlo. Te voy a contar una cosa, por si sacas la pregunta, a muchos corredores de mi equipo que nos vimos involucrados entre comillas en la Operación Puerto nos hubiera gustado que nos hubieran juzgado, o hablar con alguien. Esto es lo mismo. Aunque tengamos que hablar en los medios de comunicación, que está muy bonito, a lo mejor, si se quiere limpiar el deporte de verdad tiene que venir alguien que coja el toro por los cuernos y que aclare el tema. No todo puede ser lanzar las cosas y dejarlas en el aire. Si quieren limpiarlo o quieren saber lo que pasó, desde la organización de ciclismo, que vengan, se sienten y pregunten. El gran defecto de la famosa Operación Puerto es que yo fui testigo de un juicio y, a día de hoy, nadie me ha preguntado nada. Me hubiera gustado que como mínimo se nos hubiera juzgado, por decir si salimos libres o culpables, pero, en estos momentos, después de doce o quince años, estamos a otra cosa ya (se ríe de forma sarcástica). Lo que queríamos en aquel momento era salvarnos o defender nuestra carrera deportiva. Ahora, con 45 años, no estamos para eso.
—El caso ha prescrito, los deportistas ya no pueden ser sancionados.
—Parece que es culpa de los abogados. No he visto a nadie que haya levantado la mano por el otro lado y dijera que a lo mejor se hicieron mal las cosas, porque lo que se juzgaba en ese momento en España no era delito. Podían haber esperado quince o veinte días porque iba a serlo, coño, porque es que ahora nos está quedando toda esta mierda. Si te documentas, lo ves. ¡Joder, alguno llegó casi a ministro!
—Doce años después de que estallase la Operación Puerto, ¿es partidario de dar a conocer los nombres implicados?
—¿Ahora mismo? Nosotros tuvimos un momento de juicio. Vamos a ver, gratis no. Seguro que lo van a hacer, pero lo que sea no se va a poder defender. Pero lo que está claro es que ¿ahora? (Hace una mueca de desprecio). Tendría que saber para qué, para quién, con qué motivo. El momento era aquel.
—Por tanto, no está a favor de que se sepan quiénes fueron.
—Lo único que se puede salvar es la imagen, el orgullo de alguien. No sé, parece que se va a arreglar el dopaje con eso. En aquel momento, ciertos corredores de mi equipo, con abogado y todo, nos prestamos a que nos abriesen expediente y nos juzgaran. Era lo que había que hacer, se ha hecho con todo el mundo, con Alberto, con Valverde. Valverde ahora es un héroe. Tenían que haberlo hecho durante nuestra carrera deportiva, ahora mismo…
—¿La Operación Puerto ha ayudado a limpiar el ciclismo?
—(Silencio) No, solo hace falta seguir la historia, lo que pasó después.
—Después vinieron casos como el de Contador o Froome.
—O Armstrong. No, no lo creo. Vamos a ver, el ciclismo profesional es ciclismo profesional, no creo que cambie nada de la noche a la mañana. Yo estoy fuera desde 2008, a partir de ahí no he estado dentro del circuito, pero yo diría que no.
—¿Por qué solamente hay un ciclista español, Jesús Manzano, que haya admitido que se dopó?
—Hubo a cierta gente que le molestó que la pusieran en entredicho. (Suspira) Yo no sé cuántos ciclistas profesionales habrá habido y solo ha hablado uno.
—Digo españoles.
—Ya, pero ¿cuántos habrá podido haber? Ha hablado uno. Claro que no sienta bien, evidentemente. Es su problema. Hablaba de gente en concreto. Cada uno este tema lo toma como medianamente quiere. Hay que pensar que tenemos hijos todos también.
—¿Eufemiano Fuentes es el malo de la película?
—¿Él solo? Es una pregunta que no tiene respuesta. En su caso salió un juicio y creo que fue absuelto.
—Han salido todos absueltos (Eufemiano Fuentes, José Ignacio Labarta, Manolo Saiz, Vicente Belda y Yolanda Fuentes).
—Para la opinión pública, según quién lo escribas, están absueltos o son culpables. Para un juez, no. ¿En qué nos debemos basar?
—Para quienes no le recuerden o no le conozcan: en su etapa como ciclista profesional consiguió clasificarse en el top 10 de las tres grandes vueltas (8º en el Giro de 1997, 9º en el Tour de 2001 y 8º en la Vuelta de 1998) y en el Mundial de ciclismo en ruta (8º en 2004). ¿Es una carta de presentación justa o la escribiría de otra forma?
—El otro día, en un homenaje a los 120 años de ciclismo gallego, pusieron eso mismo. Yo ni me había parado a mirarlo. A nivel profesional y a nivel deportivo, me quedo más con los pequeños detalles, el compañerismo, el saber estar en grandes equipos, más que con el palmarés. No era un corredor ganador, pero sí que era un corredor inconformista. Siempre que tenía una oportunidad o podía, intentaba hacer mis pinitos.
—Era buen escalador, con enorme resistencia y regularidad, eso sí, sin un gran cambio de ritmo.
—Con la edad, siempre fui un poco más lento, pero siempre más regular. Digamos que en cada generación había unos cuantos por encima de mí y eso fue lo que me llevó a ser, en ciertos momentos, un buen gregario para los líderes.
—¿El pelotón le reconocía como un gregario de lujo?
—Era un gran escalador. Digamos que era mediático porque era el mediapunta, el que dejaba a los escaladores a última hora, porque salía en la tele, nada más. Había tíos que yo admiraba por el trabajo que hacían en el llano, me parecía imposible.
—¿Cuál ha sido el mejor escalador que ha visto?
—De mi generación, con Chava Jiménez traté casi desde cadetes o juveniles y ya lo veía venir. Tuvimos muchas guerras de jóvenes. A nivel nacional, yo el que veía que tenía algo distinto era Roberto (Heras), desde pequeño.
—Normalmente, siempre estaba entre los mejores. De usted se decía que podía haber cosechado clasificaciones generales aún mejores.
—Me faltó un equipo que confiara en mí. Viví una época en la que realmente el ciclista español, por decirlo de alguna manera, no estaba tan cotizado en el extranjero. Cada uno corría en los equipos de su país, los equipos eran los que eran. Hoy en día, el ciclista español es un ciclista global. Cualquier corredor como yo hoy puede estar en cualquier equipo intentando liderar. Antes un noveno puesto se miraba de aquella manera y hoy en día es muy cotizado. Sí, pude tener ofertas, pero cuando estás en grandes equipos que te igualen económicamente la oferta es difícil.
—No fue por ambición.
—Evidentemente, no, pero te voy a poner un ejemplo: si ganaba seis y de repente, venía un equipo ofreciendo dos, pues… (Resopla). Era mucho el cambio.
—¿Se sentía mejor, más fuerte, que algunos de los líderes para los que trabajó?
—Sí. Si hubiese apretado el culo podría haber hecho quinto o sexto en una gran vuelta, pero mi líder podía ganar con mi ayuda y yo no, entonces lo tenía clarísimo. Además, estaba en un equipo, sobre todo el último, el de la ONCE y el Liberty, en el que todos dábamos todo por el equipo, de hecho, somos compañeros que hoy en día nos seguimos llevando muy bien.

—Roberto Heras, Abraham Olano o Joseba Beloki. ¿Quién era mejor líder?
—Con Heras era una pasada trabajar porque iba al ataque y a mí me gustaba ir al ataque. Era un corredor de mis características. Con Abraham había que soportar la montaña, tenía sus carencias, pero con Olano aprendimos a bajar como aviones. Con las contrarrelojes ya se colocaba en el podio. Beloki era la consistencia, sabías que nunca te iba a fallar, era un punto intermedio entre los dos, sabías que detrás no iba a quedar.
—¿Se sufre más de gregario o cuando uno deja la bicicleta?
—Se sufre más encima de la bicicleta. Se sufre mucho más en esfuerzo mental, fuera de la bicicleta se vive con más presión la vida normal, por decirlo de alguna manera. De gregario, la vida la vives, pero el esfuerzo te anula mucha de esa presión.
—Imagino que cuando uno se retira el sacrificio es más bien emocional.
—En mi caso lo tuve muy claro. Los deportistas nos jubilamos dos veces: a los 35 y a los 65. Cuando llegue a esa edad, ya sabré de qué va la cosa. Dirigí al club ciclista Rías Biaxas y ahora estoy colaborando un poco con el Cortizo, allí está Jesús Blanco Villar, con el que tengo mucha amistad, fue mi compañero de entrenamiento y director deportivo en el Karpin Galicia. Estoy echando una mano, matando el gusanillo, para el año ya se verá si la vinculación es mayor.
—Me lo va a decir: el ciclismo ha cambiado.
—El ciclismo ha mejorado mucho, los líderes siguen siendo líderes, desde la época de Perico a hoy, pero lo que ha mejorado mucho es la clase media. Yo veo que en mi época podían hacer ciertas cosas uno o dos ciclistas y hoy en día lo hacen cuatro. Está todo mucho más medido. El staff técnico de un equipo cuando yo corría era de 20 personas, ahora son 50 casi.
No es cierto que Manzano haya sido el único ciclista español que haya dicho que se dopó. Iñigo Landaluze. En 2009 dio positivo por CERA, admitió que la había tomado, renunció al contraanálisis, pidió disculpas a su equipo y se retiró del ciclismo.
Muy buena entrevista.Se aborda de forma clara y contundente uno de los problemas que a través del tiempo protagonizaron los ciclistas:el DOPING.Enhorabuena Marcos seguimos in crescendo.