Dice el juez Calatayud que a los hijos hay que revisarles el móvil. Que es nuestra obligación. Una vez más, estoy totalmente de acuerdo con él. Como padres, debemos velar y estar al tanto de lo que viven, sienten, piensan, programan y desean. Todo ello pasa por la pantalla de sus smartphone,por sus likes,sus grupos de whatsapp,sus comentarios en redes, sus bloqueos y sus mensajes directos… Y todo ello sucede en una etapa en la que suelen enmudecer en casa, en la que los silencios pesan demasiado, en la que es una heroicidad arrancarles una confidencia.
La actividad detestivesca era antes más fácil: al llegar a la adolescencia, los chicos escribíamos diarios que eran “profanados” por nuestros progenitores. Y aunque estirábamos el cable del teléfono fijo, como en mi caso, para pasarlo del salón a un dormitorio donde poder encerrarnos para hablar con cierta intimidad, una buena oreja pegada a la pared hacía el resto.
Mi madre siempre abrió todos los candados y escuchó detrás de cada puerta. Conmigo y con mis hermanos. Si la descubríamos, inventaba cualquier excusa inverosímil. Pero, ahora lo sé, hacía lo que debía: intentar desentrañar lo que ocurría en nuestro convulso mundo de adolescentes.
Porque la adolescencia duele. Le duele a nuestros hijos y nos duele como padres. Ambos sufrimos por el desconcierto. Ellos, por no saber enfrentarse a una vida en la que ni son niños ni son adultos. En la que las hormonas los someten a un desenfrenado carrusel. En la que los colores del día a día pasan del blanco al negro sin escala de grises. Y nosotros, por no acertar a transmitirles que “esto también pasará”, que en su momento también sufrimos por ello y salimos adelante, y que con los años ese pesar queda tan atrás que solo se revive y se recuerda cuando es tu hijo el que se enfrenta a él.
Nadie nos prepara para ser padres de hijos… adolescentes. Quizá porque ya han pasado, ahora desde la distancia veo pueriles las preocupaciones de cuando nacieron mis hijos: una noche sin dormir, una toma incompleta, un granito en la espalda…
El verdadero tsunami emocional viene con los años, cuando pasan de los 12 y se asoman a un abismo en el que no siempre sabemos guiarlos. Y es ahora cuando necesitamos el libro de instrucciones. Para evitar que sufran más de la cuenta, para comprenderlos y respirar hondo antes de contestarles, para estar cerca sin resultar agobiantes, para darles aire, alas y raíces… Para enseñarlos a vivir.
La adolescencia duele. Duele tanto como desconcierta. Pero también pasa, y en ese camino tan escarpado no podemos ni debemos soltarlos de la mano. Aunque no lo admitan, están (casi) tan perdidos como nosotros. Y nos necesitan. Ahora más que nunca.
Estamos nosotros más asustados y perdidos que ellos.. Nos cuesta darles cuerda.. La vida es más peligrosa que antes.. Pero tienen que errar como todos para aprender… Habrá que sufrir para que aprendan….
Alas y raices…. no soltarles de la mano… confiar y espiar…. dejar que se equivoquen para aprender solos…. cosas sencillas y contradictorias…. es compleja, interminable, apasionante, destructora y enriquecedora esta aventura de educar… gracias por tus reflexiones.
Es difícil saber cuándo recortar la cuerda y cuando dejarla más larga para ayudarles a seguir creciendo, pero si usamos un poco de sensatez encontraremos el término justo. Muy bueno como siempre Terry
Terry dicen que mal de muchos consuelo de tontos , pues q feliz soy de ser tonta porque la tranquilidad q me da saber q no soy la única q sufre con una adolescente y q como yo se q es estupenda pero me agobian sus estados , modos y altibajos emocionales, y saber q es así y q hay q pasar por esto como madre me reconforta aunque estoy deseando q pase y por dios q la otra sea más leve ??
Opino lo mismo. Siento el mismo pavor. Me encanta lo de darles alas y raíces, y ambas al mismo tiempo: resume claramente la complejidad de la adolescencia.
Estimada Terry:
Me llamo Ricardo Moreno Castillo, soy profesor jubilado y autor de tres libros sobre educación: «Panfleto antipedagógico», «De la buena y la mala educación» y «La conjura de los ignorantes». Quería felicitarte por tu artículo sobre la necesidad de educación especial, que no es segregadora sino todo lo contrario. Si te pones en contacto conmigo te puedo enviar el texto de una conferencia que impartí em Barcelona que se titula precísamente «En contra de una escuela inclusiva».
Enorabuena otra vez y un cordial saludo,
Ricardo Moreno